Acabo de recibir una señal ("I have a dream..."):
Querido Presidente ZP, en los próximos presupuestos le ruego que establezca y considere una partida para la creación de un nuevo ministerio dentro del organigrama del Gobierno que usted preside con esa sonrisa de Jocker y ese talante bucólico-pastoril. A saber, un Ministerio de las Vacaciones.
Basta ver cómo están las calles e hipermerados de las ciudades hoy, día 31 de Agosto, y compararlo con el estado en que se encontraban las mismas ciudades hace unos días, para comprender la necesidad de tal Ministerio. Se trataría de evitar, por un lado que el país se paralice en un mes del año, que las zonas turísticas se congestionen en dicho mes, y que se produzcan las temidas operaciones retorno, entre otros males.
Para lo cual, propongo las siguientes medidas:
1- Todos los ciudadanos tomarán por estricto orden alfabético un mes de vacaciones a partir de ya. Los apellidos que empiezen por la letra A y B, el mes de Septiembre, los de la C y D, el mes de Octubre, y así hasta el final del alfabeto y calendario. Cada año se rotará para que no coincidan los mismos en los mismos meses. (Con suerte, dentro de doce años me toca el mes de Agosto).
2- Las parejas tienen derecho preferente para permutar sus turnos con otras parejas y hacer coincidir los periodos vacacionales de ámbos, siempre que lo deseen (para que la Iglesia no nos vaya a acusar de atentar contra la institución familiar. Los hijos mayores de 16 años, pueden elegir turno parental o por libre. Habrá becas para adolescentes con acné.
3- La Direción General de Destinos asignará un cupo máximo a las playas y los que no quepan, tendrán que ir al campo, la montaña y el turismo rural. Mediante un sistema de puntuación acumulable a lo largo del año (por ejemplo: por no tirar la basura al contenedor antes de las horas permitidas, 2 puntos; por respetar los semáforos y llevar el casco puesto, hasta 5 puntos; por llegar puntual al trabajo, tres puntos; por pagar a Hacienda y pedir el IVA en la consulta del destista, 10 puntos; por pedir que le den la medalla al trabajo a Sabina y que se retire de los escenarios, 50 puntos, etc...).
4- La Subsecretaría de Turismo de riesgo y aventura, determinará la cantidad de fianza que cada ciudadano que se acoja a esta modalidad turística deberá desembolsar antes de tirarse por un puente o por un barranco, para así poder cubrir los gastos del sepelio o de la asistencia sanitaria que precisen. Caso de no ser necesaria, se le reembolsará en forma de Bonos del Tesoro y Entradas al Forum de Barcelona.
5- El Gobierno se reserva la posibilidad de establecer una serie de Parques Naturales Turísticos, a modo de reserva, para hooligans ingleses, cerveceros alemanes y mafiosos del Este de Europa, con el sistema de "todo pagado" desde la entrada en la reserva hasta su salida esposados el último día de estancia.
6- El nuevo y nutrido grupo social de los impares (divorciados, separados, viudos, solteros, y demás gente con miedo a comprometerse y alergia a la compañía continua) servirán como grupos de apoyo para cuadrar números en los cupos de adjudicación tanto mensual como de destino (que para eso están los impares). Tanto en restaurantes y cafeterías, como en hoteles, moteles y prostíbulos, los huecos en mesas, camas y demás jodiendas serán cubiertos por los susodichos, para aprender la solidaridad social de la que están tan faltos el resto del año.
Esperando que sean de su buen parecer y agrado, se despide el abajo firmante.
Un cordial saludo, compañero Presidente.
Odyseo, a su colega Hallofon, cuyo sentido del humor es inimitable.
