Se acaba de inaugurar una magnífica exposición de Edward Hopper en la Tate Modern Gallery de Londres, ofreciendo la gran oportunidad de contemplar algunas de las mejores obras de este genial pintor norteamericano de mediados del siglo XX.
Aunque estudió a los clásicos y convivió con las vanguardias parisinas de principio de siglo, enseguida supo encontrar su propia poética pictórica personal que ya no abandonaría en toda su carrera. Hopper para algunos críticos es el pintor "cinematográfico", el pintor de "la américa moderna", para otros, con menos admiración y un cierto desdén, es el pintor "realista" (dicho esto a modo de insulto). Para mí es el pintor de la soledad, una soledad que se hace aún más intensa y dura, más espiritual, por aparecer envuelta de una luz tremenda, blanca, inhumana, casi no terrenal.
Al final de su vida, en unas declaraciones, Hopper confesaba que "quizás él no fuera muy humano" y que su único objetivo como pintor a lo largo de su dilatada carrera había consistido en "pintar el efecto del sol sobre el costado de una casa".
La luz juega un papel central en toda su obra, sin duda, como la elección de unos personajes y unos encuadres absolutamente personales: personas solitarias, en habitaciones sin apenas decoración, de hoteles, oficinas o apartamentos, o bares en medio de la noche, vistos a través de ventanas y desde el exterior, como si el autor los estuviera espiando.
Maestro a la hora de captar el instante íntimo de unos seres que se muestran plenos de desamparo, reales y sinceros, porque no sienten la presencia del observador. Así aparecen la mayoría de las mujeres de sus cuadros, con un desaliño y dejadez en sus posturas y vestidos propias de las que se saben en la intimidad de su hogar. En el fondo es como si Hopper hubiera robado unas instantáneas de sus vidas sin que ellos lo supieran, no tanto sus cuerpos como sus almas.
Pero en la falta de detalles físicos a la hora de representar los rostros de sus personajes se puede interpretar que más que interesado en retratar a unos individuos, realmente en lo que estaba interesado era en reflejar la profunda soledad del hombre contemporáneo.
Mi preferido es "Habitación de hotel", quizás por eso fue la imagen con la que inauguré mi blog de imágenes. Quienes prefieran ver el original, se pueden pasar por el Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid. Disfruten.
Las nuevas catedrales que aparecen en las ciudades de esta era post-postmodernista no se parecen en nada a las viejas catedrales góticas.
Son sitios de culto pero la liturgia ha cambiado. En las nuevas kathedrales nocturnas el oficiante suele ser un cabeza rapada lleno de piercings que se mueve entre aparatos electrónicos ultramodernos para provocar el éxtasis (perdón) de sus seguidores entusiastas. Su categoría se mide por la cantidad de espacio de piel sin tatuar pero en sentido inverso. La luz queda reducida a la eléctrica movilidad de unos focos multicolores que mezclan láser con humo para guiarte hasta el altar. Son los nuevos templos nocturnos.
Pero la feligresía necesita el apoyo espiritual también en las horas del día en que luce el sol y por eso han creado otros templos, catedrales del consumo, que se sitúan en las principales arterias de las ciudades: los hipermercados y grandes almacenes. Miles de abnegados feligreses acuden en masa todos los fines de semana al culto (los más beatos incluso entre semana), y en filas terrenas de pares aguardan turno para pasar la tarjeta por el lector óptico que les da el pase para la salvación. La comunión se la llevan envuelta para degustarla en casa, en la intimidad de un hogar cada día más parecido a un bunker, aislado y gris, vacío por dentro y limpio por fuera.
Cunde el pesimismo en las filas, viejo Horacio, aunque los amigos ayudan a aguantar.
Mi amiga Aitana me recordó las palabras de Eduardo Galeano para explicar la nueva religión. Como siempre, los jerarcas se aprovechan de las carencias de los ingenuos para hacer su particular apostolado: la soledad, el miedo, la angustia, el aburrimiento existencial, la estupidez en todas sus escalas...
Pero mi amigo JunJan me recuerda que no debemos perder las esperanzas y que debemos resistir, al estilo de Ignacio Ramonet cuando nos recuerda que resistir es decir que no a muchas cosas, pero también es decir que sí a otras tantas.
El camino del ateo cada día se nos pone más dificil, Horacio. Que Dios nos ayude.
Hace algunos días escuché la noticia de que Bush el Menor pensaba destruir la cárcel de Abu Graib para dar por terminado el escándalo de las torturas a presos iraquíes por parte de soldados y mandos estadounidenses. Personalmente, lo mejor que puedo pensar es que como solución es original, no me digan: tenemos un problema en esta cárcel, pues la arrasamos y santas pascuas.
Basta recordar que no sería la primera vez que actuaría así: ya lo hizo en Afganistán y lo está haciendo en Irak. Cuando era gobernador de Tejas, mandó a la silla eléctrica a varios cientos de presos norteamericanos. Este hombre tiene algo personal con el tema de destruir todo lo que le estorba. En aquella oleada de incendios de hace tres años que asolaron enormes extensiones de bosques (coincidieron, además, con una oleada de apagones por un exceso de consumo eléctrico en gran parte de EEUU) pensó que para prevenir que no se produjeran más incendios en años venideros lo mejor era llevar a cabo una tala masiva de árboles en las zonas de mayor peligro. Claro, si no hay árboles, no hay incendios.... si es que este tio es muy listo y no sabemos apreciarlo.
Otros, más mal pensados, igual se fijan en el detalle de que arrasar los bosques solo era un primer paso para dar rienda suelta a las empresas madereras y a las de prospección petrolífera para explotar esos territorios y beneficiar por activa y pasiva a las eléctricas, de las que su familia es una de las mayores inversoras; otros aún peores, pensarían que arrasar la cárcel de Abu Graib es una manera de destruir pruebas, de no dejar rastros para futuros tribunales internacionales de justicia.
Me admira la capacidad de encontrar soluciones que tiene este hombre, ejemplo de todas las virtudes que cualquier gobernante digno de ese nombre debería tener, dechado de modélica conducta, padre y esposo ejemplar, modelo de honestidad e inteligencia, amigo de sus amigos.. oh, Bush..o bush.. obush..obús. Ojalá que Dios lo tenga, pronto, en su gloria.
Todos, cuando hemos ido al médico de la Seguridad Social, hemos visto más de una vez la escena del típico representante de productos farmaceúticos esperando a la puerta de las consultas para asaltar al facultativo con kilos de prospectos, bolígrafos, post-it con la marca del producto y mil chucherías varias para goce y disfrute de los pacientes del médico y de su familia.
