¿Cual es la clave de la misteriosa economía espiritual de un Dios que decide ahora matar a 300.000 personas mediante el natural truco de un tsunami, o que todos los días, selecciona a miles de hombres, mujeres y niños, de cualquier edad y condición para mandarles alguna enfermedad o la misma muerte? ¿A quién se le ocurrió crear un mundo cuya salvación requiere el sacrificio de los santos inocentes?
¿Qué clase de creación hizo este ser perfecto que necesita aliarse con el mal para provocar desgracias a diestro y siniestro?
Los designios de ese dios son inescrutables, dicen. y ante semejante idea, solo nos caben dos opciones: la irritación más que teológica o la resignación más o menos cristiana.
A mí, personalmente, ya solo me queda rabia. Ni siquiera me molesto en rebelarme contra esa nada, con la debilidad y el miedo de un Hombre, pero con la altanería y orgullo de un dios, que decía Séneca.
No entiendo las razones, no entiendo ya casi nada. Quizás, tenía razón el filósofo Rubert de Ventós: es "Dios, entre otros inconvenientes".
Según noticia aparecida en los medios en el día de ayer, la comarca del Valle de Arán pide un "pacto de libre unión con Cataluña". Le asisten las mismas supuestas razones que esgrimen otros en casos parecidos: que tienen una lengua y cultura propias, un pasado de libertades y autogobierno propio, unas singularidades especiales, etc, etc, etc.
Piden además, que les den permiso para crear tres federaciones deportivas propias (esquí, caza y pesca). Da la casualidad (siempre ocurre lo mismo) que los araneses son los habitantes de la comarca de mayor nivel de renta de toda Cataluña. Estos seis mil individuos (que no son más) se remontan al siglo XII para recordar que en ese momento decidieron libremente unirse a la corona de Aragón y por eso ahora piden hacer lo propio pero en sentido ¿contrario?
Y es que a Ibarretxe le están saliendo hijos por todas partes. ¿Será un virus contagioso o es que se nos ha ido la cabeza a todos en este país? ¿Será que siempre hemos de ir en contra del futuro o es que se están poniendo de moda, además de los ayatollah de todo signo, los nuevos señores feudales?
Puestos así: ¡¡¡¡Viva mi aldea y el portal de mi casa!!!!!!!!!
Resulta que suele ser costumbre celebrar los aniversarios de los blogs personales. Este blog se inauguró hace 374 días, a una hora parecida a esta en que publico casi siempre, un 14 de Febrero. Comprenderán que por no hacerle sombra a San Valentín, haya postpuesto mi celebración del cumpleaños para pasados unos días.
Durante este tiempo le puedo haber dedicado como mínimo una hora diaria al tema en cuestión, lo que equivale a casi 16 días completos que he pasado entre vosotros. Eso es más de lo que he pasado con la mayoría de las personas con las que me relaciono. Pero además, ha sido un tiempo bastante bien aprovechado, en donde hemos leído cosas que no le habríamos contado ni a nuestros más cercanos y nos hemos hecho comentarios muy personales y enriquecedores. Solo por eso ya ha merecido la pena con creces todo el trabajo y esfuerzo dedicado.
Aprovecho, pues, para dar gracias por haberos puesto en mi camino, a sabiendas de que todo es temporal y que cada uno sigue su propia trayectoria. Nuestras coincidencias, momentáneas, son y serán bien aprovechadas mientras duren. El camino es largo y no sabemos dónde exactamente nos llevará tras cada curva, tras cada cruce. Hoy es este y eso me vale. Carpe diem.
Una de las quejas más repetidas en cualquier sala de profesores es que los alumnos, hoy en día, no comprenden nada de lo que se les dice. Da igual la materia, el tema, la asignatura, el área. El resultado es que un alto porcentaje de alumnos (tanto de Primaria, como de Secundaria, como de la Universidad) no comprende el mensaje (oral o escrito) que se le pone por delante. Pasa que no leen, y no leen porque no comprenden.