Últimamente, no hay feria de arte contemporáneo en la que no acabe en la basura alguna de las obras expuestas que el servicio de limpieza ha confundido con una inmundicia. Recientemente, una señora de la limpieza ha acabado con una bolsa de basura en la basura al creer que ese era el sitio adecuado para tal bulto. Luego resultó que se trataba de una obra expuesta y rápidamente devolvieron la basura a su sitio en la exposición. Quizás se trataba de una metáfora, quizás de la pura realidad. ¿Quién tiene más juicio sobre la obra, la señora de la limpieza que capta el verdadero valor de la cosa en cuestión, o el crítico que expande mil teorías sobre el genio creador de su favorito de turno?
Claro, que tampoco es extraño ver en las noches a grupos de sombras huidizas hurgando entre los contenedores frente a los pabellones de la exposición. No son ratas, ni mendigos en busca de un pedazo de pan que llevarse a la boca, sino los propios artistas intentando recuperar las piezas de sus obras desaparecidas sin que nadie las haya comprado.
En algunas ocasiones, sin embargo, los servicios de limpieza, que han sido previamente informados de las cosas que pueden encontrarse en dichas exposiciones, pueden ser tan escrupulosos de su trabajo que ante la duda, dejen una lata de refresco vacía en el suelo por si tratara de la última performance del último eco-artista de moda.
Personalmente, creo que el arte contemporáneo está corrupto, conviviendo en su enorme espacio un sinfin de maleantes de variada calaña y oscuro origen (marchantes, galeristas, artistas, críticos, compradores, falsificadores, intermediarios, subastadores, políticos culturetas, etc) junto a verdaderos artistas comprometidos con su trabajo y su obra, buenos galeristas con criterios no sólo mercantiles y buenos coleccionistas alejados de las corrientes de especulación... y señoras de la limpieza que saben de arte más que muchos de los citados.
Vivir es perder. Cada día, cada hora, cada minuto perdemos algo. Al cabo del tiempo, te das cuenta, de pronto, que has perdido la infancia, que se te fue la niñez, que también has perdido la adolescencia y casi la juventud. Un día descubres que has perdido el pelo y al siguiente has perdido las fuerzas y casi el aliento.
Otro día miras a tu alrededor y confirmas que se han ido yendo tus amigos, tus seres queridos, tus rincones favoritos, tus lugares. Y ya nadie te resulta familiar y hasta tus costumbres cotidianas te parecen anormales.....
Pero vivir, también es ganar. Ganar experiencias, ganar tranquilidad, ganar amigos (y enemigos), ganar kilos y ganar distancia, sabia mirada que casi sin mirar todo lo ve bajo la aparente capa de su superficie. Es ganar, también, lugares, reconquistar sitios y abrir ventanas, es ganar aire hasta ganarte un hueco en la tierra. Y volver.
Recientemente, los medios de comunicación se hacían eco de una noticia protagonizada por el inefable Príncipe Carlos de Inglaterra. El suceso en cuestión tuvo lugar a plena luz del día y en la calle. La propia casa real se encargó de airear el asunto en los medios para que la cosa quedara inmortalizada.
Estaréis pensando de todo, que si por fin la Camila...., que si Harry Porretas le había pasado algo de hierba al padre..... que si la difunta Reina Madre había resucitado entre vapores etílicos con sabor a gin-tonic... que si Carlos habría salido del armario.... pero me temo que por ese camino no vais a acertar.
El asunto es de una trascendencia tal que las mismísimas Olimpiadas quedarían en un segundo plano si no fuese porque la noticia ocurrió mucho antes.
Ahí lo viérais, tan educado, tan trajeado, tan inglés... descendiendo a la calle por una puerta lateral de palacio, y entrando, oh cielos, en un lustroso taxi negro que le esperaba impaciente. El taxi le dio una vuelta por la ciudad, con parada incluída en una estación de taxistas con los que tomó té y compartió algunos chistes, y terminó la carrera en el mismo lugar donde había comenzado.
Carlos se mostró en todo momento altamente entusiasmado por tan feliz y original experiencia. Declaró que aquella había siso su primera vez y que le había gustado tanto que pensaba repetirla a la menor oportunidad.
