Se tiene por símbolo de la Filosofía a la lechuza, que levanta su vuelo al anochecer, sólo iluminada por la tenue luz de la luna, que alcanza sólo un conocimiento problemático, imperfecto, vacilante, que al fin, logra diferenciar, aunque trabajosamente, lo que las sombras confunden.
Lo que en este espacio podemos y debemos hacer no es Filosofía, sino un juego, una invitación, una insinuación, un guiño al pensamiento, cosa que, por otra parte, ya hacemos todos en este viaje compartido de Odyseo. Para hacer pensamiento serio y sistemático ya existen otros espacios.
Si la lechuza es símbolo de la Filosofía, lo es en la medida en que su visión es siempre a medias, revocable, que exige volver a mirar, abrir perspectivas, ampliar horizontes, superar apariencias, reconsiderar las cosas para adquirir de ellas el conocimiento menos distorsionado posible y poder, a su vez, rectificar lo que entiende desviado (M. Maceiras).
Entendidas así las cosas, cada uno de los guiños sería una exigencia práctica que haga vivir de manera distinta, en la línea de aquella sentencia de Baltasar Gracián según la cual el saber de las cosas no obrallas, eso no es ser filósofo, sino gramático.
En el guiño anterior (El blog de Odyseo en el desván) se manifestó claramente una opción por el diálogo, a la manera socrática, que está implícita en el formato de los blogs, al permitir comentar, preguntar, inquirir, examinar, interesarse. Lo que sucede es que las preguntas apuntan alguna respuesta. Ahora bien, las respuestas a las cuestiones filosóficas no se satisfacen nunca del todo. Creo que preguntar es justamente lo que se pretende. Considero, como Chamfort que la filosofía, como la medicina, tiene muchas drogas, pocos buenos remedios y casi ningún específico.
El guiño de la lechuza no quiere ofrecer respuestas, conocimientos, aunque si pretenda adquirirlo. Además, si la lechuza mal ve con los dos ojos ¿qué puede conseguir con uno cerrado?: Pues eso, tirar los tejos, que es lo propio del gesto.
El Rival de Odyseo
Los norteamericanos no sabrán hacer guerras, ni sabrán de geografía o de cocina sana, pero de cine saben un montón. Muchas de las cosas que sé acerca del mundo exterior las sé gracias al cine americano. Así, bien niño, aprendí que los policías en Estados Unidos siempre están bebiendo café, tanto en sus comisarías que siempre están llenas de policías andando por entre las mesas llevando papeles de un sitio a otro, como en los coches patrullas, que tienen hasta bandejitas para apoyar los vasos. Por eso, supuse, están siempre nerviosos y disparan a cualquier joven negro que vean por la calle con signos de haber hecho algo malo. Como no duermen, con tanto café, pues luego tienen que llevar una gafas de espejo aunque sea de noche, para que no les molesten las luces. Allí los delincuentes siempre son negros y los terroristas siempre son árabes, con lo que lo tienen bastante fácil a la hora de identificarlos.
Mi primer acercamiento a la sexualidad, tambien vino de la mano de la gran fábrica de sueños que es Hollywood. Aprendí cómo se rompía la ropa interior de tu pareja o ligue con un solo tirón (tengo que confesar que nunca me ha salido bien, sobre todo, porque mis parejas no me han dejado practicar todo lo necesario). A veces, incluso, me di cuenta que los personajes de la película ni se quitaban los pantalones o las bragas, lo cual siempre me ha parecido un prodigio de pasión y fortaleza viril. Eso sí, cuando lo hacían, se enteraba toda la manzana. La discreción no era su fuerte. Aquí en España, por aquello de la moral católica, siempre tuvimos que ser más comedidos en nuestros aspavientos amatorios. Quizás por eso, la duración no llegaba a alcanzar los records que yo he presenciado ante la pantalla de cine.
