Nunca me han gustado las tardes de Domingo. Tienen algo que las hace especialmente adecuadas para la melancolia. Será porque uno siente que se le acaba una semana más, será porque a uno eso del descanso le provoca aburrimiento, será que hace años que no voy a misa de doce (ni a ninguna otra hora) o que nunca me ha dado por lavar el coche y menos en una gasolinera. Quizás es que me haya vuelto especialmente sensible ante la imagen del dominguero en chandal y con mocasines que baja a pasear al perro y comprar el pan y el periódico; será que no me gusta el fútbol.
Será que resulta que tras el domingo viene, inexorable, el lunes, o quizás que tras el primer trago de café bien cargado uno se da cuenta que el sábado ya ha pasado y su magia se perdió hasta, al menos, siete días más. El caso es que mientras el sábado me resulta luminoso, fresco, alegre, divertido, pleno, lleno de magia y de posibilidades, el domingo (sobre todo a partir de la tarde) se me hace insoportable, oscuro, aburrido y sólo me provoca tristeza y sopor.
Cada vez aguanto peor eso de ver a la gente arreglada como de domingo, paseando sus vidas por la calle como si por haberlas vestido elegantemente hubieran ganado en prestancia o interés.
No tengo ni un sólo recuerdo agradable de una tarde de domingo. Su imagen siempre es la de un momento gris, repleto de nada, como la espera en la antesala de la vida. Las tardes de domingo no tienen luz, son horas perdidas, sola ganadas para la nostalgia. En las tardes de domingo arrecia fuerte la melancolía.
Son horas interminables, en las que el invierno se suele aplicar a conciencia, haciendo coincidir sus más espesos y fríos nubarrones con los míos que me nacen dentro. Sera que cuando por las tardes de domingo miro en los bolsillos del sentido de la vida encuentro con sorpresa que se les han abierto agujeros; que por más que rebusco con mis manos se han caído todos los momentos felices y dichosos; que entonces mi amarillenta biografía se arruga en un rincón como con miedo por la ausencia de cualquier logro, por insignificante que éste fuera; y que envidio con rabia a esos que felices pasean tras el cristal de mis lágrimas.
Menos mal, Odyseo, que mañana será lunes, con perdón.
¡Juntos vamos a más! Llevo todo el día viéndolo en pancartas colgadas de las farolas, grandes carteles debajo de otros grandes carteles donde aparece la publicidad de El Elefante azul (lavadero de coches) o una señora despampanante sentada sobre la cabeza de Rajoy y anunciando algo del Corte Inglés. Y me pregunto a quién se refiere con lo de juntos: ¿a la señora. al elefante o a mí?
Si se dan cuenta, tras repetir la frase mentalmente varias veces, va sonando mejor. A mí me llega a resultar hasta erótica. Pruébenlo: pongan voz profunda, como de tango y digan: Juntos, vamos a más. Otra vez: Juntos vamos a más.
Ahora imagínense que están junto a mi amiga la espía, la Paty, la de la luna o la de las espirales, y digan: Juntos vamos a más. ¿A qué sienten una cosa extraña por dentro?, ¿una especie de regustito en la tripa?
Pues desciendan del paraíso y aterricen, porque quién les invita a estar juntos es un señor con barba, casado, algo mayor, con barriguita y que habla un poco extraño, como los niños cuando hacen la primera comunión y están mellados.
Se llama Rajoy y es amigo de Aznar. Con eso está todo dicho. Se acabó el erotismo y la fantasía, salvo para los más masocas.
Hace algunos años conocí a Odyseo en unas circunstancias muy curiosas pero que no vienen al caso. El era un hombre irritado ante la falta de realidad del mundo. Era un insatisfecho beligerante que se había esforzado, desde siempre, por dar un sentido a lo que le rodeaba.
Yo, Horacio, hay días que me siento profundamente identificado con él. Hoy debe ser uno de esos días porque se me agolpan imágenes que provocan mi exasperación de forma patente: desde la dificil tarea de sortear excrementos perrunos desde que salgo de casa por la mañana hasta llegar al coche; comprobar que me han aparcado un coche en segunda fila que me impide salir y que el dueño está tranquilamente tomando café en algún bar cercano y que no se va a molestar en estar atento a si su coche molesta, porque tendría que interrumpir la lectura del periódico; ponerte furioso porque por primera vez en años vas a llegar tarde al trabajo; sentirte patético mientras hablas con las paredes, porque compruebas que tus alumnos no están escuchando nada de lo que dices; sentirte ridículo porque el del comedor de la facultad atiende a todos los que se acercan al mostrador antes que a tí, que llevas media hora en la cola y te estás haciendo viejo; desde eso,... hasta recordar que mi vida se pasa, que pocos me entienden, que sigo en la perpetua búsqueda del otro, que ya ningún colega parece compartir las ideologías y que aún sigo intentando descifrar el sentido de mi existencia.