Lo que ya no estaba tan a la vista pero era real como lo anterior era el sobresueldo, primas, viajes, regalos caros para él y señora, que recibían en varias ocasiones al año el citado sufrido colectivo de los médicos: congresos en Cancún o Tenerife, hoteles de lujo para ellos y sus acompañantes, cenas de honor, relojes, estilográficas, carteras de piel, collares de perlas... Y lo único que tenían que hacer era recetar más de este producto que del otro, del caro más que del barato, del de esta multinacional o laboratorio que me paga más y no del de esta otra que me paga menos.
Los colegios profesionales del sector dicen que se trata de una minoría y que ellos repudian tales prácticas. En Italia la fiscalía ya lleva procesados de una sentada a 4.400 profesionales de la medicina y a toda la cúpula de los laboratorios Glaxo SmithKline.
Para evitar esto, en España la patronal del sector ya puso un código de conducta deseable que limitaba el valor de los regalos a 30 euros, ponía impedimentos para organizar congresos en lugares turísticos y con acompañantes y se indicaba que éstos se harían con mayor contenido científico en los programas y solo por los días estrictamente necesarios. Vamos que cuando nos decían que nuestro médico estaba en un congreso uno se sentía hasta agradecido por la encomiable labor de perfeccionamiento y puesta al día de nuestro doctor, cuando ahora resulta que se iba de vacaciones pagadas con la parienta o similar a una playa caribeña.
Ay, si Hipócrates levantara la cabeza.
En los movimientos pacifistas que se han desarrollado en todo el mundo al calor de la última guerra en Irak y que en España han tenido la consecuencia directa de expulsar del poder a sus máximos responsables, se han mezclado elementos de distinta naturaleza: pacifistas absolutos, elementos antiamericanos, pacifismo contra la desvergüenza e imprudencia belicosa, junto a un pacifismo que revela las necesidades vitales de la era planetaria. En el fondo subyace el sentimiento de una cierta amenaza apocalíptica que nos conduciría de lleno al escenario descrito en una película como Mad Max.
Desde mi punto de vista, no basta con ser pacifista, con manifestar nuestra repulsa por decisiones políticas injustas, ilegales e interesadas. Hoy el Mundo necesita que seamos también radicales. Karl Marx constató una vez que: "Ser radical significa llegar a la raíz, y la raíz es el propio hombre". Mientras que Proudhon exhortó: "El Viejo Mundo está en proceso de disolución. Uno sólo puede cambiarlo a través de una revolución integral de las ideas y de los corazones". No se trata de una forma sentimental o débil de tratar el asunto, sino de ser radicalmente profundos en los análisis y vitalmente activos en la acción. Paulo Freire escribió con acierto que: "La situación opresora genera una totalidad deshumanizada y deshumanizante, que alcanza a quienes oprimen y a quienes son oprimidos". Todos nos contagiamos de esa deshumanización y por eso, sólo mediante actos liberadores podemos contagiar a la sociedad completa y recuperar la humanidad perdida. Esa liberación requiere una constante autoconcienciación y un examen de nuestros supuestos, decisiones y acciones en situaciones específicas. Un continuo examen de conciencia que aleje de nosotros el peligro de justificar y racionalizar nuestros miedos, nuestros malos hábitos o nuestras propias esclavitudes. Dicha racionalización ocurre, por ejemplo, cuando estamos bajo las órdenes de superiores y nos limitamos a obedecer dichas órdenes (ver Abu Graib). En nuestro esfuerzo por ser como los demás estamos dispuestos a deshacernos de nuestra individualidad ya sea por sumisión a nuevas formas de autoritarismo o por una conformidad compulsiva hacia los patrones aceptados. Dichos patrones son formados por el poder y publicitados hasta un nivel propio del lavado de cerebros por los medios de comunicación a su servicio. Adoptamos como norma ética lo que son simplemente los intereses egoistas de las clases gobernantes y élites empresariales. La salida nos la explica Salzberg de este modo: "Tenemos la capacidad de aliarnos con ciertos valores y de crear la vida que queremos escogiendo las alternativas más sanas. Cuando somos generosos, la vida es tangible y cualitativamente diferente." Albert Einstein estaría de acuerdo: "El hombre puede encontrar sentido a la vida, corta y peligrosa como es, sólo dedicando su vida a la sociedad."
Ahí yace la raíz de lo que es ser radical.
Cuando el cuerpo de un enfermo es presa de una infección que se extiende a través del torrente sanguíneo y supura por todas partes, los médicos hablan de una sepsis generalizada o septicemia. El mundo occidental liderado por los Estados Unidos (aunque nos pese) sufre un proceso similar con numerosas supuraciones en Afganistán, Irak, Palestina, Pakistán, Cuba, Corea del Norte, Siria, Libano, Libia, Sudán, Etiopía, Sierra Leona, Liberia, etc...
Tras el 11-S, el Imperio liderado por Bush el Menor se lanzó a una ofensiva parecida a los manotazos de ciego que damos cuando presentimos la amenaza de un insecto a nuestro alrededor. Aquel ataque no tenía corporeidad frente a las moles de las Torres gemelas derrumbándose. Todo un ejército, el mejor del mundo, frente a una cortina de humo, un enemigo inmaterial, incorpóreo, pero con una substancia que aún no han terminado de analizar los dirigentes del Imperio.
Afganistán salió en su ayuda al prestarle corporeidad al enemigo a través de los Talibanes y su régimen medieval y teocrático. Por un momento parecía verse la silueta del enemigo recortada en el horizonte de Tora Tora, pero fue un simple espejismo. La guerra en Irak ha terminado con aquella ilusión: ni armas de destrucción masiva, ni nada de nada. El imperio metía su poderoso brazo en el avispero para servir a sus intereses estratégicos y económicos. Desde entonces el número de adeptos de Al-Qaeda y organizaciones hermanas en todo el mundo crece de forma exponencial. Hoy atacan Madrid con la misma falta de corporeidad con que mañana pueden atacar Londres o París, Roma o Bruselas. No hay enemigo al que apresar. Igual que el enfermo no podría atacar su enfermedad dándose puñetazos a sí mismo, Occidente no puede atacar a un enemigo que está dentro de sus sociedades, infiltrado en su torrente económico y social. Tampoco se puede conformar con curar las pequeñas supuraciones externas que suponen las células terroristas que caen en manos de los servicios de seguridad e inteligencia cada cierto tiempo.
