30 de Enero 2006

¿De dónde somos?

Visitaba hace unos días el museo etnográfico de Olivenza (Badajoz). En el mismo encontramos restos de nuestro pasado más remoto -hay piezas que datan de hace miles de años- y de nuestro pasado más próximo. Estos últimos lo constituyen la exposición de utensilios empleados en la realización de las tareas más comunes no hace más de cuarenta años en lugares como una barbería, una fragua, una bodega o una escuela. La visita resultó para mí una vuelta a mi tierra natal, pues todo me era familiar a primera vista, era como un pedazo de mundo que, aunque no existente materialmente hoy, no hubiera dejado de ver día tras día. Más que el encuentro con las cosas era el reencuentro con las emociones de la infancia, el lugar insustituible en el que la vida se me hizo presente a través de los juegos, los gozos, las lágrimas, los fríos, los primeros aprendizajes, la rutina.... El estado que produjo en mí aquella contemplación es el lugar que nunca me abandona, aunque la tierra que me vio nacer la tenga lejos. Nada tiene que ver esa emoción con el orgullo patriótico y las contiendas políticas que estos días tiene ocupados y preocupados a mis paisanos por los famosos “Papeles de Salamanca”. Mi tierra natal son las vivencias y los sentimientos que la vida me manifestó en aquel espacio único. Quisiera yo saber si aquellos que se disputan los “dichosos papeles” , que parece que les va la vida en ello, si constituyen los mismos su tierra natal. ¡Qué torpeza, Dios mío, si así fuera!

El Rival de Odyseo

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29 de Enero 2006

Pasos

He sido un ramo de preguntas
en lo que dura un suspiro
con paso de mensajero.

De amor a amor
se amontonaron los abrazos
en el vértigo de la distancia.

Ahora vuelo escondido,
con lentitud solemne,
en las alas de una gaviota.

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25 de Enero 2006

Palabras.... solo palabras

¿Qué hay detrás de las palabras? Detrás de las miles y miles de palabras que pronunciamos a diario, detrás de las miles de palabras que se encierran en el diccionario, detrás de los millones de palabras que podemos escuchar en cientos de idiomas, detrás de todas ellas ¿qué hay realmente? ¿Muestran las palabras sus verdaderos significados o tras cada una de sus letras y sonidos se oculta otra realidad esencialmente distinta? ¿Detrás de á-r-b-o-l hay realmente un árbol, con sus ramas, su tronco y sus raíces? ¿Dónde queda el tronco, a la altura de la letra "b"? ¿entonces la "a" son sus raíces y la "l" sus ramas? ¿Y los árboles ingleses tienen por tronco la "r" de tree? ¿Y los troncos de los "árvores" portugueses son más pequeños al ser una "v"? ¿Son distintos los árboles en cada idioma?
¿Las palabras descubren u ocultan? ¿Son sinceras cuando mienten las personas, o son falsas hasta cuando decimos la verdad? ¿Qué hay detrás de la palabra a-m-o-r? ¿amor? ¿vale igual esa palabra cuando la pronuncia un individuo u otro? ¿da igual quién la escuche? ¿o cada uno le otorga una impronta que la somete a la voluntad del pronunciante hasta cambiarle su esencia verdadera? ¿Es verdad la palabra v-e-r-d-a-d? ¿y la palabra m-e-n-t-i-r-a entonces qué es?
Las palabras duras ¿suenan siempre igual? ¿y las palabras tiernas? ¿Y qué me hace elegir una u otra sino el corazón? Entonces, ¿quién habla y elige mis palabras? ¿....o son ellas quienes me eligen a mí?

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23 de Enero 2006

Ausencias

Hace unos días asistí a una conferencia del filósofo Carlos Díaz. Contaba la anécdota de un hijo suyo que le decía, días antes de casarse (me imagino que en un ajuste de cuentas con el padre), que tenía que hacerle un reproche y un agradecimiento. El reproche era las largas ausencias que había sufrido desde niño por las múltiples ocupaciones del padre. El agradecimiento era que gracias a ello le había enseñado a sentir como hermanos a todos los hombres. Desde entonces me pregunto si cabe ausencia más productiva y si muchas presencias no resultan estériles o incluso nocivas.

