Se está poniendo de moda entre los padres estadounidenses con hijos problemáticos en edades comprendidas entre los once y los dieciocho años. Cuesta la módica cantidad de unos cuarenta mil dólares al año (hay versiones más baratas, pero ya se sabe, uno para los hijos... siempre lo mejor). Hay lista de espera para entrar. Se trata de reformatorios o correccionales que han fundido la filosofía de los campamentos de verano de los Boy Scouts, con la de las penitenciarías del Estado de Tejas y la escuela de entrenamiento de los marines. Responden a nombres que recuerdan las residencias de la tercera edad (Tranquility Bay) y eligen lugares idílicos de la costa caribeña para instalarse, aunque los usuarios no puedan ver el mar desde las ventanas de sus barracones y celdas.
Los niños ricos de familias adineradas de los Estados Unidos con problemas de delincuencia, drogas, alcohol o violencia, son internados en estos correccionales y transcurridos seis meses ya pueden hablar una vez por teléfono con sus papis, si han aceptado su culpa. Si siguen por el buen camino de admitir sus terribles pecados, al cabo de un año ya pueden recibir la visita de sus papis y hacerse con ellos una foto en el jardín del recinto.
Sus papis, felices al fin por haberse librado de esa sanguijuela, dejarán sus reuniones sociales en el club de golf o en el consejo de administración de la Compañía, para mostrarse en la foto que los retrata como unos padres preocupados por la educación de sus hijos. Nadie les preguntará qué hicieron en los primeros años de la educación de esos hijos para que el chaval les saliera así, porque todos sabemos que los padres nunca son culpables de nada y que lo dan todo por sus hijos y que siempre los educan lo mejor que saben y pueden.
Nadie se rasgará las vestiduras al ver que sus vecinos o parientes mandan a sus hijos a estas estupendas instituciones re-educativas, porque saben que es lo mejor para ellos y para el país. Dios bendiga a América.
Qué lástima que a Bush padre no se le ocurriera mandar a su prole a Tranquility Bay... aunque todavía puede estar a tiempo.
El fundamentalismo es una enfermedad, una especie de hinchazón a la altura de la religión, resultado de la inseguridad personal (miedo) y del infantilismo, que convierte los medios en fines. Es una enfermedad endémica en aquellas zonas donde se dan determinadas circunstancias, como pobreza, incultura, ignorancia y frustración; pero también se puede contraer en zonas con alto nivel de vida y alto nivel educativo. El fundamentalismo no está vinculado a esta o aquella religión, sino a la utilización que se hace de ella y al servicio de qué causa se pone. No se trata pues de un problema religioso (al menos exclusivamente) sino político.
Tanto el fundamentalismo islámico, como el judío o el cristiano, son pobres de contenido teológico. El elemento común que todos ellos defienden (el regreso a las fuentes) hay que interpretarlo más como un regreso a las formas. Tienen más voluntad de poder que de explicación de dios, es decir, se trata de opciones políticas, militares y sociales con un lenguaje religioso: las campañas en Estados Unidos en favor de la oración en las escuelas, las cruzadas contra la pornografía o el alcohol, no son más que un pretexto para consolidar a una clase media con una forma de vida de la "buena sociedad", diferente de las formas de los inmigrados o marginados.
En occidente el fundamentalismo no tiene mucho futuro por dos razones: porque no tiene respuesta para los grandes problemas de la humanidad (paro, globalización, medio ambiente, enfermedades...) y, sobre todo, porque la modernidad (feminismo, laicismo, secularización, cambios de los modelos familiares, nuevas formas de relaciones afectivas...) va en dirección opuesta.
Movimientos de ultraderecha como el People for American Way son profundamente antirreligiosos. Bush y los suyos, sin embargo, pretenden utilizar la religión para combatir el relativismo liberal y para devolver al Estado la capacidad de poder absoluto que había perdido. Su discurso está vacío pero llega al corazón de un determinado tipo de norteamericanos que se sienten como el pueblo elegido.
Sin embargo, en los países islámicos, donde el poder político se confunde con el poder religioso hasta el punto de constituir auténticas teocracias, la sociedad civil tiene más dificil la defensa de sus libertades individuales y de sus derechos. Allí donde el Estado laico triunfa y logra la separación efectiva de la religión, el fundamentalismno se convierte en algo residual (Egipto, Turquía, Siria, Irak, Libia, Marruecos, Argelia, Mauritania, Indonesia, Pakistán, etc) que solo merece la atención del gobierno a través de los cuerpos policiales. Pero allí donde el poder político es controlado por las élites religiosas (Irán, Afganistán durante el régimen talibán, Arabia Saudí, Nigeria, etc) la religión se constituye en soporte y justificación del poder absoluto del Estado.
La vacuna para dicha enfermedad no es otra que democracia efectiva y real para construir un auténtico Estado de derecho donde haya una verdadera separación de poderes y donde los ciudadanos tengan aseguradas sus libertades individuales, sus derechos, y cubiertas sus necesidades básicas (vivienda, alimentación y trabajo).
Lástima que Bush el carnicero haya optado por cortar por lo sano.