Les pasa, como recordaba hace tiempo Javier Marías en un artículo, que desconocen la sintaxis mínima de la narración, al igual que les ocurría a los espectadores del cinematógrafo hace un siglo cuando perdían el hilo de la secuencia de imágenes en la pantalla: desconocían el lenguaje cinematográfico que permite hacer saltos, hacer sobreentendidos y vueltas atrás, en un ejercicio práctico habitual para nosotros pero absolutamente novedoso para ellos.
El problema viene cuando te das cuenta que, incluso en ese lenguaje cinematográfico al que estamos ya tan acostumbrados, cometen los mismos errores que nuestros tatarabuelos, al no distinguir entre ficción y realidad y creer que lo que le ocurre a los personajes de la pantalla es lo que les ha ocurrido en la realidad. Así, aceptan como real cualquier acontecimiento histórico visto en el cine o leído en una novela de género histórico, pensando que eso es lo que realmente sucedió.
Así, cualquiera que vea Alejandro o Troya se creerá más culto y conocedor de la historia, y cualquiera que haya leído el Código Da Vinci creerá que ha aprendido algo. Todo lo cual no deja de ser ese absurdo primitivismo que denuncia Javier Marías y que los profesores detectan cada día en las aulas. Y lo grave es que conceden más credibilidad al cine que a lo que les dicen los libros de texto o sus profesores.
La solución para esta enfermedad es volver a enseñar lo más básico, el abecedario narrativo, en pequeñas dosis, con lecturas recomendadas y algo de reposo (y repaso) para avanzar hacia una adecuada curación comprensiva.
Se esta discutiendo sobre el tema de la necesidad de establecer un código ético en la blogosfera o si, por el contrario, se debe mantener la absoluta libertad del medio (aquí os pongo algunas referencias con distintas opiniones para seguir la discusión: e-cuaderno , Sonia Blanco , Escolar-net, Alvaro Ramírez Ospina).
Para mí, se está confundiendo todo y se mezclan churras con merinas. Nadie puede obligar a nadie a que cuando publica en su blog lo último que se le haya ocurrido no se invente completamente una historia, cite o no a otros autores, sea verídico y fiel a lo ocurrido, o mienta como un bellaco. Todo ello entra en el terreno de la ética personal.
La ética personal no se abandona cuando uno va al baño, cuando uno conduce, cuando trabaja o cuando escribe un blog. El blog es algo tan personal como escribir un diario (y a nadie se le pide que sea sincero en su diario, salvo su propia conciencia). La libertad es eso.
Los medios de comunicación y los profesionales del periodismo ya tienen su espacio, no quieran ahora también invadir el de todos, salvo si es para hacer lo de todos. Las bitácoras son un espacio de libertad y un nuevo y democrático medio de comunicación al alcance de todos. El día que nos sometamos a los profesionales habremos perdido nuestro principal aliado: la absoluta libertad y nuestra cercanía a la realidad espontánea, sin filtros de política empresarial, audiencias o competencias. Los periodistas tienen un código deontológico que les obliga a informar y a decir la verdad (quépocos lo cumplen y de qué poco les sirve a la gran mayoría).
Yo personalmente, procuro citar mis fuentes de información, cuando utilizo la idea que he leído en otro blog, pido permiso a su autor y le cito en mis post, exactamente lo mismo hago con las imágenes. El resto es cosa mía, de mi conciencia y de mis lectores que son los que pueden opinar y juzgar si lo que publico les agrada o no, les entretiene, les hace pensar o simplemente les informa. O todo lo contrario.
La vi y me quedé varado en su sonrisa...
...la perdí y me di cuenta
de que ya no quedan islas donde naufragar.