¿Os podéis imaginar lo que sintió ese pobre hombre al montarse por primera vez en un taxi y pagar de su propio bolsillo? ¿Qué le hubiera pasado si se llega a montar en el metro a hora punta? ¿Y qué le pasará el día en que por fin su madre le permita ir a Eurodisney?
Para correrse.
La playa en verano es un sitio cruel y despiadado, donde la verdad se pasea oliendo a protector solar y a sardina asada de chiringuito. No suelo frecuentarlas salvo en casos de extrema necesidad, como ha sido el caso recientemente.
Lo primero, nada más mirarme, fue declarar mi cuerpo como zona catastrófica y pedir a las autoridades una subvención (no estaba asegurado) para intentar pagar el tratamiento que elimine de mi ser toda una serie de elementos adiposos en forma de michelines, blanduras, callosidades, durezas, arrugas, varices, que de forma inexplicable se han apoderado de todo el espacio habitable de mi persona.
En segundo lugar, me he dado cuenta de que soy el eslabón perdido entre el homo sapiens sapiens y el neandertal, dada la escasez de vello corporal que he apreciado entre los que creía mis congéneres, en contraste con las abundantes y selváticas fragosidades que se extienden por mis piernas, brazos y abdomen. La metrosexualidad se me pone muy cuesta arriba.
Por último, y en vista de todo lo anterior, me voy a buscar un buen psiquiatra, tipo Frasier, que me responda a la cuestión final: por qué yo iba tan feliz por la playa paseando mi nutrida y velluda existencia, mientras los demás llevaban esas caras de angustias esculpidas en sus bellos cuerpos imberbes.
¿Será la cera? O ¿será el hambre?
( ) E de novo acredito que nada do que é importante se perde verdadeiramente. Apenas nos iludimos, julgando ser donos das coisas, dos instantes e dos outros. Comigo caminham todos os mortos que amei, todos os amigos que se afastaram, todos os dias felizes que se apagaram. Não perdi nada, apenas a ilusão de que tudo podia ser meu para sempre.
(..) Y de nuevo creo que nada de lo que es importante se pierde verdaderamente. Apenas nos eludimos, juzgando ser dueños de las cosas, de los instantes y de los otros. Conmigo caminan todos los muertos que amé, todos los amigos que se alejaron, todos los días felices que se apagaron. No perdí nada, apenas la ilusión de que todo podía ser mío para siempre.
Miguel Sousa Tavares, Eternamente
"En la ciudad irlandesa de Belfast, un sacerdote católico, un pastor protestante y un rabino judío se enzarzaron en una acalorada discusión teológica. De pronto se apareció un ángel en medio de ellos y les dijo: "Dios os envía sus bendiciones. Formulad cada uno un deseo de paz y será satisfecho por el Todopoderoso".
Y el pastor dijo: "Que desaparezcan todos los católicos de nuestra hermosa isla y reinará la paz".
Luego dijo el sacerdote: "Que no quede un solo protestante en nuestro sagrado suelo irlandés y vendrá la paz a nuestra isla"
"¿Y tú qué dices, rabino?" le preguntó el ángel. ¿"No tienes ningún deseo?".
"No" respondió el rabino. "Me conformo con que se cumplan los deseos de estos dos señores".
A. de Mello
Todos los días oigo noticias sobre el Forum de Barcelona, sobre el número escaso de visitantes, sobre problemas con los edificios, sobre protestas de grupos de jóvenes, pero no escucho nada acerca de los contenidos que se están discutiendo en su seno. Me empiezo a sentir, como Xavier Arnela contaba, como en aquellas películas de ciencia ficción que nos muestran mundos perfectos donde se han eliminado los problemas a base de narcotizar a la población con suaves mensajes y química de diseño. Mundos que, como no se tarda en descubrir, esconden bajo la alfombra más de una pesadilla. Me temo que al fastuoso florero del Forum le ocurre algo parecido.