Hoy me vais a permitir que haga algo que no suelo hacer. Se trata de algunas recomendaciones sobre posibles lecturas para este verano.
Naomi Klein hizo un buen trabajo sobre la política de las grandes multinacionales, que venden marcas más que productos, y analizó posibles actuaciones que permitirían a los consumidores luchar y enfrentarse a la voracidad de dichas empresas. Su libro tiene un título sugerente: No Logo. El poder de las marcas.
Otro libro interesante es el del suizo Jean Ziegler, profesor de la Sorbona, sobre la situación económica actual y el problema del hambre. Para él (opinión que comparto enteramente) quien muere de hambre, muere víctima de un asesinato. Su título es Los nuevos amos del mundo y aquellos que se les resisten.
Luís de Sebastián vuelve con un nuevo análisis de la trayectoria de los Estados Unidos en los últimos años, desde un punto de vista no exclusivamente económico. Sus conclusiones indican que el gusano de la corrupción ataca al gigante americano hasta convertirlo en un gigante con los pies de barro. Precisamente ese es el título: Pies de barro. La decadencia de EEUU de América.
Por último, de Kenizé Mourad, El perfume de nuestra tierra. Voces de Palestina e Israel, donde da la palabra a múltiples y variadas voces tanto de un pueblo como del otro. El material informativo que aporta es muy interesante.
Espero que os aprovechen.
Yo miraba a la gente y me asomaba a mi memoria, y me preguntaba si al igual que yo, tampoco aquella anciana del cabello lacio pulcramente recogido hacia atrás vería otra cosa que un paisaje devastado de ruinas o bien un mundo metálico y virtual que no atinaba a comprender. Velocidades metalizadas me dije-, identidades sólidas de hombres todos iguales, iguales a modelos de coches o a series de televisores, identidades que conducen coches o miran pantallas, rostros de conductores haciendo una maniobra o esperando una luz verde, rostros de espectadores y televidentes, ojos ciegos. O bien, por el contrario, restos de viejos edificios, columnas que se yerguen todavía aquí y allá sin techumbre ni arquitrabe bajo el aire cárdeno que sobrevuelan las rapaces, fragmentos desmoronados de muralla aquí una fosa, allá unos metros de mampostería- y piezas de pasadas ambiciones y pretéritas certezas cuyo valor se enmohece con la humedad de la noche y reseca al sol del mediodía; resabio de antiguos cometidos y arcaicos entusiasmos, vestigios de sólidas convicciones que se confunden y amontonan con los escombros de las nuevas creencias y los rellenos de los nuevos materiales, todo un mundo de la voluntad y la ilusión que se ha venido abajo lo mismo que se ha desmoronado mi amor por mí mismo y que mi amor por la gente sólo se reconoce en el odio. ¿Qué hacer?, vuelvo a decirme, ¿es el delirio habitar ese mundo virtual, este nuevo mundo de identidades y gestos o velocidades que sólo parecen ficticias y deleznables tal vez a un hombre previo o terminal como yo?, ¿o bien lo es intentar reordenar ese paisaje de ruinas, vivir en él e intentar reconstruirlo?
Fragmento de Un mundo exasperado, de J.A. González Sainz
Un fenómeno relativamente nuevo se va extendiendo por muchos países del planeta, sobre todo aquellos cuyas sociedades cada vez están más divididas (sociedad dual). En Argentina reciben el nombre de piqueteros. Se trata de organizaciones de parados, jubilados y estudiantes, que se han convertido en los principales actores de la protesta social en la calle.
Hoy asaltan un McDonald, mañana entran en la sede central del ejército y queman unas banderas, pasado hacen una sentada en el hall del Hotel Sheraton aprovechando que se alojan allí unos ejecutivos del FMI.
Son grupos integrados por personas que no tienen nada que perder, aunque a algunos de sus miembros les ha costado la vida (la policía de gatillo fácil es un peligro, sostiene Kirchner). Su método de lucha es la acción directa y están al margen de los sindicatos y partidos políticos. Sus actuaciones, cada vez más sonoras y llamativas, pretenden sobre todo eso, llamar la atención de una forma radical,
Esta radicalización no es gratuita. Cuanto más grandes son los niveles de pobreza de un lado de la sociedad y más grandes son las muestras de desigualdad y el exhibicionismo de la riqueza del otro lado de dicha sociedad, las acciones de protesta son más radicales.
Mientras un grupo minoritario alardea de unos niveles de consumo insultantes gracias a la recuperación de la economía (y de sus negocios, no siempre lícitos), la otra parte, la mayoría, debe sobrevivir con unos recursos cada vez más difíciles de conseguir, más escasos y más caros.
La igualdad social, esa utopía, nunca puede dejar de estar en la meta de cualquier actuación política democrática, salvo que se quiera caminar hacia el suicidio, la guerra civil o la dictadura militar, soluciones todas ellas que ya conocimos de sobra en el pasado. Hoy por nuestras calles deambulan grupos de jóvenes únicamente preocupados por nimiedades, mientras por la otra acera algunos se tapan la cara con pañuelos y pasamontañas para que la policía no les reconozca. Algún día no muy lejano, se encontrarán y, entonces, ¿quién cederá el paso?