El problema solo se puede atacar con antibióticos potentes: la educación, la ayuda para el desarrollo de los pueblos, la auténtica democratización de las instituciones a nivel nacional e internacional, la lucha contra la corrupcioón política a todos los niveles, la lucha contra el tráfico de armas por parte de los mismos Estados, el apoyo a la interculturalidad.... Y sobre todo, siendo coherentes, defendiendo la verdad en todos los foros y siendo consecuente con ella. Es una vergüenza que todo el mundo constate que el pueblo palestino puede ser ultrajado, masacrado, escarnecido, engañado y destruido con la aprobación de los Estados Unidos y con una Europa que mira para otro lado o que permanece impecablemente resignada a su papel de comparsa; es terrible ver como todos los días se tortura en Irak, se asesina a inocentes asistentes a una boda, y los tribunales internacionales no tienen jurisdicción sobre esos criminales; es tremendo que se haga desde hace años un bloqueo a la isla de Cuba por, entre otras cosas, la supuesta falta de respeto a los derechos humanos y las libertades de los ciudadanos cubanos (que son los que sufren las consecuencias del bloqueo), y se permita la existencia desde hace más de dos años de una cárcel en Guantánamo donde existe de todo menos respeto a los derechos humanos y respeto a las leyes internacionales.
Hoy, más que nunca, el mundo está lleno de gentes, principalmente de color, nativos o inmigrantes, del solar africano o asiático o sudamericano, que se sienten víctimas de un racismo universal, se sienten víctimas de sus propias élites religiosas y políticas, de las élites blancas de Occidente y que no tienen nada que perder, ni siquiera sus cadenas. Ese caldo de cultivo, bien aprovechado por integristas de cualquier signo, es un virus que ningún medicamento puede detener y que se debería haber prevenido. Solo un milagro salvará a este enfermo.
Como gasto papeles recordándote,
como me haces hablar en el silencio,
como no te me quitas de las ganas
aunque nadie me vea nunca contigo...
... y cómo pasa el tiempo,
que de pronto son años
sin pasar tú por mí, detenida...
Te doy una canción si abro una puerta
y de las sombras sales tú,
te doy una canción de madrugada
cuando más quiero tu luz...
Silvio Rodríguez
Horacio, viejo amigo, estoy cansado. He fracasado en todo. Me apeé de la vida por la ventana trasera y solo encontré gente igual que la otra. Los proyectos ya son estiércol de conquistas futuras...
He soñado, más de lo que lo hizo César, pero el mundo no es para quien sueña conquistarlo, aunque tenga razón. Mis pensamientos me llevaron lejos mientras el tiempo se me escapaba entre los dedos y cuanto más apretaba, más rápido se echaba a la fuga. Todo lo tiro al suelo como he tirado la vida y me quedo, solo, con la amargura de lo que nunca seré.
Me lanzo sobre la cama como se arroja la ropa sucia al cesto y busco el consuelo de los viejos dioses olvidados. Mi corazón está vacío...
Horacio...no existen los paraísos perdidos. Los busqué inútilmente hasta agotarme. A ellos sacrifiqué hacienda y familia recorriendo el mundo de acá para allá.
Morirás tú y moriré yo con la sola seguridad de los infiernos encontrados.
Nació en los años 90 pero ha alcanzado su pleno desarrollo en los comienzos del nuevo milenio. Estamos hablando del hombre light, hijo del postmodernismo más recalcitrante, nieto de una genética dispar que mezcla los últimos coletazos del movimiento hippy-naturista, con fuertes ramalazos pijos y unas ciertas dosis de orientalismo de revista femenina y de estética gay.
Su retrato robot es fácil de describir: viste moderno, adaptado a las diferentes y cambiantes circunstancias de la vida diaria de un joven-adulto-maduro en la insegura frontera entre los 30 y los 40; buen nivel económico (los curritos no se pueden permitir el lujo light, solo pueden ser heavies y con toda la cafeína y el azúcar); nivel académico medio-alto, preferentemente en campos como el de la abogacía, algunas ingenierías en fase de reciclaje, periodismo rosa y/o economía empresarial; normalmente trabajan en la empresa privada como técnicos medios y ejecutivos de medio pelo, comen en los burger cercanos al despacho y se juntan con sus semejantes para poner a parir a sus jefes o jugar a hacerse los pobres proletarios explotados por el yugo opresor del consejo de admninistración de sus empresas; valoran detalles insignificantes, como la superficie de despacho o la marca de su móvil (el que les da la empresa) hasta cotas subrrealistas, colocando en ello su prestigio personal y profesional; van al gimnasio más exclusivo y tienen un preparador físico personal (para ellos y para cincuenta más como ellos); hacen footing, jogging, trekking, puenting y swimming; tienen televisor de plasma y pantalla gigante con sistema dolby surround y seis altavoces; conducen un Audi, un BMW o, si me apuras mucho, un Golf; usan cremas; se depilan el cuerpo entero; beben Jameson; van a la sauna dos veces por semana; en invierno esquían en Baqueira; en verano las opciones se abren: está el light megapijo de Mallorca y su club nautico, o el surfero que va de por libre y se dirige a Tarifa; quince días son obligados con papá en Oropesa; no leen más que los informes que tienen que hacer para sus jefes o el manual del móvil; llevan bajo el brazo todas las mañanas un ejemplar del Financial Times y de Mi Cartera, pero no llegan a abrirlo antes de que haya caducado; su pensamiento más hondo se lo dedican a su futuro profesional para calcular cuántos culos han de lamer antes del próximo ascenso, agobiados porque otros a sus años ya han llegado mucho más alto; comen light, beben light, follan light, duermen mal, sudan como todos pero huelen a Hugo Boss; sus zapatos son pijos y sus trajes del Corte Inglés; la corbata depende del gobierno de turno (chicos, deprisa, hay que abandonar el rosa chicle y sustituirlo por las rayas oblícuas y cruzadas, arr!!!); los casados tienen mujeres floreros, peliteñidas, operadas, siliconadas y botulizadas, que hablan mucho y adornan más, pero que siempre están más guapas con la boquita cerrada y las piernas abiertas, que para eso les pagan; huelen divinas, visten divinas y piensan como el diablo, cuando piensan; no consumen nada entero y con todos sus ingredientes, ni siquiera al marido: todo debe ser bajo, light, sin; entienden mucho de química orgánica (liposomas, "cudief", coenzimas, micromoléculas...); tampoco leen salvo Cosmopolitan o Telva (según sea pija abierta o pija estrecha); salen con sus amigas, entre las cuales siempre tiene que haber una que indefectiblemente se llama Cuca, Leti, Sonia o Candela; conducen 4x4 para ir al gimnasio o la hípica después de dejar a los niños en el colegio; sus conversaciones más profundas se refieren a lo mal que está el servicio, lo ideal de la moda que viene y lo mal que viste la amiga que en ese momento esté ausente; algunas, las llamadas intelectuales, también hablan del doctor tal o cual y de las manos que tiene para meter la silicona justa en la teta adecuada; odian los pelos, aman los músculos y desconocen la palabra cerebro.