La asistencia en un día laborable es floja. Grupos de paseantes deshilvanados y grupos de escuelas visitan jaimas y exposiciones a base de patear largas distancias de incómodo asfalto. Por su parte, en el edificio tremebundo que sirve de ágora, se cuecen toda clase de conferencias desangeladas. Eso sí, todo es más que correcto. Los visitantes podrían recolectar toneladas de datos sobre cómo anda el mundo pero, como dice Ignacio Ramonet, ver no es entender. Y que Isaiah Berlin remata diciendo que entender no es comprender.
En lo arquitectónico y funcional, sobresale la megapantalla fotovoltaica ,una muestra de ecología de salón y de la distancia entre el Forum y la ciudadanía que también nos recuerda el fracaso en la instalación de tales artilugios en el resto de tejados de la urbe. Y es que se nos olvida que para atreverse a plantear un diálogo mundial entre culturas debería existir una dinámica urbana, autonómica, estatal e internacional que convirtiera al Forum en una necesidad inaplazable.
Las instituciones y empresas que apadrinan el Forum han aceptado el reto con la boca chica, evitando la contestación al sistema, vadeando las tensiones, en definitiva, sin poner, hasta ahora, toda la carne en el asador para conseguir una ágora viva, más contradictoria y defectuosa, menos pautada, dejando espacio para lo imprevisible. Me refiero a ese instante mágico en el que dos cerebros o miles de ellos, exploran ideas extrañas, que no le son propias, tal vez inaceptables, intentando a pesar de ello, hallar lo común, el frágil territorio de la convivencia.
El diálogo auténtico crea su propio espacio y es fácilmente distinguible de las imitaciones. Imaginemos pues un lugar donde, por ejemplo, un científico frankeinstein pudiera conversar con una madre asustada por el futuro de sus hijos, o el okupa pendenciero desgañitarse con el más voraz de los constructores, allí donde se desmelenara el político de ideas demasiado pragmáticas ante un moralista pasivo e intransigente. Y ser capaces de ir mas allá de las exposiciones para acometer juntos las propuestas. Y que todos estos diálogos estuvieran asediados de público comprometido, en un inmenso escaparate interactivo, sin trampa ni cartón. Sí. Allí donde se produjera una mínima parte de ese milagro, allí debería estar el Forum. Y ese sitio, por ahora, no es Barcelona.
Porque es innegable que el Forum funciona en su vertiente lúdica, desde Carlinhos Brown a Sting y desde los juegos milenarios a las propuestas más equilibristas. Pero todo ello no significa más que el envoltorio rumboso y agradable mientras el nodo permanece a oscuras. Todo eso no aporta ni un gramo de novedad y hace del Forum un evento prescindible y evanescente.
Con ingenuidad, uno esperaba escuchar a los que estaban dispuestos a superar los datos científicos conocidos, los lugares comunes de la intolerancia y el miedo, el intento de una síntesis transversal que permitiera abrir nuevos caminos, el alumbramiento de una nueva conciencia global. Quizás se trata de una crítica fácil o de una posición maximalista pero me resisto a pensar que se trata de una simple operación urbanística más, enmascarada de postmodernidad.
Porque si al final nos queda como imagen del Forum la presencia de los silenciosos guerreros de Xian (¿A quién se le ocurrió que la megalomanía de un emperador chino con buen gusto artístico encajaba en el Forum?) es que continuamos siendo parte del problema y un lastre para las soluciones, una sociedad bienintencionada con los pies de barro, diletante, preocupada por la marcha del mundo de forma civilizada pero incapaz de establecer el más mínimo puente de diálogo a la postre y también por qué no de dialogar de verdad ni siquiera con el camarero que nos sirve el cóctel de cava al final de la jornada, tal vez inmigrante sin papeles, mientras disfrutamos juntos de la belleza de un puerto al atardecer en una tranquila ciudad del mediterráneo.