El Rival de Odyseo

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18 de Enero 2006

Hola y Adios

Entre las muchas tareas a que nos obliga la existencia, una de las más difíciles es la de aprender a decir Hola y la de aprender a decir Adios. Casi nadie sabe hacerlo de forma plena y profunda, sino que lo más a que llegan algunos es a hacerlo de manera superficial. El problema es que cuando llevamos andado la mitad del camino, el equipaje se hace tan pesado que ya no sólo no nos permite continuar salvo que hagamos un gran esfuerzo, sino que además nos impide recibir lo nuevo que nos espera detrás de cada curva, porque no hay sitio para ello.
Aprender a despedirse del pasado, de lo que fue y ya no es, de lo que existió en algún momento y nos fue dado, pero que desapareció o se fue poco después; despedirse significa desprenderse, dar el paso del desapego, sea un determinado sentimiento, una idea, una experiencia, una persona o una cosa. Algunos sienten miedo ante la despedida y hacen como que se van rápidamente para no prolongarla, pero realmente no se despiden porque su mente o su corazón sigue prendado del ser que desaparece. Otros, parecen decir adios con la mano, pero su ánimo se angustia por la pérdida y se encadenan al sentimiento que la ausencia dejará en ellos. En otras ocasiones son partes de nosotros, viejas formas de ser, antiguas formas de pensar o actuar, las que nos negamos a abandonar definitivamente por temor al cambio. Se nos olvida que no podemos decir Hola si antes no hemos pronunciado el Adios, es decir, se nos olvida que no podemos recibir nada nuevo si no hemos abandonado lo viejo y nos hemos comprometido con el cambio.
La segunda parte, implica dar la bienvenida, acoger, asumir, adaptarse a lo nuevo. Tras abandonar los viejos caminos, tras la elección en una encrucijada, toca reordenar el equipaje y hacer sitio a lo nuevo que trae el cambio. Supone estar abiertos a lo que el destino pueda traernos, pero también significa mantener una posición de búsqueda activa, continua e intensa de todo lo que realmente nos ayude a ser felices, a completarnos como personas y a ser mejores seres humanos. También aquí es el miedo el principal impedimento, que se alza como un muro infranqueable entre la seguridad malsana de las rutinas y hábitos, y la inseguridad de los pasos sobre terreno virgen e inexplorado.
En definitiva, un equipaje que permanezca inalterable en todo un viaje solo es admisible para los viajes cortos o para los cruceros de lujo. Para el resto, recomiendo ir cambiando de vez en cuando, todo.... menos la maleta.

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16 de Enero 2006

Verdad III

¿Cuál es el precio

de alcanzar la verdad?

¿Y de decirla?


El Rival de Odyseo

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14 de Enero 2006

Altamente tóxicos

Dicen que los políticos españoles están entre los más tóxicos del planeta. Su reciclaje debe ser tan dificil y costoso como el del aceite de colza y hasta los virus de la gripe aviar se lo piensan dos veces antes de contaminar a un sujeto de este colectivo patrio. Personalmente, siempre he opinado que los de la derecha suelen ser más tóxicos y contaminantes que los de la izquierda, pero el poder y el dinero terminan por salvar estas diferencias. Dentro de este gremio, los políticos nacionalistas deben ser el chapapote, pues su visión política no alcanza más allá de su propio ombligo identitario y su mayor aporte a la cultura del pais consiste en reescribir los libros de Historia. Discuten sobre la banalidad mientras abandonan la realidad del día a día.
Aborrezco especialmente a aquellos que mantienen sus cortos mensajes de forma estúpidamente invariable (verbi gratia, Aznar, Acebes, Zaplana y cía). Son como tahures de pueblo, señoritos de casino y cerebro engominado, donde los argumentos resbalan en cascada hacia el suelo sin dejar una mísera huella neuronal.
Me levantan el estómago los pseudoizquierdistas de pacotilla que levantan el puño mientras alardean de fumar porros en la intimidad. Se creyeron modernos hace toneladas de años y se quedaron anclados en su imaginario de barricada callejera. Creen que Marx es el hermano mayor de Nero el de Matrix.
Me disgustan los políticos de uno u otro signo (si es que aún hay signos diferentes) de discurso fácil, verborrea correcta e ideas manidas. Están vacíos de todo menos de ambición.
No soporto a los localistas, cuyos bolsillos engordan al ritmo en que crece el suelo urbanizable. Su patria es de cemento y comisión y su bandera de grua y hormigonera.
Si a ellos sumamos al nutrido grupo de segundones y fontaneros de partido, meapilas de programa electoral y capillitas de consejo federal o comisión ejecutiva, becarios de la cosa pública y meritorios de la urna provincial, caciques de cortijo con cargo al erario público y dictadorzuelos de alcance regional y cuasi-vitalicio, resultará un panorama altamente desalentador.
Tenemos a los políticos más tóxicos del planeta, será verdad, pero también es verdad (dicho sea esto en su descargo) que tambien tenemos a los más ignorantes de la Historia, a los más incapaces en sus empeños, a los más tozudos en sus ¿ideas? y a los más miopes en su visión de futuro.
No podrían ser peor salvo que fueran obispos.