Cualquier ingeniero de caminos, cualquier arquitecto, cualquier jefe de obra, sabe lo que pasa con el cemento. El cemento es moneda de cambio y trueque. En este país (supongo que no es el único) las empresas constructoras a las que se adjudican unas obras públicas o privadas y que contratan y subcontratan los servicios de otras empresas, escatiman el cemento hasta límites rayanos con la temeridad. Puentes que sobrevuelan autovías, torretas eléctricas, edificios enteros, túneles, plataformas de hormigón, ninguna de estas obras tiene la mezcla y proporción adecuada de cemento. Ese material se ha ido diluyendo por el camino de las hormigoneras, los despachos, los sobres bajo cuerda y los pagos extra para ir tapando bocas o llenando bolsillos. Así se consiguen muchas licencias y permisos, se aceleran trámites, se impiden inspecciones o se ocultan chanchullos.
Y eso lo sabe cualquier político que haya tenido responsabilidades en las áreas de obras públicas, urbanismo, vivienda o infraestructuras viarias en este país, en cualquier escalón de la administración.
Y eso lo saben los ingenieros responsables de los túneles del Metro en el barrio del Carmel y los políticos municipales y autonómicos del lugar.
Y es que eso lo sabe hasta el último peón de la obra.
¿Cuándo empezarán a asumir responsabilidades tanto unos como otros?
¿O tendrán que ser los jueces quienes metan mano en el asunto?
Ya veréis dónde llega el hilo. Si es que van a tener razón quienes piensan que aquí hay más de uno con la cara más dura que ese cemento que falta.
Leyendo esta mañana el blog de Magda, me puse a reflexionar sobre el tema de la mirada para hacerle un comentario que reproduzco ahora aquí algo ampliado. Le decía que “mirar” es algo que se debe aprender. No solo vemos con los ojos, sino que vemos también con el alma. No solo vemos lo que vemos, sino que vamos más allá del objeto, de la imagen, para adentrarnos en un mundo, ficticio o real, imaginado casi siempre, donde nuestra experiencia, nuestra formación o nuestra cultura nos llevan. Pero además, vemos según lo que ya llevamos visto, es decir, las imágenes pasadas nos influyen y contaminan para ver las imágenes del presente y el futuro. Nuestra mirada, por desgracia, no está limpia y no es totalmente libre. Por eso quizás nos llama la atención la mirada de un niño, porque aún no se ha ensuciado con los millones de imágenes que bombardean nuestras retinas a diario. Un niño de unos 10 años, ha visto ya más imágenes que un abuelo de 80 años en toda su vida. La tecnología nos permite hoy retener y reproducir, almacenar y visualizar millones de imágenes en distintos formatos, pero al mismo tiempo, nos contamina la visión con su incansable flujo.
Tenemos que aprender a mirar así como tenemos que aprender otras tantas cosas importantes en la vida de cualquier persona: aprender a amar, a escuchar, a esperar… Mirar, no es simplemente ver. Mirar es ir hasta el fondo y penetrar en la esencia de lo contemplado, para su aprehensión por los ojos y el cerebro, el espíritu y el ser completo.
Mirar es vivir toda la vida que se encierra en una imagen… y escuchar su música.
Se calcula que actualmente hay unos 300.000 niños combatiendo en diferentes conflictos bélicos en el mundo. La mayoría de ellos son menores arrancados de sus familias o secuestrados, o huérfanos, que son adiestrados para las mayores crueldades desde los cuatro o cinco años. Se les maltrata y tortura para que aprendan a odiar y no temer al dolor ni a la muerte. A las chicas se las viola y se las esclaviza sexualmente en beneficio de sus mandos militares y adiestradores. Todos llevan a sus espaldas un gran fardo de humillaciones y en las manos una metralleta o un fusil automático. La mayoría de ellos han perdido cualquier rasgo mínimamente humano y en su alma sólo existe el odio y el miedo, como en un perro de presa.