La globalización no es sólo es un fenómeno que afecta a la economía, a los sueldos, a los puestos de trabajo y de la que discuten los sesudos profesores en aburridos congresos subvencionados por empresas patrocinadoras de esas que se están globalizando. La globalización también afecta a fenómenos como el terror.
Vivimos en el terror globalizado, donde células terroristas, cuyos miembros proceden de diferentes países, se entrenan en otros países y atacan a otros países. El terrorismo ha hecho realidad el viejo deseo de los clásicos: ser ciudadanos del mundo, apátridas de cualquier nación. Su identidad ya no se basa en el arcaico concepto de nación (aunque le pese a los muchos margalles, aznares, carods, arzallus e ibarretches que aún quedan por ahí) sino en conceptos diferentes aunque igualmente siniestros: una supuesta fe religiosa, unos pensamientos en forma de consigna breve y simple, que se repiten a sí mismos con tozudez de fanáticos. Han estudiado en Alemania, se han entrenado en Sudán o Afganistán, viven refugiados en Indonesia, Arabia o Pakistán, duermen en Occidente hasta que reciben la orden de comprar billetes al paraíso y se autoinmolan (junto a miles de inocentes) en un avión, en trenes, barcos o teatros de la ópera. Les da igual el pais, el nombre de los ciudadanos que van a morir, el objetivo de su ataque o los resultados. Se ríen de las fronteras y la cultura, de la inteligencia y la razón. Se ríen de los ejércitos y las policías, porque son invisibles. Su avispero fue roto hace tiempo y ahora se han esparcido por todo el planeta.
Su terror es la moneda de cambio en los mercados de todo el mundo: New York, Frankfurt, Tokyo, Londres miran a la CNN antes de abrir la sesión diaria. Una bomba aquí, un atentado allá, un oleoducto saboteado, un suicida en un autobus escolar, pueden hacer que los tiburones cambien sobre la marcha su estrategia para ganar más dinero siempre.
Y Bush sin enterarse de nada.
Nuestras modernas ciudades parecen, más en verano que en cualquier otra época del año, auténticos campos de batalla: gruas que yerguen sus brazos sobre el horizonte, apuntando al cielo de forma amenazante; taladradoras por doquier, haciendo de la calle un infernal pasillo de polvo y ruido; zanjas como trincheras, que se abren una y otra vez para introducir siempre los mismos tubos, mientras ejércitos de soldados con casco de plástico blanco se aprestan al combate; obras repletas de andamiajes y vallas sucias, con carteles podridos y metal oxidado.
Es el imperio de los nuevos dueños de la ciudad, los constructores, que avanzan con sus ejércitos de maquinarias, cemento y asfalto de forma imparable, hasta las puertas de los mismos ayuntamientos, a los que dominan y someten a su vieja ley.
Los alcaldes, ingenuos, creen que son ellos quienes controlan la situación, mientras se sientan en sus lindas poltronas con los testículos bañados en polvos de talco; pero son ellos, los dueños, los que les ponen o les quitan.
Los pobres ciudadanos intentan sobrevivir en ese maremagnun diabólico de ruidos insoportables, de suciedades y poluciones, de máquinas y obreros, de cemento y ladrillo, mientras contemplan con resignación cómo el enemigo avanza y va colocando sus gruas como hitos en el horizonte que delimitan la marcha de la contienda y los territorios conquistados. Nadie atina a comprender el propósito de la guerra. Como cualquier guerra, solo tiene el propósito de hacer más ricos a los que ya lo eran.
Las ciudades ya no sirven para su propósito, se han convertido en tierra de desolación por donde nadie puede ya caminar.
Siempre he pensado que el matrimonio es un invento parecido a los submarinos, que pueden flotar pero están pensados para que se hundan. Esto no quita para que aquellos/as que hasta ahora han tenido vedado el acceso al matrimonio, quieran vestir de tul con todas las de la ley.