Hay días, Odyseo, que me siento como de otro mundo o de otro tiempo, como si no encajara en éste que nos ha tocado en suerte. Supongo que es lo malo que tienen esos breves momentos o intervalos de lucidez en que, con obcecación, a uno le gustaría encontrar un orden moral y un sentido a todo lo que ocurre a su alrededor. Y también supongo que eso es imposible y por eso me exaspero, me rebelo, me desespero..... y por eso termino regresando a la normalidad algo mohosa y adormecida de mi existencia.
Menos mal que siempre te tengo a ti... que me escuchas.
Será que muchos y muchas en este país se aplicaron el cuento que recuerda mi amiga Jaio al comentar un extracto de un libro de instrucción de la Sección Femenina; será que algunos y algunas cuando se casan sólo se fijan en las palabras del cura cuando éste le dice a la futura esposa que obedecerá y se someterá a la voluntad de su futuro marido; será que el odio no tiene edad, como señala mi amigo Spot al dar cuenta del suceso reciente en el que un hombre de 80 años ha asesinado a su esposa de 79. No sé qué será, pero lo cierto es que hasta el Departamento de Estado Norteamericano en su informe anual sobre Derechos Humanos denuncia a nuestro país por la situación de maltrato y discriminación hacia las mujeres que vivimos los lugareños. (Por cierto, que ya podría el Departamento de Estado Norteamericano en su informe hacer mención de la situación de los presos de Guantánamo, de los barrios negros de sus grandes ciudades, de los ciudadanos cubanos sometidos desde hace años a un embargo comercial, de la violencia en los institutos y escuelas, etc, etc, etc.).
El tema es intentar responder a una pregunta: qué pasa por la mente de ese hombre, novio, marido o ex-marido cuando se atreve a poner una mano encima a su novia, mujer o ex-mujer, delante de unos hijos sin capacidad de reacción; qué pasa por la mente de una mujer que tras recibir maltratos físicos y/o psicológicos de su pareja, lo justifica, lo defiende, lo admite, lo soporta y vuelve una y otra vez junto a él; y qué pasa por la mente de esos jueces que no se deciden a aplicar la ley o lo hacen aplicando siempre la sanción mínima (recordemos a aquel juez que condenó a un marido a pagarle a su maltratada mujer la ridícula cantidad de unos 20 o 30 euros por la paliza que le había propinado); y qué pasa por la mente de ese policía que casi se ríe de ti cuando vas a denunciar; y qué pasa por la mente de esos vecinos que llevan meses o años oyendo los gritos, los golpes, pero no escuchan nada y se sorprenden de lo ocurrido; y qué pasa con esos familiares que no saben no contestan o no quieren saber nada; y qué pasa por la mente de los políticos que hacen leyes y reforman códigos y normativas pero que no dan el dinero necesario para los medios que se precisan para aplicar dichas reformas legales....
Ese es el tema. Hasta que no se tome en serio y todas las partes implicadas lo aborden en profundidad y con decisión, seguirán apareciendo en las páginas de sucesos de los periódicos de nuestro país tan lamentables noticias. y lo peor: seguirán muriendo mujeres.
En Economía hay una serie de grandes preguntas como ¿qué debemos producir?, ¿para qué clientes? y ¿quién decide lo que se produce?, a las que según Adela Cortina deberíamos añadir estas otras: ¿qué se consume?, ¿quién consume? y ¿quién decide lo que se consume?
En un reciente artículo, Ignasi Carreras señala como hoy en día el valor de una empresa no reside en su tecnología, su saber hacer, sus instalaciones o su capacidad productiva, sino en el valor de su marca. Pero ese valor, que es algo intangible, depende de su imagen ante el consumidor, del reconocimiento, prestigio y aprecio de los miles de consumidores potenciales de dicha empresa. Eso implica que tenemos la capacidad de optar por un tipo de productos o empresas que responden a unas determinadas relaciones sociales y de producción con y en los países donde se producen.