Con 14 años muchos ya no recuerdan el número de asesinatos que han cometido ni las veces que han abusado de ellos sus propios compañeros. Desconocen lo que es vivir en una familia, tener amigos, jugar o ir a la escuela. Solo han conocido la violencia y la calle. Fuman compulsivamente y muchos toman drogas o alcohol para sobrellevar su terrible existencia. Para matar no necesitan ni mucha fuerza ni mucha estatura: basta con saber apretar el gatillo de un AK-47 que muchas veces les sobrepasa en altura. Un solo dedo les da poder sobre cualquier persona que tengan enfrente, pues con ese solo dedo aprietan el gatillo que les volará la tapa de los sesos o le perdonarán la vida.
Algunos optan por suicidarse. Otros llevan como pueden las heridas que saben no se curarán nunca. Sus almas llevan cicatrices con todos los abusos y humillaciones que han sufrido y que han cometido. Demasiado para unos seres tan jóvenes y tan viejos al mismo tiempo.
Perdieron su infancia y su dignidad, perdieron el sueño y solo aprendieron a odiar. ¿Quién juzgará a sus creadores?
El contexto es una palabra mágica, un concepto teórico variable del tamaño de un agujero negro y que se lo traga todo, desde las impagables actuaciones de unos supuestos seres vips en el GH, hasta las desafortunadas declaraciones de un político catalán a la altura del barrio del Carmel, pasando por las palabras en una entrevista a alguna famosilla de entrepierna ligera o el anuncio urbi et orbe del portavoz de la Conferencia Episcopal sobre las bondades del preservativo.
El caso es que el contexto suele ser una cosa amorfa de dificil definición en los bordes y de intrincada penetración en el centro. El contexto puede serlo todo y puede ser nada al mismo tiempo, según un misterio solo parangonable al de la Santísima Trinidad. Es, o no es, según convenga. Por ejemplo, a partir de las declaraciones de cualquier militar argentino directamente relacionado con la desaparición de compatriotas en los años de la dictadura, el contexto puede ser desde la Argentina del golpe de estado hasta la Argentina de la guerra de las Malvinas, es decir, Argentina completa y en su conjunto. Es lo que llamaríamos un contexto amplio (ancho) que debe, según el usuario del ejemplo, servir para eximirle de toda responsabilidad. Otro ejemplo, éste más dificil: "el preservativo tiene su contexto en la prevención integral y global del sida" que quiere decir, que el preservativo tiene su contexto en la prevención integral y global del sida. Ni más ni menos. A los dos días, tras el toque de atención, el mismo señor nos decía que había que entender sus palabras en relación con el uso del preservativo en el contexto de la prevención integral y global del sida, y ya nos quedó a todos más tranquilos. Esto sería un ejemplo de contexto teológico o metafísico, que consiste en hablar con medias palabras y media doctrina para que la otra mitad se sobreentienda no entendiendo nada.
Aplicando el mismo principio contextual, es más fácil entender entelequias como el plan de un tal Ibarretxe, la política informativa del Ayuntamiento barcelonés en el barrio del Carmelo, las torturas en la cárcel de Abu Graib, la guerra de Irak o los polvos de Nuria Bermúdez. El contexto siempre es el mismo: la mentira.
Cuentan que en Estados Unidos (para estas gilipolleces siempre son los primeros, no sé por qué) está creciendo de forma desorbitada un nuevo negocio que tiene que ver con el alivio del estrés ajeno: vendedores de música con efectos relajantes, libros de autoayuda, sesiones de masaje con musicoterapia, aromaterapia, flores de Bach, aparatos con sensores para los dedos y ordenadores con programas especiales de relajación visual y auditiva.
Leía el otro día en el New York Times que hay personas que llegan a invertir unos 400 dólares mensuales entre clases de yoga, balnearios, masajes e incienso por kilos. Cita el testimonio de personas que han llegado a pagarse viajes a la India ( al precio de 7.500 euros) para practicar relajación (como si el hecho de viajar hasta allí te concediera más boletos para alcanzar el nirvana).