Allá cada uno/a con sus gustos y con su vida. Nuestros actuales legisladores y gobernantes parecen tener prisa por otorgar carta de derecho a las uniones entre todo tipo de parejas independientemente del género o sexo de los contrayentes. Lo que no sé es si nuestros legisladores habrán caído en la cuenta, con la misma celeridad, de la necesidad de otorgar, del mismo modo, una ley de divorcio adaptada a las nuevas uniones y parejas. Porque está claro que en cuanto empiecen a casarse, empezarán con la misma velocidad a separarse y divorciarse. Si es que no hay nada como el matrimonio para romper una pereja que parecían hechos el/la uno/a para el/la otro/a (qué cansino resulta ser orto-políticamente correcto).
En fin, visto lo cual, sigan mi consejo: háganse abogados (matrimonialistas), es la profesión del futuro. Y digo yo, ¿no habrán sido los abogados los promotores de acelerar estas leyes?, ¿acaso no son los que van a sacar la mayor tajada de este asunto?
Con esa frase, el "instante decisivo", se podría resumir toda la teoría y la vida profesional de Henri Cartier-Bresson. Para este gran fotógrafo, la vida era una sucesión de instantes, algunos de los cuales eran dignos de ser plasmados en una fotografía. El fotógrafo debe tener la suerte, la paciencia y el sentido profesional adecuado para saber estar en el sitio y momento justos para captarlo.
Para Cartier-Bresson, fotografiar era como contener el aliento, mientras se unían el ojo, la mente y el corazón para hacer un disparo y captar ese instante decisivo y fugaz. Nunca usó flash, ni filtros, ni trucajes de laboratorio o de retoque ulterior en sus negativos. Su vieja cámara Leyca y su mirada sobre la realidad eran herramientas suficientes. Le desagradaba todo aquello que modificara el punto de vista original y la luz artificial del flash le parecía una falta de respeto hacia el objeto fotografiado.
El viejo maestro se ha ido y nos ha dejado una herencia hermosa, una colección enorme de momentos e instantes decisivos vistos por un ojo sabio como el suyo. Quizás su obra nos pueda servir de ejemplo de honestidad y profesionalidad. Estamos demasiado acostumbrados a ver inifinidad de imágenes, hasta el punto de perder la capacidad de asimilar cada una de ellas detenidamente. Vemos imágenes de horrores aquí y allá. Muchos fotógrafos son maestros en captar víctimas que mueven nuestra caridad, pero a fuerza de ver tantos horrores nos hacemos ciegos para reclamar la justicia que les debemos. Estamos tan inundados de imágenes que ya no sabemos ver la realidad.
Cartier-Bresson captó la vida real allá donde estuvo, sin prisas, sin alterar lo más mínimo esa realidad, sabiendo esperar, pero sabiendo, sobre todo, captar la esencia de cada situación o de cada personaje.
Fue maestro en ver.
La eternidad son dos horas entre dos vacíos donde se ahogan los fracasos y los sueños, las inquietudes y esperanzas, las ilusiones y los deseos. Ultimamente siento que todo el pasado se reduce a la hora inmediata que acabo de vivir y que todo el futuro se concentra en la hora siguiente que voy a gozar todavía.
Una hora atrás y una hora hacia delante, dejando en medio, como en suspenso, el instante presente, fugaz y luminoso como un destello. Es como una especie de rito de supervivencia, para no ausentarme entre los hilos más densos de la historia o entre los inconmesurables destinos del porvenir. Sólo dos horas y, en medio, ese instante en el que me siento vivo y libre.
A mi amiga Brisa, que sopla en algunos de esos instantes con su olor fresco de mar.
"Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar,
no guardes rencores.
Te deseo también que tengas amigos, y que,
incluso malos e inconsecuentes,
sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno
en quien puedas confiar sin dudar porque la vida es así,
Te deseo también que tengas enemigos,
ni muchos ni pocos, y en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas.
que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro.
Te deseo además, que seas útil, mas no insustituible.