Todos, hombres y mujeres light, son mantequitas, llenos de angustias y miedos al fracaso, corroídos por la envidia, soberbios y ostentosos, burdeles andantes bien trajeados, temerosos de cualquier compromiso aunque sea puramente intelectual. No viven, desfilan. No comen, se nutren. No aman más que a sí mismos. No tienen hijos, solo herederos. No tienen pareja, solo contrato. Pobres, solo tienen dinero.
La obsesión por la felicidad nos ha condenado a muerte. Hemos crecido en la promesa de la inmortalidad que nos otorgaría el progreso tecnológico sin límites, el progreso tecnológico de perfeccionamiento infinito. Ese progreso conduciría inevitablemente a la exclusión de la muerte, a la obsesión por la profilaxis y la seguridad. Del maniqueismo entre el Bien y el Mal, habríamos pasado a quedarnos exclusivamente con el Bien, mediante la optimización del mundo y la eliminación de todo lo negativo de la realidad. Un cálculo integral, como en los ordenadores, donde no cabe la negatividad. El océano virtual se sobrepondría a la realidad y nos introduciría en la inmortalidad, segura, limpia, aséptica...
Sin embargo, vivimos, si somos conscientes, todo lo contrario. La exclusión de la muerte nos lleva al exterminio; la eliminación de la enfermedad nos conduce a la revancha: el integrismo tecnológico occidental, que no nace de la religión, enfrentado al otro integrismo, el islámico. Ambos son peligrosos en la medida en que imponen un mundo definitivamente real y contrapuesto, donde el pensamiento crítico es cada vez más dificil, y donde el individuo como tal siempre sale perdiendo.
Los neoindividuos (así los denomina Jean Baudrillard) se comportan como partículas conectadas a las redes en perpetuo feedback. Se acabó el choque de particularidades, de personalidades. El integrismo tecnológico, como el islámico, exige el fin del individuo, ya que para que estos estén integrados, han de desintegrarse socialmente. En ese universo virtual no existe la verdad sino la verosimilitud (el ideal postmodernista llevado a sus últimas consecuencias). Los valores, los opuestos, se deshacen en la promiscuidad digital: lo bello y lo feo, lo masculino y lo femenino, la causa y el efecto, la verdad y la mentira. Es la maldición de no poder distinguir, el fin de la alteridad, la deconstrucción como cadena perpetua. Nos convertimos en actores de un reality-show planetario e interminable, interconectados al exceso de información y disponibilidad, confundiendo existencia con simulacro. Y lo peor es que la única rebelión contra la Totalidad que aparece en ese contexto viene de la mano del terrorismo.
Padres que contemplan el cuerpo destrozado de sus hijas, familias enteras intentando salvar sus escasas pertenencias entre los escombros de lo que poco antes había sido su casa; presos amontonados como masas de carne humana en el centro de un pasillo para que otros se saquen la foto de recuerdo que enseñarán en su pueblo al regresar; encapuchados blandiendo un cuchillo de grandes dimensiones con el que amenazan el cuello de algún secuestrado; bombardeos, matanzas, degüellos, torturas, explosiones, incendios, asesinatos cometidos por monstruos de rostro angelical....
Todo ese cúmulo de miserias y desgracias, de injusticias y abusos, nos convierte a todos en víctimas de una profunda lesión espiritual mientras contemplamos en directo las imágenes de lo sucedido. Para los que han muerto lo peor ya ha pasado, pero para los que quedamos aquí el sufrimiento acaba de empezar.
Las calles están llenas de personas que acuden a sus trabajos sin saber que están muertas o heridas de gravedad, dice Vicente Verdú. Conducen coches de lujo, compran cosas inútiles en tiendas caras, van al colegio, toman cervezas a mediodía o salen de noche hasta el amanecer, se encuentran y desencuentran continuamente, viven pasiones y se dan citas amorosas, acuden a su dentista para la revisión y sacan el abono de su club de fútbol; algunos se esfuerzan por llegar puntuales a casa al salir de la oficina, por tener preparada la mesa para cuando lleguen los niños del colegio, por parecer atractivos a su pareja, ignorantes de que su nombre está en la lista de desaparecidos...
El portero les saluda en el portal, como todos los días, la familia los ve entrar, cubiertos de sangre, y no obstante les sirve la sopa, les pone el telediario y no les pregunta nada mientras reclinan la cabeza en el sofá para dormirse unos minutos...
Así se titula un estudio del teólogo y psicoanalista Patrick Vandermeersch sobre la tradición de los flagelantes, émulos de la pasión de Cristo, tras los que se ocultaba una mezcla de auténtico fervor religioso, con masoquismo y fascinación por el dolor en dosis elevadas. Según recuerda el libro, los teólogos y sabios que en tiempos del Papa Clemente VI discutieron sobre el tema y que terminaron aconsejando la bula que terminó con este fenómeno al prohibirlo, el sexo, un asunto que siempre pone nerviosa a la Iglesia, tuvo mucho que ver en esta prohibición. Era tal la excitación que producía el dolor y la sangre en los que se flagelaban, como el mismísimo rey de Francia Enrique III Valois y su secta de favoritos, y los que los contemplaban, que al final no se sabía realmente muy bien qué era aquello, si un ceremonial religioso o un festival erótico.
Viene todo esto a colación de la fascinación que parece haber prendido en la cúpula eclesiástica española en relación con la película de Mel Gibson, la Pasión de Cristo. Obispos como los de Pamplona, Toledo, Oviedo, el cardenal Rouco Varela, el nuncio del Papa en Madrid, los líderes del movimiento neocatecumenal, Kiko Argüello y Carmen Hernández, y un largo etcétera de exegetas, se han pronunciado a favor de la película al comprobar, al parecer, que ha subido el número de asistentes a las misas y el de conversiones a la fe católica. Vivimos, pues, en estado de excitación religiosa, provocada por una película que recrea hasta el hartazgo la violencia y la crueldad de las últimas horas de vida de Jesucristo.