Y es que Hollywood nos muestra la realidad de un gran pais, donde cualquier adolescente (varón) con la cara llena de granos y gafas de culo de botella, puede salvar en un solo fin de semana, varias veces al mundo de una catastrofe nuclear. Simplemente tiene que entrar desde su ordenador en los ordenadores del Pentágono y la CIA para engañar a los torpes servicios de seguridad y a una pandilla de inútiles militares dispuestos a lanzar miles de misiles contra el enemigo (aunque no supieran quién era el enemigo). Las que no salen bien paradas son las adolescentes (féminas) norteamericanas: o son unas descerebradas de fácil apertura de piernas que se dedican a bailar con unos pompones en mitad de una pista de baloncesto o futbol americano, o están traumatizadas porque nadie las quiere elegir como pareja para el baile de graduación.
En fin, que gracias a todo eso y más que no cuento por no aburrir, hoy soy un adulto con una visión ajustada de las cosas. Viva el cine americano!
Dicen que todos cojeamos de algún pie. Algunos, incluso de los dos. Hay críticos de arte que disfrutan diseccionando los errores estéticos de tal o cual obra, pero que no aprecian la menor contradicción en el hecho de ir vestidos como auténticos pero modernísimos adefesios. Son esos mismos que van a restaurantes de moda a pedir la castiza tortilla de patatas en versión desestructurada por un tal Adriá. Hay escritores que se pasean de programa en programa y de entrevista en entrevista diciendo que ellos no desean recibir ningún premio y que jamás van a las casetas de la Feria del Libro a firmar ejemplares de sus obras. Suelen ser esos mismos que no han recibido ningún premio y han visto sus carreras literarias jibarizadas por las exiguas ediciones de sus libros. Hay políticos que mientras defienden los intereses de sus conciudadanos, son capaces al mismo tiempo de gestionar una buena recalificación de terrenos (curiosamente) de su propiedad sin mostrar el menor atisbo de fatiga por el trabajo. La Iglesia, sin ir más lejos, es capaz de condenar al sida y al hambre a millones de africanos con tal de no dar su brazo a torcer en materia de preservativos. El mismo Bush, cuyos gustos pornográficos son extremadamente sutiles (veanse las fotos de Sadam Hussein en calzoncillos filtradas a los medios de comunicación hace unos meses), es capaz de mostrarse totalmente brutal (en el sentido literal de la palabra) en las demás facetas de su vida. Y es que no hay nada como la coherencia a la hora de ser uno mismo. Mientras algunos se consumen por la envidia al ver las exitosas vidas de sus congéneres de patio de recreo o de comunidad de vecinos, capaces de cojear sin que se les note, a otros se nos resiente el cerebro y la cadera ante tanto desequilibrio a la hora de caminar por la vida.
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De repente y sin saber cómo, desde luego no por la capacidad de persuasión de Odyseo, me veo con una placa en el portal de su casa con el título de consultor filosófico.
Dicen, los consultores filosóficos, solucionar problemas de sus clientes por medio de una conversación que versa sobre Filosofía. Ha sido, entre otros, Lou Marinoff con su libro Más Platón y menos Prozac quien ha puesto de moda a estos consultores. El mismo autor dice: En función de sus problemas examinamos las ideas de los filósofos que mejor se apliquen a su caso, aquellos con los que usted se sienta más cómodo. Pero como señala Ivana Costa más allá del efecto terapéutico que pudiera tener esta práctica, está claro que el adjetivo filosófico está allí en nombre de un rigor y de una solidez intelectual de los cuales el cliente puede no participar jamás.
Pero yo me pregunto: ¿Es tarea del filósofo proporcionar consuelo, o más bien lucidez y clarividencia, aunque sólo sea lucidez para apreciar que vivimos con problemas que carecen de solución?
Bueno, pues sea una cosa o la otra, o las dos a la vez, o las dos a la vez más otras, o ninguna de ellas ¡vaya usted a saber! Se han equivocado ustedes de doctor, por varias razones:
1. Porque no creo que este doctor tenga ni el rigor ni la solidez intelectual indicados, desde luego no más que sus posibles pacientes.
2. Porque difícilmente puede aportar un consuelo que a él le falta y que permanentemente busca (desde hace casi dos años junto a vosotros con auténtica fruición.).
3. ¿Cómo puede vuestro posible doctor lucidez y clarividencia cuando busca desesperadamente una luz?
A poco que hayáis leído mis comentarios en este lúcido Viaje de Odyseo, habréis notado algunas de estas cosas que anteriormente os digo (y otras muchas) simplemente analizando la forma en que me expreso: Creo...., me parece....., tal vez...,.