De este modo llegamos a la tesis de Daniel Miller que sostiene que el papel que en otras épocas cumplió el proletariado como vanguardia de la transformación social e histórica, pasa ahora a manos de la clase consumidora. Somos los consumidores actuales los que tenemos la capacidad de hacer una revolución. Pero no es fácil. A. Cortina señala la importancia de adquirir la ciudadanía ante el consumo, esto es, ser dueños de nuestras vidas, no ser vasallos o súbditos de nada ni de nadie, y, por tanto, ser nosotros mismos los que decidamos qué consumimos, para así ser nosotros los que decidamos qué se produce, y no al revés.
Toda nuestra sociedad se basa en un consumo-producción masivos. Lo cual deja en nuestras manos un inmenso poder. Si un buen número de consumidores nos pusiéramos de acuerdo para decidir consumir de otra manera, podríamos cambiar la producción. Este es el mecanismo de la revolución. Sin embargo cabe hacer varias críticas a esta teoría. El proletariado era una clase social y como tal tenía conciencia de sí misma y compartía unos intereses comunes. Sólo podían perder sus cadenas. Pero los consumidores no somos una clase social, tenemos intereses divergentes y mucho más que perder que nuestras cadenas.
En este sentido, la propuesta de la profesora Adela Cortina es muy interesante, pues une su ética del consumo con su concepto de ciudadanía y se podría resumir en cuatro puntos: realizar un consumo liberador (es decir, que seamos conscientes de qué consumimos y por qué lo consumimos); un consumo justo ( es decir, universalizable, que todo el mundo pueda consumir de esa manera); un consumo responsable; y un consumo que produzca verdadera felicidad.
Si lográramos poner en práctica este sencillo esquema ante cada acto de consumo diario, los pilares de nuestra sociedad se tambalearían, os lo aseguro.
!Estamos de suerte! !Estamos de rebajas! Pasen y vean nuestras fantásticas rebajas de enero para el mes de marzo: rebajas en nuestros principales impuestos; pague menos y llévese más en educación, sanidad y servicios sociales, compruebe nuestras ofertas en la sección de protección del medio ambiente y defensa del jubilado; mucha atención amas de casa, no dejéis pasar la oportunidad que os ofrecemos si criáis más hijos.... Esto es la quincena fantástica. Rompemos los precios. Subimos las pensiones. Trabajamos por todos y para todos. Avanzamos juntos. Nos merecemos una España mejor
Y yo me pregunto a quiénes se refieren con lo de avanzamos juntos. ¿O se refieren a ellos mismos? Y quién se merece una España mejor. ¿Es que ellos no son de este país? ¿Es que este país es poco para ellos? ¿Es que este país es tan tonto que no se dan cuenta de lo buenos que son y por eso no les vota?
Estoy confuso por qué entre las promesas de unos y otros no hay diferencia alguna. Tenemos unos líderes-mantequitas que se asustan de la realidad y no saben qué hacer con ella: saben inaugurar kilómetro a kilómetro una autopista o las pistas de un aeropuerto que no entraran en funcionamiento hasta dentro de un año, saben pasear por las calles con una pancarta a modo de delantal y exigir enérgicamente que el gobierno rectifique esto y aquello y lo de más allá. Y, lo siento, pero a mí me da la risa cuando veo a nuestros políticos con gesto descompuesto pidiendo, que digo, exigiendo una dimisión, una rectificación, un compromiso firme... Pero en qué mundo viven estos personajes light de una política light, desideologizada, sin gas, sin azúcar y sin cafeína. Si hasta los muñecos del guiñol tienen más fuerza y convicción. Por lo menos mueven el brazo con más soltura.
Visto lo visto, yo voto por los del guiñol.
Mi intención era dejar transcurrir cinco minutos entre que apareciera este texto en la pantalla y que lo leyeran, para evitar que cualquier desaprensivo aprovechara el directo para montar el numerito, pero requería un trabajo que no me compensa. Ustedes entenderán. En cualquier caso, siempre pueden levantarse ahora de su asiento, ir a la cocina o al baño, o a la máquina del café, y dejar pasar esos cinco minutos... por si acaso.
(..................... vale por cinco minutos ..........................)