El mensaje de Jesucristo no se trata. Se quedan con las últimas doce horas, como si los 33 años anteriores no contasen. Aprovechamos el tirón sobre la audiencia gracias a unas imágenes hiperrealistas que se recrean en los aspectos más sádicos y cruentos del episodio.
Personalmente, no puedo menos que comparar o asociar esta situación con las imágenes de los incendiarios clérigos chiíes llamando a la yihad y a la autoinmolación de sus seguidores; o a los ultraortodoxos rabinos judíos defendiendo a golpe de tanques y muros de separación sus supuestos derechos como pueblo elegido. Años de esfuerzo teológico y evangelizador para que la Iglesia reduzca todo a esto. Mel Gibson estará encantado. Él y su secta de ultra católicos (los principales defensores de la candidatura de Bush el Menor) van a ganar muchísimo dinero. Pero a mí el cuerpo se me queda cortado. Morir para esto...
El hombre no es, se hace. Y la educación es la forja de la excelencia, el lugar donde cada uno llega a ser el que es (Píndaro) o se malogra. Así lo pensó Sócrates, para quien incluso la política era sobre todo pedagogía social, formación de ciudadanos; lo demás o era afán de poder o arte del sofisma.
Educar se convierte pues en una tarea moral en la que pueden hallar solución todos los males sociales, o donde, si es mala, pueden nacer la mayoría de ellos.
Educar para formar buenos ingenieros, médicos, abogados o matemáticos es necesario para un país, pero no se puede conformar sólo con eso. Educar para formar ciudadanos identificados con su patria y su bandera, que se sientan más vascos o catalanes o españoles, y distintos de los otros, de los demás, mejores, es sin duda un objetivo espúreo y malintencionado. Educar para formar una tras otra generaciones de castrados mentales es el ideal de cualquier gobernante que quiera descansar en el poder...
Pero... educar es mucho más que todo eso. Implica ayudar a aprenderlo todo a lo largo de toda la vida, incluso cuando ya no estemos al lado del discípulo para guiarle. Educar implica desarrollar capacidades, las que cada uno tenga, no castrar unas para intentar desenvolver otras; educar es ayudar a formarse una escala de valores, no copiar la nuestra; educar es abrir ventanas al futuro, no cerrar ventanas para mirar solo el pasado; educar para ser, no solo para saber; educar para la creación no para la destrucción y el odio; educar para ser críticos y autónomos, no sumisos y dependientes; educar para la felicidad, no para la competencia desbocada; educar en la igualdad, no en las diferencias; educar para el corazón, no solo para la mente; educar en los sentimientos, en la afectividad, no solo en la racionalidad; educar para la autodisciplina y autocontrol, no para el miedo y el castigo; educar para comprender, en lo profundo y auténtico, no en lo superficial, simple o falso; educar en la tolerancia, cultural e intelectual, democrática y universal; educar en el esfuerzo y el verdadero valor de las cosas, en la sana ambición, en el saber perder.. y saber ganar; educar con la imaginación para la creatividad, con los sueños para las utopías y con la ilusión para la realidad....
En vista de los cuantiosos gastos que la boda real va a originar al erario público y teniendo en cuenta que nuestra monarquía está perfectamente adaptada a los usos y costumbres de nuestro tiempo, se ha hecho una oferta pública en busca de patrocinadores para el feliz evento.
Por ahora, ya tenemos patrocinadores oficiales para las siguientes actividades, momentos u objetos: la corbata del novio llevará el logotipo de Timofónica; la liga de la novia, el BeBeuVeA (que regalará un libretón al invitado que logre quitarle la liga a la novia antes de los postres); el ramo de flores, Rapasol; la ceremonia religiosa (con publicidad entre momento litúrgico y momento litúrgico), Galletas Mondaneda; el paseo hasta el Palacio Real, leche Pamela; y el banquete, los de Ibertrola. La casulla de Monseñor Rouco llevará el logotipo de Congelados HuyQueFrio (y regalará un sobre con cromos a todos los que se acerquen a comulgar). Los encargados del orden y la seguridad están patrocinados por ¿Seguroqueestás? y CuCúTePillé, empresas líderes en este sector. Y los minutos de gloria, los más caros momentos publicitarios, los que tendrán lugar entre un SiQuiero y otro SiQuiero, para Sidra El Gaitero, famosa en el mundo entero (hay que aprovechar que la muchacha es asturiana).
Cada invitado podrá traer sus propios patrocinadores. Así, el representante de la Casa Imperial Norteamericana (antes USA) estará patrocinado por TorturaSA (y regala un práctico encendedor para quemar las puntitas de los dedos de los prisioneros); a Berlusconi le patrocina TeleCinco (cuidado que te la...) y viceversa; a Carlos de Inglaterra le patrocina una empresa de orejones de Zamora; al representante de Rusia, un club de alterne del Km 69 de la A-7; al representante de la casa saudí, la empresa AyQueda Eso (regalarán suscripciones a la revista Corán y Liberación Femenina); y un largo etcetera que sería muy prolijo reproducir en estas páginas.
God save the Queen!!!!!!!!
Sentado frente a la playa, con su pipa cargada y humeante, Horacio llevaba años dándole vueltas a la misma idea. Era el sueño no alcanzado, durmiente en su corazón, cansado de tanta memoria. Miraba siempre hacia la playa, preferiblemente con la marea baja, cuando los cangrejos son los dueños de la arena, hecha un espejo donde se miran las nubes en su carrera.
Se veía caminando hacia la orilla hasta mojarse los pies, despojándose de toda la ropa, sin volver la mirada atrás, y metiéndose poco a poco en el agua, desnudo, sin más equipaje.... Nadando lentamente hacia lo más profundo, se perdería y todos le darían por muerto.
Se veía después saliendo en otra orilla, cansado y feliz, dispuesto a empezar una nueva vida, desprendido de los títulos y trabajos, de las urgencias que le imponía su vida anterior, de sus preocupaciones, de su pasado.. de su vida entera. Se veía como un hombre nuevo, sin ataduras, libre para ser lo que quisiera, sin sometimientos ni prisiones, sin historia ni rutinas.
En esta ocasión fue la mano de su hija pequeña quien le sacó del sueño.
Vamos adentro, dijo, mientras el sueño se acurrucaba en el mismo rincón donde desde hace años dormía.
Nuestra sociedad, cada vez más, produce individuos inestables, emocionalmente imprevisibles, ignorantes de muchas cosas, entre otras, del concepto de la dignidad de la persona, del valor de la vida; son personas inhabilitadas para sentir lástima por los que sufren, para ponerse en el pellejo de los demás o para sentir remordimientos o culpa. No son responsables de sus actos en la medida en que no aceptan que nada malo estén haciendo.