Los grandes centros financieros y tecnológicos son terreno abonado para encontrar a estos buenos incautos que siempre están dispuestos a pagar grandes cantidades para comprar serenidad. Y, claro, es allí donde abundan los emperesarios dispuestos a vendérsela a cambio de aliviar de peso sus bolsillos y carteras. Los mejores llegan a ofrecer asesoramiento para la decoración del hogar, asesoría personal sobre tu vida diaria y sus quehaceres, videojuegos especializados, vitaminas, yoga, masajes, retroalimentación biológica (que no sé qué es pero me suena a comerte tu propia mierda), libros de autoayuda escritos en un fin de semana por un ama de casa que salvó su vida y su familia gracias al método que ella misma ha patentado, preparación para el parto e hipnotismo.
Según el Natural Marketing Institute, en el año 2003, los estadounidenses gastaron 27.000 millones de euros en productos de relajación (ahora comprendo cómo ha sido reelegido Bush el Menor). Los productos estrella son los colchones de meditación (como si el Flex de toda la vida no valiera), bolígrafos con aparatos de masaje en su extremo (en mi pueblo los llaman consoladores), máquinas para la circulación (en mi pueblo salimos a pasear), sillas con apoyos acolchados y mando eléctrico, colgantes que liberan tu energía personal (a mí eso me lo hace la vecina del quinto de maravilla), discos con sonido de lluvia (ya sé que este año no ha llovido mucho, pero ...), etc. Además ha surgido una pléyade de asesores y preparadores de salud mental que ofertan seminarios, cursos, cursillos y sesiones, a 250 euros por hora (yo a esa velocidad es que me desestreso de golpe).
Por ejemplo, hay seminarios sobre la técnica del garabateo "con el objeto de que la gente utilice el lápiz y el papel para olvidar preocupaciones futuras (¿futuras? ¿cómo se consigue tener preocupaciones futuras?) y pasadas".
Con lo fácil que lo tendrían (y barato) si echaran de vez en cuando un polvo. ¡Ay Señor!
¿Qué pasaría si, de pronto, decidiéramos hacer eso que siempre hemos soñado? ¿Qué pasaría si diéramos un abrazo a la persona que tenemos al lado y le dijéramos lo que la queremos, lo que representa para nosotros y nunca nos hemos atrevido a decirle con palabras?
¿Qué pasaría si todos decidiéramos no usar el dinero durante una semana solamente?
¿Qué pasaría si todos nos pusiésemos de acuerdo para intercambiar pequeños servicios personales de nuestra especialidad con los demás: yo arreglo tu ordenador, tú me haces una estantería, el otro te lava el coche, aquel arregla una tubería, este arregla el coche o pinta la pared de la habitación?
¿Qué pasaría si todos dejáramos de usar el coche durante un mes?
¿Qué pasaría si decidiéramos decir siempre la verdad?
¿Qué pasaría si, navegando a través de internet, llegáramos a la última pantalla?
¿Qué pasaría si....?
De "singular tinglado espectacular" tilda Francisco Calvo Serraller a la 24ª edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (ARCO) que se celebra en Madrid. Feria o mercado, supermercado o exposición, ARCO representa lo mejor y lo peor del mundo del arte actual. Lo mejor porque allí se dan cita los mejores galeristas españoles ý porque allí se reune una buena muestra de lo que se hace ahora mismo en nuestro país. Hay que añadir que este año, la presencia de México y la obra de sus artistas (no solo Frida Khalo), da bastante relieve a la feria.
Sin embargo, ARCO también representa lo peor del panorama del mercado artístico español en cuanto que no hay apenas representación de importantes galerías extranjeras y en cuanto que la selección de artistas y obras siempre es muy discutible.
ARCO, demás, refleja todos los males que prostituyen el arte actual y el mercado del arte en general. Hoy en día, la crítica y valoración de las obras de arte no hay que buscarla en los libros y revistas especializadas o en los informes y estudios de los investigadores, críticos y especialistas, sino en las revistas financieras, que marcan las tendencias al alza o a la baja, los precios y el valor de mercado igual que hacen con el petróleo o de los intereses bancarios. Hoy, los coleccionistas de arte, realmente, son coleccionistas de autógrafos. El Arte les importa poco o nada, sólo buscan la firma y juegan a comprar como el que juega a la Bolsa.