Ahora ya podemos seguir con esta historia. A estas alturas supongo que nadie se creerá que toda esta ola de puritanismo la ha desatado el desapacible pecho de la Jackson. Eso ha sido la excusa para dar rienda suelta al espíritu de Torquemada que se estaba apolillando. Cualquier evento televisivo que se precie se emite en diferido (cinco minutos bastan a nuestros queridos censores para vislumbrar entre lo decente y honesto y separarlo de lo desaconsejado, indecente, pornográfico, políticamente incorrecto.... Solo aquellos programas poco importantes se emiten en directo, es una cuestión de prestigio.
Es la moda de lo preventivo: guerras preventivas, matanzas preventivas, prohibiciones preventivas y ahora, también, censura preventiva. Sin duda la ocasión lo merece, no me digan: todo un pecho estrellado visto por no sé cuantos millones de espectadores de la super bowl (como mi inglés es nefasto yo había pensado que lo de la super bowl era por lo de la Jackson y ahora resulta que es un deporte). Como si para nosotros ver un pecho al aire fuera una novedad, cuando los mismos medios televisivos que se han apuntado (prietas las filas) rápidamente a esta moda emiten continuamente y en cualquier horario películas, programas y anuncios publicitarios en los que se hace un uso de la imagen de la mujer absolutamente indecente.
¿Se asustará nuestra audiencia de tal acontecimiento después de tener que tragarse noche sí noche no la bajada de pantalones de Boris Izaguirre? ¿o la diarrea mental de la Esteban o la Fresita? ¿o el Gran Hermano VIP y sus desesperados concursantes?
No lo creo. Más bien, nuestros gobernantes y sus siervos en los medios de comunicación, dan una nueva vuelta de tuerca a la ardua tarea de infantilizar al personal, de idiotizarlo preventivamente y de sumirlo en la más feliz de las ignorancias. Al pueblo pan y circo (pero en diferido).
La película belga del año 2000 del mismo título que encabeza este comentario fue dirigida con sabiduría por el director D. Deruddere. Nos muestra la, por desgracia cada vez más frecuente, historia de una chica, no demasiado agraciada físicamente cuyo padre, un obrero de una fábrica de botellas de cristal que se quedará en el paro, se empeña en presentar a concursos de imitadores para que alcance la fama. En vista de su poco éxito se decide a secuestrar a una joven cantante que saborea desde hace poco tiempo las mieles de la fama.
El retrato social es magnífico: desde el manager de la secuestrada, aprovechado y que sólo busca sacar tajada de la publicidad gratuita que le da el secuestro de su cliente; el jefe de policía que se quiere colgar la medalla y salir en la foto; la cadena de televisión que busca aumentar su audiencia sacando la exclusiva; hasta el conjunto de una sociedad que encumbra a una persona normal y lo trata del día a la mañana como si de un dios se tratara y que a la mínima de cambio lo abandona sin querer saber nada de él o lo sustituye por la última novedad aparecida en la pantalla.
El cuadro se adereza con una adolescentes histéricas a la puerta de los estudios de televisión pidiendo autógrafos a quienes eran perfectos desconocidos para ellas, periodistas sin escrúpulos fabricando la noticia que más audiencia puede atraer, los amigos del padre que no se cortan en poner verde a su compañero con tal de aparecer en la televisión...
En fin, no sé si les suena la película, si les viene a la mente algún caso parecido acontecido en suelo patrio. Padres que justifican cuando no apoyan el comportamiento desvergonzado de sus hijas/os con tal de que salten a la fama. No importa si para ello han de aparecer como auténticos (o supuestos)sátiros o putones verbeneros. El objetivo es ese minuto de gloria mal entendido, desvirtuado por unos medios dispuestos a prostituirlo todo con tal de ganar la batalla de las cuotas de pantalla.
Visto lo visto, yo como en el ejército, lo mejor es que no se note que existes.
No sé si lo han notado, pero se avecina una borrasca, que viene entrando por Galicia y a lo largo del mes de Marzo afectará a tierras del Norte de Castilla y León, para luego cubrir el País Vasco, Cataluña y el resto de España de espesos nubarrones que dejarán cuantiosas lluvias. En algunos casos podrán venir acompañadas de fuerte aparato eléctrico y granizo, lo que terminará de arruinar las cosechas. Hay 17 Comunidades Autónomas en alerta por riesgo de catástrofes naturales y se recomienda no encender la Televisión ni leer los periódicos ni salir de casa salvo en casos de verdadera necesidad. Los colegios están cerrados por causa de la niebla y los servicios de protección están atentos a cualquier indicio de desastre para evacuar a la población. Desde aquí recomendamos a todas las personas que extremen sus precauciones y recuerden.....