Suele coincidir que la mayor parte de estos individuos han vivido infancias saturadas de rechazo familiar y social, como indica Luis Rojas Marcos; son personas con baja autoestima disfrazada de soberbia, crueldad o sadismo. Se irritan con suma facilidad, quizás porque no soportan este mundo que no les reconoce, ni a las personas que les rodean, que los rechazan o no les muestran la debida atención. Hundidos en las miserias de sus banales vidas se muestran continuamente insatisfechos, resentidos e impotentes de solucionar los más mínimos problemas cotidianos.
Son unos perfectos ineptos ante cualquiera de los desafíos que plantea la vida.
Imagínense ahora a estos sujetos con un fusil en la mano, vestidos de soldaditos y con la tarea de controlar a los prisioneros de una cárcel: de pronto se encuentran con poder en sus manos, no admiten ni que los presos les miren a los ojos porque lo consideran una provocación (realmente todo es para ellos una provocación) y les da la excusa necesaria para destapar el tarro de sus crueles esencias. Ahora sí han logrado su objetivo en la vida; ahora sí que se van a acordar de ellos/ellas en su pueblo. A ver quién se atreve a reirse de ellos/ellas ahora.
Las guerras suelen ser campo abonado para que surjan este tipo de individuos: seres inestables, sin valores ni autoestima, en ambientes que promueven, toleran u ordenan la práctica del poder despótico, la tortura, la humillación y el sadismo. El argumento de sacudirse el muerto de encima aludiendo a que recibían órdenes de sus superiores es absolutamente inaceptable, aunque cierto.
En conclusión, tenemos la terrible realidad de una mezcla explosiva: la de personas propensas al sadismo con sociedades, gobiernos, situaciones, culturas en las que la estimación del poder y la fuerza están por encima del valor que se otorga a la razón y a la benevolencia.
La soberbia que desbordaban los ojos de Donald Rumsfeld cuando pedía disculpas ante la comisión del Senado norteamericano no dejaba dudas: nos encontrábamos ante la tercera parte del Silencio de los Corderos.
A diario llega a nuestros oídos un cúmulo de palabras que a fuerza de repetirse han perdido su mucho o poco sentido. Palabras como odio, violencia, tortura, guerra, crisis, paliza, abusos, desencuentro, esclavitud, injusticia, desastre, cruento, asesinato, muertos, cadáveres, hambre, diferencias,desigualdades, enfermedad, miedo, terrorismo, humillación... se repiten y se repiten, con o sin soporte de imagen y sonido.
El mundo de nuestro alrededor se construye con nuestros actos y se define a través de las palabras. Es el lenguaje el que sirve como herramienta básica de construcción de los actos. Desde que pensamos lo que vamos a hacer hasta que lo hacemos, cómo y cuándo, son decisiones pensadas a través del lenguaje y de las palabras. Y en ese proceso de construcción hemos olvidado algunos elementos esenciales, palabras que nos ayudarían a construir un mundo mejor y más acogedor.
Si como dicen las modernas teorías físicas, el vuelo de una mariposa en el trópico puede desencadenar una tormenta en el Mediterráneo, nuestras palabras, nuestros diminutos actos, pueden ayudar a mejorar la vida en el planeta. Para ello tendremos que volver a recordar palabras como paz, libertad, justicia, amor, alegría, paciencia, tolerancia, respeto, compasión, empatía, gozo, placer, equidad, razonabilidad, igualdad, cercanía, regalo, amistad, diálogo, compromiso, convivencia, acuerdo, gratuidad, serenidad, construir, unión, sentir, vivir, respirar, repartir, invitar, hospedar, calmar... recordar.
Si consideramos que el ser humano duerme una media de ocho horas diarias, esto nos lleva a la conclusión de que nos pasamos un tercio de nuestra vida dormidos, es decir, no conscientes de nuestro ser. En cualquier caso, dormir es una necesidad fisiológica incuestionable, por tanto, debemos dar por bien uitlizado el tiempo dedicado a dormir (aunque nuestros sueños vayan por derroteros distintos). Sería como el tiempo dedicado a cargar la batería del móvil o del ordenador portátil.
Pero ahora vamos a echar cuentas sobre las 16 horas restantes de nuestra vida diaria. Para ello nos vamos a poner en el pellejo de un sujeto normal, medio, de esos que siempre pasan desapercibidos porque no son ni muy guapos ni muy feos, ni muy inteligentes ni demasiado torpes, ni muy listos ni muy tontos... vamos, del montón. Es decir, como tú y como yo, no nos engañemos.
A desayunar, comer y cenar le puede dedicar en total unas dos horas (seguimos hablando de esas malditas necesidades fisiológicas indispensables).
A trasladarse hasta el trabajo en cualquier medio de transporte, privado o público, una hora. Ir en ascensores que le suben y bajan junto a personas desconocidas con las que no cruza ni palabra ... diez minutos. Hacer cola en el supermercado, el kiosco de prensa, la máquina del café, el servicio.... media hora. Escuchar los comentarios de tus compañeros sobre el vestido de fulanita o el divorcio de menganito... otra media hora. Volver a oir comentarios parecidos referidos a personas "famosas" en la televisión... una hora. Ver el telediario para supuestamente estar informado... media hora. Ir al servicio de vez en cuando para evacuar lo comido y bebido... 20 minutos.
Total, lleva ya gastadas otras 6 horas y como quien dice no ha hecho nada, al menos nada digno de mención.
Si ahora contamos el tiempo que pasa ante la fotocopiadora, hablando con la secretaria del jefe, andando hasta el aparcamiento, haciendo la compra, preparando algo de comer o cenar, duchándose (esto lo recomiendo encarecidamente), echando la bonoloto de esta semana, bajando la basura, sacando a pasear al perro, esperando a que la del quinto cierre la puerta del ascensor y se despida de su novio, para poder subir hasta el séptimo sin perder la vida en el intento; esperando a que suene el ring del microondas mientras se calienta la pizza precocinada, esperando que se termine el programa de lavadora para tender la ropa que si no luego no hay quien la planche; planchando, limpiando, barriendo, ordenando la casa....
¿Cuánto tiempo al día puede dedicar esta persona a hacer algo creativo, intelectualmente motivante, importante para sí mismo y para la comunidad, digno de elogio y alabanza por parte de las generaciones venideras, que le llene de satisfacción y le de sentido a su vida?