Y los artistas que entran en ese juego, se prostituyen de la misma forma, realizando aquello que saben se venderá mejor o causará un mayor impacto en la pazguata opinión de los ricos compradores. Así podemos ver maniquíes vestidos como marines torturando a prisioneros iraquíes ("El perro de Democracy 2005" de Pablo España, Iván López y Ramón Mateos) o maniquíes mezclados entre el público (alguna de las obras de Lotta Hannerz) o montajes audiovisuales y de tecnología digital que te los puedes llevar en un disquete por un precio nada módico.
El espectáculo está servido. Pasen y vean.... y tómenselo con mucho sentido del humor.
Competimos por todo. Nuestra vida es continua competencia. Hombres y mujeres, niños y ancianos, tenemos un nivel de competitividad estresante y de baja calidad. Porque no competimos por ser mejores, por crecer y madurar, sino por aparentar ser mejores que
Los hombres compiten entre sí por el tamaño del pene, por su masculinidad, por su fuerza, por su brutalidad llegado el caso, por su supuesta valentía ante pruebas suicidas. En el trabajo compiten por los favores de la guapa colega o secretaria, por el favor del jefe, por la admiración de los compañeros, y si no lo consiguen a través de la profesionalidad, pues a través de la escalada libre y el pisoteo. En la cena o comida de empresa competimos por tener la acompañante más guapa y atractiva, por conducir el coche más caro o por conocer más restaurantes que nadie; con la familia competimos por tener los hijos que sacan mejores notas o la hipoteca más baja del mercado; con los vecinos competimos por ver quien amuebla mejor la casa o tiene el coche más grande del aparcamiento subterráneo; en el coche competimos por llegar antes al semáforo en rojo y arrancar el primero haciendo ruido; en la cama competimos con nuestras propias fantasías
. o no.
Las mujeres compiten entre sí por tener las mayores tetas y las menores arrugas, por su feminidad, por llevar los tacones más altos, por tener el marido con menos barriga y por ser las más traicionadas por sus amigas de toda la pandilla. En el trabajo compiten por los favores del jefe, por ser la mejor vestida de la oficina, por llevar la falda más corta y atraer más miradas de colegas aburridos y becarios inexpertos, por demostrar que son tan buenas profesionales como los hombres del despacho o tan nefastas como el que más. En la comida de empresa compiten por contar el chiste más verde o más bestia, para parecer más liberadas y modernas de lo que realmente son. En familia compiten por tener hijas de su misma edad con novios que las confundan, por tener el marido que le hace los regalos más caros; con las vecinas compiten por colgar en el tendedero la lencería más atrevida y saber comprar más barato que nadie, por el favor del carnicero, el panadero y el pescadero, por las atenciones del portero y por ver la cara de envidia de la del tercero; en el coche compiten por ser las más prudentes y plantear seriamente los mayores atascos de la ciudad a hora punta; en la cama compiten con nuestras propias fantasías, sin más.
Cuando lleguemos a la tumba competiremos por el gusano más hermoso o el mármol más caro.
Vivimos alienados. Vivimos como si la vida fuese un mero trámite, como si ya desde nada más asomar la cabeza a este mundo estuviéramos cansados de vivir. Vivimos eliminando las cosas que hemos vivido y contando ansiosamente las que nos quedan por vivir, mientras se nos escapa la vida entre los dedos como granos de fina arena. Vivimos sin vivir, llenos de nostalgia por vivir.
Vivimos sin ganas, en una cultura que lo máximo que nos ofrece es el banquete del consumo: consumimos relaciones, tiempo, experiencias, cosas, con la sensación de que hace mucho tiempo que hemos dejado de aspirar a la grandeza de la vida. Nos hemos conformado con una miseria en vez de todo lo que la vida promete. Nos hemos puesto del lado de las cosas en vez del lado de la vida.