La capacidad del hombre para el delito es casi tan grande como su capacidad para la bondad. Todo depende de las circunstancias y momentos. Hay delitos condenables y delitos perdonables. La diferencia a veces no es fácil salvo que se consulte al corazón. Hay delitos de sangre, violentos, premeditados o fruto de un arranque cegador. Hay delitos sexuales, delitos domésticos, delitos infantiles, delitos penales y civiles, fiscales, nacionales e internacionales; delitos contra la propiedad, delitos contra la libertad, delitos de falsedad, delitos por seducción, delitos por omisión...
De estos últimos quería yo hablar. Del delito de lucidez, por el que se debería castigar al que no lo cometa más que al pobre que sufre por él. La lucidez es una maravillosa luz en lo alto del faro de nuestro pensamiento que rasga la negrura ignorante para esclarecer la mente ante la realidad; pero también es una pesada carga que te hace participar de todas las desgracias ocultas. La lucidez hoy es un delito, que se persigue y castiga, porque a nadie le interesa tener al lado a un sujeto que te devuelve, como bofetadas, la verdadera realidad de las cosas. Ser lúcido es ser persona, porque de la otra manera tendríamos nuestras capacidades disminuidas o adormecidas. Pero ser lúcido supone, a veces, enfrentarnos a nuestros miedos y a nuestras ignorancias consentidas, a nuestras defensas, para derribarlas. Pero ahí no acaba la guerra, porque detrás de la muralla está la fortaleza de nuestro pasado, de nuestros complejos, de nuestros temores más ocultos.
En una sociedad y en unos tiempos donde se busca huir de todo lo que se parezca, aunque solo sea mínimamente, al dolor, a la muerte, a la vejez, a la enfermedad, a las injusticias, a las desgracias... ser lúcido es un privilegio, pero también un fardo pesado en el corazón de los hombres. Aún así, cada uno debería luchar por su fardo.
Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma, y uno aprende que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad, y uno empieza a aprender...
...Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.
Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende.
Y aprende... y con cada día aprende.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado. Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas. Con el tiempo te das cuenta que si estás al lado de esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás no deseando volver a verla. Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste, durante toda la vida. Con el tiempo aprendes que disculpar lo hace cualquiera, pero perdonar es sólo de almas grandes. Con el tiempo comprendes que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir. Con el tiempo te das cuenta que cada experiencia vivida con cada persona es irrepetible. Con el tiempo te das cuenta que el que humilla o desprecia a un ser humano, tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios multiplicados al cuadrado. Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy, porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes. Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen ocasionará que al final no sean como esperabas. Con el tiempo te das cuenta que en realidad lo mejor no era el futuro, sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Pero desafortunadamente, solo con el tiempo...
(De mi amiga Carly, que siempre tiende una mano sabia, aunque sea por e-mail)
Yo a veces voy por la calle constaté- o bien me asomo al balcón, y no ceso ya de observar con pavor los rostros de la gente; los observo mientras circulan en coche y miran al frente, mientras comen y miran pantallas, mientras hablan o ríen o se afanan y miran también pantallas o miran al frente. Están unos al lado de los otros me dije-, pero es como si se hubieran olvidado de estar juntos; hablan, pero ya sólo dicen palabras; ríen y se alegran, pero es ya sin alegría; están en paz, y sin embargo cada rato es una guerra. Cada día contabilizo nuevas bajas, cada día nuevas retractaciones, nuevas capitulaciones, cuerpos enteros de ejércitos que desertan y se pasan con armas y bagajes al enemigo, a la guerra cotidiana que ha olvidado que la verdadera guerra es la que no causa más bajas que a la muerte.
J.A. González Sainz, fragmento de su libro Un Mundo Exasperado.
"No has de confiar en ti mismo de modo ligero y fácil. Examínate, estúdiate con detalle y obsérvate: mira antes que nada si haces progreso en la filosofía o en la vida misma. No es la filosofía un arte para complacer al pueblo, ni ejercicio de ostentación. No consiste e palabras, sino en obras. No tiene por objeto pasar el día entretenido, ni restarle tedio a la vagancia. Forma y modela el alma, ordena la vida, rige nuestras accciones, indicándonos qué debemos hacer o qué evitar; se sienta al timón y dirige el curso en medio de los bandazos de la vida. Sin ella es imposible vivir con valor y seguridad".
Séneca, de su "Carta a Lucilio".
Enviado por Mi rival más débil, alias el Filósofo salmantino.
"Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud del alma. El que dice que aún no es edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo. Éste para que, aunque viejo, rejuvenezca en bienes por el recuerdo gozoso del pasado, aquél para que sea joven y viejo a un tiempo por su impavidez ante el futuro. Necesario es, pues, meditar lo que procura la felicidad, si cuando está presente todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo lo hacemos por poseerla".
Epicuro, de su "Carta a Meneceo"
Enviado por Mi rival más débil, alias el Filósofo salmantino.