Cero patatero, cero..... patatero!! (pronunciesé poniendo voz atiplada, como de adolescente en pleno cambio hormonal y con gallitos).
En el siglo XV, las repúblicas italianas contrataban los servicios de pequeños ejércitos privados dirigidos por los condottieri para resolver sus conflictos y guerras. Dichos condottieri vendían sus servicios al mejor postor y no era extraño que en mitad de una guerra cambiaran de bando si el, hasta ese momento, enemigo mejoraba la oferta de su anterior contratador.
Los modernos mercenarios se agrupan en las llamadas "empresas de servicios militares" (PMF) y cobran auge a raiz de la política de privatización militar ideada por Dick Cheney en 1992. Venden sus servicios a países, empresas, explotaciones mineras o petrolíferas, bandos en conflicto en una guerra civil, servicios de inteligencia o ejércitos profesionales. En tiempos de escasa labor bélica, se dedican a entrenar ejércitos o dar seguridad a empresas privadas; pero en tiempos de guerra se aplican en las labores militares que les quieran encargar. Entre estas empresas sobresalen nombres como los de DynCorp, Armor Group, SAIC, MPRI o Vinnell (hasta hace poco propiedad de una empresa asociada a George Bush padre). Algunas de esas empresas, oh casualidad, son subsidiarias de Halliburton, empresa que es dirigida por Dick Cheney, que resulta que es la empresa que más contratas ha recibido en esta guerra de Irak.
En total se calcula que hay ahora mismo en Irak unos 20.000 efectivos de paramilitares, no sujetos a la cadena de mando del ejército regular estadounidense y no sujetos a jurisdicción legal alguna. Una de las razones de contratar los servicios de estas empresas por parte de algunos estados como Reino Unido o USA, es que los pueden utilizar para realizar el trabajo sucio que ellos no pueden o no quieren hacer a las claras: desde influir en la política exterior de otros países, como la de asesinar a opositores, interrogar a prisioneros, o saltarse las restricciones de la ONU sobre comercio de armas en países que están en guerra en un momento dado (como ocurrió en Sierra Leona, donde el gobierno británico contrató los servicios de la empresa Sandline). Estados Unidos, por ejemplo, admite que los interrogatorios en Irak han sido subcontratados a varias PMF. La ventaja es que nadie les pide cuentas porque no existe una reglamentación internacional al respecto.
Claro, que además de los Estados, también son contratados por narcotraficantes, dictadores, movimientos guerrilleros rebeldes, grandes multinacionales e incluso ONGs.
Sus mandos dirigentes suelen ser ex agentes de la CIA, ex miembros del ejército, algunos ya jubilados y otros que prefieren pasar a trabajar en dichas empresas donde ganan bastante más dinero que en el ejército profesional regular. Para el puesto de soldados rasos, según la zona donde vayan a actuar, suelen contratar a pobres desgraciados de países del Tercer Mundo, donde la mano de obra mercenaria es más barata. Ahora, por ejemplo, se anda quejando el gobierno de la India de que más de 1.500 indios están subcontratados por estas empresas en Irak para realizar labores de alta peligrosidad y trabajos sucios de extraña naturaleza.
Acabamos de descubrir la ONG del futuro: Soldados sin Fronteras. Su lealtad es al dinero, su única patria. Están fuera del control de ningún organismo internacional o nacional y lo mismo luchan a favor de una causa justa y democrática, como a favor de la mayor de las injusticias, siempre que paguen bien. Lo de menos son los medios... y los fines, lo importante es la meta, que en este caso es sólo dinero. La guerra es un gran negocio.
La mayor parte de los problemas de los que llevo hablado a lo largo de todos mis post están directamente relacionados con problemas de educación o son atribuibles a la falta de ella o a la mala calidad de la misma. Este país lleva discutiendo de educación desde hace años: que si más clases de Lengua Castellana, que si más clases de Historia de España, que si más clases de esto y de lo otro...
Sin embargo, los resultados campean por las calles y no parecen dar signos de mejora. Nuestros conciudadanos no son cada vez gente más educada, con mejores valores, más respetuosos, mejores ciudadanos, llenos de civismo, identificados con su nación o con su religión (en el fondo no sé si es lo mismo)... Los profesores en la Universidad se quejan de que cada vez los alumnos llegan a sus aulas con peores niveles en destrezas básicas de matemáticas, lengua, ortografía, lectura o técnicas de estudio; los profesores de secundaria hacen suya la misma queja para referirse a los terribles adolescentes que llegan a la ESO; los maestros de primaria se quejan de los niveles de los alumnos que llegan de la Educación Infantil... y los de infantil le echarán la culpa a la madre que los parió....
Yo me pregunto si es que no estamos exigiendo saber más que nunca a la mayoría de estudiantes; si es que no estamos equivocando el camino y no podemos conseguir que la mayoría de la población salga convertida en virtuosos de algún saber u oficio; si es que, por el contrario, cada vez se enseña menos o se enseña peor; si es que no se valora a la educación y a sus profesionales, si no se valora el esfuerzo que supone obtener una buena formación, si es que toda da igual....
El caso es que va siendo hora de que el Gobierno meta mano a este asunto y de una vez por mucho tiempo se sienten las bases de una profunda, urgente y consensuada reforma educativa.
Hay momentos en la vida en que todo parece ocurrirnos a nosotros solos. A la salida de la consulta del médico que te acaba de comunicar que tienes un tumor en la garganta; cuando vas en el coche detrás del furgón fúnebre que lleva el cadáver de tu padre; cuando estás a punto de recibir un título que te ha costado años de esfuerzo y dedicación; cuando estás entrando de la mano de tu madre en la iglesia donde te van a casar para toda la vida; cuando acabas de hacer el amor por primera vez y crees que te has enamorado; cuando acaba de nacer tu hijo.... Son momentos extraordinarios en que me asombra que el mundo siga girando como si tal cosa, sin cambiar sus rutinas ni un milímetro. Pero, cómo siguen los coches parados ante un semáforo en rojo cuando a mí se me está muriendo la vida, cómo ese hombre mayor sigue paseando a su perro por la mañana cuando me acaban de comunicar que mi mujer ha muerto; cómo sigue sonando la música en la radio si no sé si mi pareja saldrá de la operación; pero cómo es posible que esa chica siga andando por la acera cuando yo voy a recibir un premio por mis cuarenta años de trabajo....
Entonces me doy cuenta de lo poco que soy, de lo diminutos que son nuestros anhelos y nuestras preocupaciones, nuestras angustias y nuestras alegrías... ¡qué carajo!