Vivimos inmersos en el ruido de los acontecimientos. Hemos perdido el silencio, que no es otra cosa que la capacidad de escuchar el latido y el pulso de la vida desnuda. Porque solo cuando escuchamos el silencio es cuando comienza a andar nuestra capacidad de decir las cosas y nos hacemos dueños de nuestro lenguaje. Hablar, pero de cosas importantes, que son realmente cuatro cosas: si nos han querido, si hemos amado, la muerte y poco más. Esa es la desnudez de la vida, una desnudez que no vende en el mercado de la vida que nos han vendido. Y ese es nuestro deber, ampliar el espacio entre las reglas para permitir que aflore de nuevo la vida creativa.
El científico coreano King Jong-Hwam acaba de dar a conocer el resultado de sus últimas investigaciones en materia de robótica e inteligencia artificial. Partiendo de una simplificación del código genético humano y unas pocas de combinaciones de patrones de conducta, ha creado un código informático capaz de emular por parte de robots la capacidad de sentir y pensar de los humanos.
Afirma el profesor Jong-Hwam que ello supone la creación de una nueva especie artificial y que este invento podría suponer un peligro para la humanidad si se introdujera un código conductual negativo en dichos robots, pero que será muy beneficioso siempre que el código sea positivo.
Aparte de que parece algo exagerado afirmar que con esos parámetros se esté consiguiendo emular dichas capacidades humanas en una máquina (falta aún bastante investigación hasta conseguir auténticos avances en este campo), creo que es una ingenuidad pensar que con unas pocas de combinaciones conductuales y emocionales además de unas pocas órdenes se puede imitar la complejidad de los sentimientos y comportamientos humanos (que además muchas veces son totalmente imprevisibles).
Afirmar que podría ser peligroso suena a intento de hacerse publicidad a base de explotar el morbo ajeno, puesto que cualquier tecnología mal usada puede ser potencialmente peligrosa. La tecnología no es peligrosa en sí casi nunca. Los peligrosos son los hombres que las manipulan o las crean. En fin, ciencia ficción en sentido literal.
Según noticia de la que se hacía eco, entre otros medios, El País el pasado viernes, "los genes influyen en la orientación sexual masculina" según un estudio de un equipo de investigadores de la Universidad de Illinois (EEUU) con la participación de varios institutos de investigación y el Instituto Nacional de la Salud de EEUU: "No existe un gen gay" afirma Brian Mustanski, director del estudio, "la orientación sexual es un rasgo complejo, así que no resulta sorprendente que hayamos encontrado varias regiones relacionadas con su expresión".
Esas regiones se encuentran en los cromosomas 7, 8 y 10. Aunque la correlación (que no causalidad) es de un 60% (no muy elevada) las conclusiones apuntan a que la genética puede aportar explicaciones en algunos casos de orientación sexual masculina (lógicamente, teniendo en cuenta otros factores ambientales y culturales tan importantes o más que los genéticos).
Las conclusiones se publicarán en marzo en la revista American Journal of Human Genetics.
De confirmarse las conclusiones de este estudio y otros similares, ¿qué cambios de opinión, ideológicos, morales, de forma de pensar, produciría en determinados grupos y estamentos sociales? El debate está servido.
Un pobre de cualquier país del Tercer Mundo sobrevive lo que sobrevive en las condiciones en que sobrevive con menos de un euro al día.
Un niño del Tercer Mundo con menos de 80 céntimos de euro se podría vacunar de casi todas las enfermedades contagiosas que asolan sus países. Con algo más de un euro al día se podría alimentar hasta alcanzar un grado de nutrición aceptable.
Una vaca en Europa recibe en subvenciones de la UE dos euros al día.
Yo ya he sacado mis propias conclusiones. ¿Y vosotros?