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11 de Enero 2006

Dualidad y unión de contrarios

Todos los momentos importantes y decisivos de la vida tienen una característica en común: en ellos se suelen reunir de forma diáfana los contrarios. El insulto o la bofetada de alguien a quien hemos hecho daño nos duele y nos tranquiliza a la vez, porque nos devuelve el daño infringido; el matrimonio nos libera pero al mismo tiempo nos ata; los hijos nos dan una felicidad que no tiene igual, pero nos quitan el sueño casi en la misma medida.
Hasta la fealdad se desnuda y descubre su belleza cuando la toca el amor: Lo malo es que al amor le suele seguir el desamor, que siempre deja cicatrices.
El exceso suele acompañarse de la ausencia y la debilidad; todo miedo oculta un deseo y hasta la alegría se puede acompañar de lágrimas.
Entender esa dualidad que forma la esencia de todo nos puede llevar la vida, que, por cierto, es la mayor causa de muerte que existe.

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9 de Enero 2006

¿Cuánto pesa la verdad?

Hay quienes sostienen que la verdad pesa tanto como la "mayoría", que algo es verdadero en cuanto un número de personas, cuanto mayor sea mejor, sotienen una proposición. Estamos hartos de observar cómo se esgrime como criterio para mantener una creencia o conducta lo que la mayoría piensa o hace. Aceptar esto implica desconocer o utilizar interesadamente, que esa "mayoría" se puede crear artificialmente por aquellos que tienen los medios para ello y, por supuesto, eliminar como criterio de conocimiento aquello que nos define seguramente más que ninguna otra cosa, la inteligencia; implica además realizar un ejercicio de irresponsabilidad en la dirección de nuestra vida. Aceptar esa identificación es tanto como vivir de espaldas a la verdad, vivir de espaldas a uno mismo.

El Rival de Odyseo

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4 de Enero 2006

Obscena indiferencia

Comienza el nuevo año (al menos para esa minoría soberbia que somos los occidentales, pues no comienza un año nuevo para musulmanes, asiáticos ni judíos) y ya tenemos ahí nuestro mejor símbolo: el rallye Paris-Dakar. Nuestros héroes (ricos de por sí, por su familia o por el patrocinio de otro adinerado) ociosos durante todo el año, por fin encuentran sentido a sus vidas y nos ofrecen durante unos días el terrible espectáculo de la carrera a través del desierto.
Nos preocuparemos por los accidentados, por los perdidos entre las dunas, nos entristeceremos por los que abandonan a mitad de carrera, nos entusiasmaremos con los ganadores de las diferentes etapas, hasta llegar a las playas de Dakar. Pero si por casualidad alguno se fija en las imágenes, también podréis ver a los desahuciados pobladores de aldeas de miseria que contemplan embobados ese desfile de obscena indiferencia delante de sus casas. Pasan con la velocidad de un rayo y con suerte dejan caer como último testigo de su presencia una lata vacía de coca cola o los restos de un neumático destrozado por alguna piedra.
Occidente se pasea por el continente del hambre y del sida, Occidente juega en el desierto de la vida, Occidente despliega su parafernalia de excesos y derroches y demuestra así al mundo su superioridad tecnológica, que no moral.
Si yo fuera uno de esas pobres almas de arena y hambre, les arrojaría en justa correspondencia, una piedra, como símbolo de mi amistad.

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2 de Enero 2006

Año nuevo, vida vieja

Nunca me han gustado las despedidas, por eso procuro que duren poco: un adiós, un apretón de manos, un abrazo o un beso me son suficientes. Cuando alguien se va me produce cierta tristeza y como creo que no soy masoquista, intento no recrearme en ella alargándola.
Me ocurre, sin embargo, lo contrario cuando espero a alguien: estoy con cierta intranquilidad, expectante, deseoso de abrazar lo esperado.
Por todo esto no termino de entender lo que significa la Nochevieja y el Año nuevo. La Nochevieja nos resistimos a abandonarla, la prolongamos todo lo que podemos, organizamos fiestones de miedo que nos dejan el cuerpo y el alma quejumbrosos, deprimidos. El día de Año nuevo se presenta triste, resacoso, sin ganas de nada, con la calle sin apenas gente, llena de los restos desagradables de la noche anterior. Siempre me ha parecido que estas no son formas de poner en funcionamiento todos esos deseos, muchos de ellos vacíos, que nos transmitimos horas antes a golpe de campanada.
Llegó el momento de la verdad, ese momento que va más allá del abrazo y el deseo y que consiste en procurar hacer feliz el día a día a los demás. Es una pena que el efecto anestesiante de las burbujas dure tanto tiempo y nos impida vivir ese fervor ilusorio de la Navidad.
Menos mal que todavía nos queda esa Noche Mágica de Reyes en la que los más pequeños nos ponen de manifiesto lo que es importante y lo que no lo es cuando, después de preparar la comida para los camellos, abren la multitud de regalos que sus majestades los Reyes Magos les traen y, estupefactos ante tanta imbecilidad, se ponen a jugar con las cajas de cartón en que vienen envueltos. Si no fuera por ellos…

Que el Rey Mago, que cada uno de nosotros somos, sea generoso.


El Rival de Odyseo

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