Y que en los momentos malos, cuando no quede mas nada,
esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.
Igualmente, te deseo que seas tolerante;
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho
e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.
Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena,
que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.
Te deseo que descubras, con urgencia máxima,
por encima y a pesar de todo,
que existen, y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.
Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro y oigas a un
jilguero erguir triunfante su canto matinal, porque de esta manera,
te sentirás bien por nada.
Deseo también que plantes una semilla,
por mas minúscula que sea,
y la acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuántas vidas esta hecho un árbol.
Te deseo también que ninguno de tus afectos muera,
pero que si muere alguno,
Puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.
Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer,
y que siendo mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar."
"Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo mas nada que desearte"
Victor Hugo
Hace años que la Iglesia Católica está a la defensiva. Sus mensajes no aportan nada nuevo al panorama teológico o religioso de su comunidad de fieles, sino que se dedican con denuedo a criticar cualquier avance, ley, norma, costumbre o comportamiento nuevo.
Parecen, la institución y su jerarquía, más preocupados por los matrimonios civiles que por los religiosos. Si se trata de princesas, el matrimonio civil a los ojos de la Iglesia no tiene importancia (Leticia), pero si se trata de homosexuales, el matrimonio civil sí la tiene. Curioso.
Así, ha llegado hasta a la publicidad el mensaje divino: si algo es bueno, es que es pecado; si la Iglesia se opone, es que es bueno, sería la moraleja. Si algo produce placer, provoca alegría, favorece el bienestar, ayuda a la comodidad o está a favor de la libertad de las personas, es que es malo y hay que estigmatizarlo desde los pulpitos. Resultado de esta política: ya ni los propios católicos hacen caso de su Iglesia, sobre todo en materia de placer, comodidad, libertad, bienestar y alegría.
La Iglesia se ha convertido en un gran laboratorio de pruebas sociológicas: si queremos saber si algo tiene futuro, solo hay que pasarle una nota a la Conferencia Episcopal o al Obispo de Compostela para que opine sobre nuestro objeto de experimento; si le parece mal, es que tiene futuro, si le parece bien, hay que descartarlo por ser algo del pasado, obsoleto y sin esperanza.
El problema para la Iglesia es que vive en un mundo que ya no existe (no sé si ha existido alguna vez): ahora la gente actúa y elige para su vida aquello, no que la Iglesia le recomienda, sino lo que le prohíbe. La gente actúa y elige por reacción opuesta a las posiciones de la Iglesia, no tanto por la bondad en sí de la cosa. Si la Iglesia quisiera volver a ver sus misas repletas de gente, tendría que prohibir la entrada en las iglesias.
Lástima de empresa mal administrada. ¿Alguien se acuerda del último mensaje eclesial de tono evangelizador y positivo? ¿No? Pero, ¿a que si recuerdan el último mensaje sancionador y negativo? Ese es el delito de la Iglesia... y su condena.
"Apoyando la cabeza en el regazo de Kit, contempló el cielo claro. De vez en cuando, muy suavemente, ella le acariciaba el pelo. El viento subía cada vez con más fuerza. Lentamente, la luz del cielo perdía intensidad. Kit echó una mirada al árabe; no se había movido. De pronto le dieron ganas de regresar, pero se quedó absolutamente inmóvil mirando con afecto la cabeza inerte en la que se posaba su mano.
-Sabes dijo Port, y su voz sonó irreal, como ocurre después de una larga pausa en un lugar perfectamente silencioso-, el cielo aquí es muy extraño. A veces, cuando lo miro, tengo la sensación de que es algo sólido, allá arriba, que nos protege de lo que hay detrás.
Kit se estremeció ligeramente.
-¿De lo que hay detrás?
-Sí.
-¿Pero qué hay detrás? preguntó Kit con un hilo de voz.
-Nada, supongo. Solamente oscuridad. La noche absoluta."
Paul Bowles, El Cielo Protector.