Vale que pase el primer paciente:
-Nombre.
-Rival de Odyseo.
-Sexo.
-¿Doctor, está usted ciego?
-Edad.
-Aproximadamente la misma que usted, aunque más joven que Odyseo.
-Profesión.
-Músico.
-¿Qué instrumento toca?
-Soy multiinstrumentista. Pero vamos, puedo tocar las narices, la gaita, la flauta, incluso alguna vez la fibra.
-¿Cuál es su dolencia?
-¿Puede considerarse Filosofía el discurso anterior?
-Tal vez si, pues todo lo dicho parte de la duda, madre de la Filosofía.
-Doctor, ¿Me quiere usted decir que soy un filósofo, que cualquiera puede ser filósofo, como pregunta Brisa?
-Por supuesto, no sólo lo puede ser, sino que no podemos dejar de serlo.
-Y ¿En qué consiste ser filósofo?
-Eso dejo que lo piense usted, hasta que nos volvamos a ver. Por cierto son 50.
-¿A cambio de qué? Pues ni me ha consolado y encima me voy con más dudas de las que traje).
-Si fuera usted mujer, le daría un beso, como no es el caso le recomiendo que vuelva a escuchar la música que hemos tenido de fondo en su primera cita: Dream Theather A change of season.
El Rival de Odyseo, inaugurando la nueva sección titulada El guiño de la lechuza que saldrá todos los lunes a la venta.
Tras mucho insistir a lo largo de los dos últimos años, por fin he logrado (eso creo) convencer a MI RIVAL de que se encargue de una nueva sección que va a pasar a formar parte de este Viaje de la Vida.
Todavía no sé cómo la bautizará, pero cumplirá una función, desde mi punto de vista, muy necesaria y complementaria de la que ya venía humildemente desarrollando este blog: la de servir de punto de encuentro y reflexión sobre los temas más variados, con un enfoque multidisciplinar, entre filosófico y ético, siempre humanista, pero sobre todo aportando su experiencia y sabiduría que no es poca.
La idea no sólo es que él plantee temas de reflexión, sino que vosotros le planteéis dilemas y cuestiones, consultas que requieran un análisis y orientación profundos. Será algo así como un consultorio filosófico como los que están empezando a abundar en algunos países del ámbito europeo y que hacen una sana competencia a otro tipo de consultorios orientados exclusivamente por la psicología o la religión.
Ocupará un día fijo de la semana aunque aún no hemos decidido cuál.
Espero que le animéis y que el proyecto obtenga vuestro apoyo y beneplácito.
Me encanta ver la de gente preocupada por la Educación que hay en este país. No importa que las encuestas y evaluaciones digan que nuestro país es de los de la cola en materia de Educación, porque lo que importa es que tenemos a millones de personas dispuestas a salir a la calle por defender el mejor de los sistemas educativos posibles.
Me encanta porque estoy seguro que eso se traducirá a partir del lunes en salas de visita en los colegios vacías de padres que vienen a protestar la más mínima decisión del maestro por temor a que su joven cachorro se traumatice.
Me encanta porque eso quiere decir que estos curas que se manifiestan hoy en la calle por los derechos de los padres a elegir el centro educativo que ellos prefieran, a partir de mañana no tendrán problema en admitir en sus colegios a todos los hijos de inmigrantes que ahora ven sus puertas cerradas.
Me alegro por esos políticos del PP que ahora desfilan alegres pancarta en mano para pedir soluciones a los destrozos que ellos mismos provocaron en su anterior etapa de gobierno. Eso querrá decir que a partir de ahora no serán cicateros a la hora de conceder fondos económicos para mejorar el sistema público de educación que tanto les preocupa.
Me alegro, en fin, por los miles de profesores, de padres, de alumnos, que verán a partir de mañana cómo todos los problemas del sistema educativo se van a ir arreglando hasta convertirnos en un país más modélico que la propia Finlandia, y encima con menos de la mitad de gasto presupuestario. Pues menudos somos nosotros.