Déjame hablarte de los que son muy ricos. Son diferentes a ti y a mí. Poseen cosas y las disfrutan desde temprano, y eso les hace algo, los vuelve blandos en lo que nosotros somos duros, y cínicos en lo que nosotros somos confiados, de forma que a no ser que uno nazca rico es muy difícil comprender. En el fondo de su corazón creen que son mejores que nosotros porque tuvimos que descubrir por nosotros mismos las compensaciones y refugios de la vida. Incluso cuando se introducen hasta el fondo de nuestro mundo o caen por debajo de nosotros siguen creyendo que son mejores. Son diferentes.
F. Scott Fitzgerald, El muchacho rico.
Parece que los asquerosamente ricos de los Estados Unidos han empezado a dar claros signos de estar deslizándose hacia el lado contrario en lo que supone apoyar a Bush el Menor. En algunos corrillos de sus selectos clubes en Bohemian Grove ya se empieza a comentar la equivocación que supone enfangar a las tropas americanas en un pais que nunca va a alcanzar la paz. Más de una señora ultra rica, rodeada de visón por todas partes menos una, se deja caer con que Bush el Equivocado ha desviado al barco del Estado hacia quiméricas aventuras lejos de la realidad.
Algunos de estos ultra ricos están empezando a preocuparse porque ven a sus contadores de dinero (economistas del FMI, BM, etc.) y a sus abogados (Secretarios de Estado del Gobierno de Washington) levantar asombrados las cejas por la reacción inesperada de los habitantes de Irak ante la presencia del ejército norteamericano.
El más de medio billón de déficit de la política del Hijito empieza a hacer mella en algunas de las propiedades e intereses de los ultrarricos. Las señoras comentan: "Bebé no debió gastar tanto en acabar con Saddam" pero temen lo que pueda pasar por la reacción inesperada de algún wogs (un término peyorativo británico para referirse a los nativos en Egipto que trabajaban al servicio del gobierno durante la 2da. Guerra Mundial y se les permitía entrar a las bases británicas). Más que seguridad, empiezan a sentir ansiedad.
Quizás por eso George Soros y otros pocos más han empezado a gastar millones de dólares en campañas en contra del chico Bush y a favor de un John Kerry que se ha ganado ya un puesto entre los ultra ricos.
Al pobre Bush el Menor sólo le queda distraer a la opinión pública (con la ayuda de los grandes medios de desinformación masiva) con temas de importancia comparativamente menor como los matrimonios entre homosexuales.
Llego a la conclusión que el idilio de la clase dominante con G.W. Bush está muriendo. Que comiencen los juegos electorales, y esta vez no olviden contar los votos.
Cómo ha cambiado España en los últimos años. No se si lo habéis apreciado pero el cambio ha sido bestial. Hemos dejado de ser aquellos pueblerinos retratados cruelmente en las películas de los años 60 y 70, en que un prototipo como José Luis López Vázquez se lanzaba tras una turista sueca en biquini. Hemos abandonado la dominical costumbre de ir a misa de domingo por la mañana y dar el paseo con la parienta por la plaza para después tomar unos vermouts con los amigos. La tarde.. para el fútbol o los toros según la temporada.
España, como reserva espiritual de Occidente, debía dar ejemplo de tener unos valores bien asentados, una mente bien amueblada y unos comportamientos absolutamente impolutos, muestra de nuestra superioridad cultural....
Por eso, esta mañana, al levantarme, comprendí todo esto y más, porque de golpe comprendí también qué quería decir aquello de que éramos una unidad de destino en lo universal.
Esta mañana no era como cualquier mañana de domingo, con gente por las calles paseando a su mascota al tiempo que compraban el pan y el periódico vestiditos de chandal y mocasines. No, queridos amigos, esta mañana abrían las grandes superficies comerciales, para compensarnos a los sufridos consumidores del cierre decretado ayer con motivo del día del trabajo. !!!!!!Toda la familia a comprar!!!!!!!!!!! Nada de entretenernos en otra cosa. Hoy no había nada más importante que ir a comprar..... ¿o sí?
Pues sí. Creanlo o no, lo cierto es que desde un par de horas después de comer, he visto a gente agolpada en los bordes de carreteras de accesos a varios pueblos y ciudades para ver pasar a los moteros que han ido a ver la carrera de motos en el circuito de Jerez. O sea, como si nos dedicáramos a ver pasar los autobuses de las peñas madridistas a la vuelta del partido de ayer en La Coruña. Que no era para ver a corredores de motos (aunque algunos, por el hecho de tener una moto, ya se crean Fonsi Nieto), sino a espectadores de regreso a sus casas. Si añadimos que llueve, el espectáculo no puede ser más lamentable.
Sin duda José Antonio se equivocó en esto como en otras tantas cosas. Ni reserva espiritual ni nada. Somos un país de lobotomizados.
Veo las imágenes de los prisioneros iraquíes humillados por los soldados norteamericanos y no puedo menos que constatar con tristeza que seguimos siendo igual de palurdos, amorales y crueles que hace mil años. A la más mínima oportunidad que nos dan las circunstancias, aprovechamos éstas para sacar nuestros más bajos instintos y nuestras más despreciables conductas.
La sociedad civil que contempla estas situaciones y hechos permanece callada en tanto no le afecten directamente. Prueba de ello es el escaso éxito cosechado por la iniciativa de los familiares de los secuestrados italianos cuando han querido provocar la movilización de todos los ciudadanos de su país en contra de la situación de sus hijos y hermanos. Apenas han logrado reunir a unos pocos miles de personas.
Estamos cada vez más desprovistos de ideologías complejas y cada vez más decepcionados de la política y sus personajes. Todo se ha convertido en un comercio, desde las imágenes de los secuestrados como la de los soldados norteamericanos que torturan y humillan a sus prisioneros; todas son objeto de venta y subasta al mejor postor. Luego son emitidas en horario de máxima audiencia y, si podemos, provocamos un debate que de más fuego aún a la situación política y más audiencia a nuestras cadenas de medios.
Los ciudadanos, cada vez más divididos e individualizados, corremos el riesgo de perder el escaso poder que aún nos queda: el de dar una lección de civismo y moralidad, y expresar contundentemente nuestra postura contraria a tales abusos, a tales manipulaciones y a esa falta absoluta de humanidad. Y debemos hacerlo aunque sea en forma de vómito, hastiados de tanta miseria moral, como el borracho que tras una larga noche, vomita sobre la acera para aliviar su desazón interior.