Se acabaron por fin los vaivenes legislativos en materia de educación; las reformas promovidas por un grupo de mandarines encerrados en sus despachos que ni saben a qué huele la tiza; las diatribas contra los profesores que aguantan a diario las consecuancias de su continua pérdida de prestigio en una sociedad que prefiere como ídolos a los participantes de Gran Hermano o a un futbolista, que a un escritor o un científico; se acabaron los abandonos escolares, el absentismo y la violencia en las aulas; queda desterrada la desmotivación y pasividad del alumnado en el reino de la innovación didáctica y pedagógica; se acabó por fin la contra-educación programada por los medios de comunicación.
Lo importante, lo esencial, está conseguido. Seremos los últimos en comprensión lectora y en resolución de problemas matemáticos; nuestra ignorancia en materia de Historia o Literatura será casi infinita; prescindiremos de materias inútiles como la Filosofía, el Arte o el Latín; pero nuestros hijos sabrán Religión (A.M.G.D.) y en eso seguro que los finlandeses no nos superan.
Desde sus púlpitos mediáticos los sacerdotes de la democracia (Bush y Aznar) nos fustigan y amenazan con el fin del mundo si no seguimos sus recetas. Como profetas, anuncian las mismas calamidades que luego ellos mismos se encargan de fomentar y sus mentiras se convierten en dogmas de la más rastrera ideología. Deslocalizan la tortura en cárceles secretas repartidas por todo el mundo al mismo ritmo en que se deslocalizan las fábricas en la nueva economía. Ellos y sus perros guardianes globalizan las enfermedades y convierten a los pollos en ángeles, aunque sean ángeles exterminadores.
Sentimos el miedo que nos inoculan desde las pantallas de forma continua y nos dejamos conducir amedrentados, cabizbajos y obedientes, porque creemos en nuestra debilidad, que es su fortaleza.
Agachamos la cabeza y no nos atrevemos a mirar a los ojos de la miseria. Nos recluimos en nuestros barrios de ricos seres afortunados porque pensamos que ahí nada nos puede pasar. Si acaso nos asomamos a la playa de los periódicos donde la marea arroja a diario los desperdicios del día en forma de guerras y subidas de precios, maltratos y abandonos, atentados y despidos, con la precaución de que no se nos manchen de negro los dedos. Comprobamos si el seguro nos cubre el incendio del coche y nos echamos a dormir tras una buena comida.
El día ya no da más de si.
Algunos no debemos mirar muy lejos para encontrar a nuestro mayor enemigo. No se encuentra entre nuestros vecinos, nuestras amistades, nuestros compañeros, nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros padres. No se trata del jefe ni de la cajera que nos atiende en el supermercado. Ni siquiera es la sociedad o sus instituciones, ni las leyes ni los mandamientos. De hecho, muchos nos podríamos cambiar de trabajo o de residencia, irnos a otra ciudad u otro país y seguiríamos teniendo los mismos problemas que en este momento. Y es que nuestro mayor enemigo viaja con nosotros y nos acompaña a todas partes.
Solo tenemos que pararnos, detener la huida no se sabe hacia donde, y mirar dentro. Fijaos cómo enseguida atraviesa ese paisaje interior un mal pensamiento cargado de deberías (deberías estar trabajando más o estudiando, o ayudando a tu madre o ...). Intentad detenerlo y veréis cómo enseguida acuden en su ayuda mil justificaciones, racionalizaciones aprendidas desde tiempo inmemorial, repetidas hasta la saciedad. Aún así, si alguno todavía persiste en su intento, ved cómo enseguida se agolpa la culpa en la garganta y nos grita e insulta, nos ridiculiza y nos humilla, para que agachemos una vez más la cabeza y asumamos "nuestro deber".
También existe la versión descuidada del enemigo propio: la que nos impulsa a comportarnos de forma peligrosa, arriesgada sin necesidad, la irresponsable y vana, que nos emborracha con su perfume y nos lanza en la primera curva contra el muro de la autodestrucción. Incluso estamos los que combinamos ambas estrategias: primero nos machacamos y luego, para soportar la tristeza, la angustia y el dolor, nos embriagamos y hundimos en un lodazal mundano que distraiga a nuestra conciencia durante un rato.
Sin embargo, qué felices seríamos si simplemente nos dedicáramos a hacer las cosas lo mejor posible sin preocuparnos de sus efectos; si solo nos responsabilizáramos de nuestra felicidad y dejáramos a los demás ser felices a su manera; si en vez de actuar desde tanto debería, actuáramos más desde el me gustaría o querría, impulsados por un sano juicio de adulto responsable y moderado, que se quiere a si mismo y sabe exigirse lo justo en cada momento. Fijaos, que solo se trata de quererse a uno mismo, de dejar de hacerse daño, de no maltratarse, de firmar la paz con nuestro corazón.
¿Quiere alguien probar a firmar una tregua con uno sólo de los pensamientos que le maltratan?
Las noches de Paris ya no son lo que eran. Han perdido todo el romanticismo y se han convertido en noches para sacar el lado salvaje del ser humano. Algunos han empezado a ver las orejas al lobo y esperan alarmados que papá-estado les saque las castañas del fuego. No comprenden cómo unos ciudadanos de tercera pueden reclamar los mismos beneficios que los ciudadanos de primera. Otros, los de siempre, aprovechan la ocasión para recordar que todo esto puede ser efecto de "una mala política de inmigración", queriendo decir en el fondo de su corazón que lo que habría que haber hecho hace muchos años es haber prohibido la entrada en la sacrosanta Europa de estos sans cullottes extranjeros. El Gobierno se reune con los profesores de los colegios e institutos de la zona, como pidiendo explicación, pero en el fondo buscando respuestas a un misterio que no tiene nada de enigmático. Están asombrados que en el corazón de la civilizada Francia, pueda ocurrir algo que solo lo hemos visto en los barrios negros de Nueva York o Los Angeles. Se sorprenden de la violencia y el rechazo brutal de grupos espontáneos y organizados de jóvenes hacia la sociedad que les ha dado ¿qué?
La bomba de la pobreza y la marginación que estaba oculta y aparentemente neutralizada en la periferia de las ciudades europeas, de pronto, ha encendido su cuenta atrás, su temporizador con retardo, y ahora nadie acierta a desactivarla.
Unos, los de siempre, piden mano dura con los revoltosos, como si eso fuese a solucionar el problema. ¿A cuántos miles habrían de meter en la cárcel? Otros se aprestan a conceder ayudas, subvenciones, becas, subsidios, para tapar las bocas durante un rato. Aunque todos saben que la solución no puede ser pan para hoy y hambre para mañana. La solución era bien sencilla y se sabía hace ya muchos años, pero fue más fácil explotar al inmigrante, recluirlo en guetos donde pasaran más desapercibidos, no trabajar por su verdadera integración ni por la de sus hijos, ya auténticos enfant de la patrie nacidos en suelo francés. Hoy estos enfants terribles han puesto la patria patas arriba dejando ver sus miserias. Reclaman lo que cualquier ciudadano: trabajo digno, salario digno, vivienda digna y leyes iguales para todos. Quizás porque tuvieron que aprenderse la Marsellesa en el colegio y porque en sus clases de historia les contaron la Revolución Francesa. Hoy, Paris necesita algo más que una misa, y el resto de Europa lo sabe y se pone a rezar.
El miedo es un misterio. Las personas tenemos infinidad de miedos, algunos sin catalogar aún. Algunos no habían sentido miedo a estar en una cárcel secreta de la CIA hasta hoy que se han enterado que existen. Es decir, no podemos tener miedo a lo que desconocemos que existe o a lo que no sabemos que nos vaya a hacer daño. Por eso, algunos se pasan la vida teniendose miedo a sí mismos, porque se conocen y saben lo mal que lo pueden hacer con los otros y con ellos mismos. Otros, aparentemente más normales, nos bloqueamos por el miedo a la imperfección, por el miedo al que dirán, por el miedo a no estar a la altura, por el miedo al ridículo, por el miedo a hacer daño, por el miedo a romper algo, por el miedo a la intimidad, por el miedo a abrirnos a las otras personas, por el miedo a la oscuridad, por el miedo a morir, por el miedo a la enfermedad, por el miedo a no complacer absolutamente a todo el mundo...
Y todavía hay quien se pregunta cómo podemos sobrevivir en esa jaula, cómo es posible siquiera respirar cuando todo permanece anudado, encadenado, sometido al imperio del miedo.
Los que lo conocen y dominan saben que el miedo es un arma de enorme poder, pues inutiliza todas las capacidades del otro hasta dejarlo roto y sin voluntad. Al contrario que la envidia, que está casi tan extendida como el miedo, aquella te impulsa a hacer cosas y luchar por conseguirlas aunque los métodos y los fines no sean los adecuados, mientras éste te paraliza y bloquea, te impide levantar la cabeza y moverte, te deja reducido a la condición de mero vegetal. Lo paradójico es que los envidiosos también tienen miedo de no ser tanto como los otros, así que no disfrutan de ninguna ventaja.
Si unimos el miedo y la culpa nos encontramos con un coctel altamente peligroso, pues a la potencia del primero se une el enorme peso de la otra, y juntos nos aplastan sin compasión sobre nuestra propia biografía. Gran parte de la responsabilidad de que viajemos con semejante equipaje se debe a nuestros queridos maestros, padres y todos aquellos adultos que nos acompañaron a lo largo de la infancia. El jefe, la pareja, el vecino y el telediario se han encargado del resto. Y no olvidemos que nosotros solitos solemos ser alumnos muy aventajados en eso de hacernos la puñeta en versión solitaria y oculta.
La única receta que conozco para evitar todos ellos es una simple pregunta y una respuesta aún más simple. La pregunta es ¿y qué pasa si ocurriera esto? refiriéndose al miedo de cada uno o de cada momento. La respuesta es que no pasaría absolutamente nada. Curiosamente, lo único que hace falta es creerselo.
"El Corte Inglés es el Corte Inglés porque lo sabe todo acerca de sí mismo"... y de nosotros. Sería absurdo que el Corte Inglés no supiera cuántas sucursales tiene y dónde se ubican, como sería absurdo que los empleados de la 4ª planta no se hablaran con los de la 6ª o que les plantearan un cambio de organización o, incluso, la separación de la empresa.
El señor Carod Rovira, de paseo este fin de semana por Lisboa, se habrá encontrado con miles de ciudadanos de toda Europa paseando por esa maravillosa ciudad, hablando diferentes idiomas, y que todos llevaban la misma moneda y compraban en el Corte Inglés. Habrá comprobado también, por ejemplo, la cantidad de sucursales del BBVA que allí hay. Y es que el dinero no debe tener patria, decían algunos. Yo más bien pienso que la patria está en esas grandes corporaciones como la Caixa, la Renault o el Ikea. Si sumáramos la superficie de todos sus locales seguro que ocupaban un territorio mayor que muchos países. Y teniendo en cuenta el tiempo que pasamos dentro de sus fronteras, muchos de sus clientes podríamos pedir ya mismo la nacionalidad, preferentemente quienes tengamos tarjeta de pago de dicha entidad.
Son corporaciones muy complejas, con miles de empleados, secciones, negocios, clientes, establecimientos, y sin embargo sus gestores saben perfectamente hacia donde deben ir y cuáles son las mejores tácticas empresariales para salvaguardar sus intereses. Su futuro pasa por crecer y absorver, no por dividir y segregar. El negocio y el beneficio es cosa de todos, no solo de los de la sección de charcutería o de bolsos. El Corte Inglés habla el mismo idioma esté en Portugal o en España. El BBVA no habla vasco porque sabe que con esa lengua no haría negocio. La Caixa solo entiende el sonido de las monedas en el bolsillo pero le da igual de donde vengan.
Ellas saben quienes son, desde que se levantan hasta que se acuestan. Nosotros, sin embargo, nos podemos levantar creyéndonos la reencarnación de las esencias de nuestros ancestros y perder el norte antes de que vuelva la semana fantástica de las rebajas.
NOTA: el autor de este post se pregunta si el señor Carod Rovira habrá viajado hasta Lisboa este fin de semana porque preveía el nacimiento de Doña Leonor y así no tener que felicitar a la monarquía. También se pregunta si le agradaría el bullicio cosmopolita de la Cervecería Trindade o hubiera preferido tomarse un fuet Casa Tarradellas oyendo solo catalán en el patio de su casa.