Eligió el mismo día que Benvenuto Cellini o James Cooke para marcharse. El héroe, el pirata, el rey de la montaña, el ganador del Giro... el hombre. Marco Pantani, como tantos otros que alcanzaron la fama y la gloria en plena juventud, ha aparecido muerto en la habitación de un hotel. Sólo, rodeado por sus recuerdos y sus ansiolíticos, ahogado en una vida que no era la que imaginaba cuando se esforzaba sobre su bicicleta.
Quizás la mala suerte de caer en los controles, quizás la fama mal digerida, quizás la amargura por la pérdida o una mezcla de todo ello, han terminado con la vida de un hombre al que le gustaba ir por libre y en solitario cuando la vida le sonreía, pero que se ha agotado intentando nadar en el océano de su soledad.
Posiblemente hay miles de personas con tragadias peores que la suya y que siguen luchando día tras día. Personas que ni siquiera han logrado acercarse a las mieles de la fama y el triunfo. Pero precisamente esas personas anónimas han perdido a alguien con el que alguna vez se identificaron a través de la pantalla de sus televisores.
Todos sabemos lo que es el ciclismo hoy en día. El esfuerzo inhumano de los deportistas sobre una bicicleta a veces solo se consigue sobrellevar con ayuda de la química. En eso hemos convertido el deporte, en una prolongación más de la competencia continua en las sociedades modernas. Una competencia que te eleva a la gloria rápidamente, cuando ni siquiera tienes capacidad para asimilarlo, pero que te deja caer con la misma facilidad y te abandona cuando aún tendrías toda la vida por delante. Adios al pirata. Que la tierra le sea leve.
No no voy a hablar de las Torres Gemelas de Nueva York ni de su centro financiero. Voy a hablar del ombligo. Cada uno tenemos uno en el centro de nuestra anatomía y quizás por eso y porque nos mantuvo unidos a la fuente de la vida en ese tiempo minúsculo, (comparado con la inmensidad de toda nuestra biografía), en que estuvimos dentro del seno materno, nutricio, caliente y dulce, nos resulta tan dificil separarnos y cortar el cordón umbilical. No el cordón físico, sino el psicológico. Cada día estamos más necesitados de la ayuda, de la seguridad, del calor de ese alguien que nos cuida, nos mima y nos da ternura. Pero corremos el riesgo de caer en una fuerte dependencia que nos invalida, es decir, que nos hace minusválidos e incapaces de ser responsables de nuestra propia existencia.
La sociedad actual tiende su cordón hacia todo aquello que le ofrece seguridad o le posibilita escapar de su dura o triste existencia: yupis enganchados a la cocaína y al deportivo; jóvenes enganchados al alcohol o a la violencia o a la moda o a la pandilla; mujeres enganchadas a maridos que las maltratan y a los que no se sienten capaces de denunciar...
Y no sólo individuos. Sociedades enteras enganchados a la necesidad de seguridad como argumento que justifica sus guerras; enganchados a deseos de venganza contra el que supuestamente es el origen de sus males; ciegos todos por el miedo, incapaces de mirar más allá de sus ombligos.
Más allá del ombligo físico, tener ombligo significa haber alcanzado la madurez y la libertad del que se responsabiliza de su vida y de sus actos, del que decide por sí mismo y se equivoca por sí mismo y asume sus errores. Pero qué dificil resulta encontrar hoy en día a alguien así. ¿Conocéis a alguno?
Acabo de ver la fotografía ganadora del prestigioso premio otorgado por la World Press Asociation. La imgane del padre intentando consolar a su hijo de cuatro años tras un cerco de alambradas representa toda la tragedia del pueblo iraquí (y de toda la Humanidad), conquistado por un ejército extranjero, sometido a la humillación del vencido y derrotado por su propio gobierno dictatorial y tiránico. ¿Qué habrá sido de ese padre y de ese hijho en estos meses? ¿seguirán vivos, encarcelados? ¿o habrán muerto de hambre, o de disentería? ¿qué pensará ese niño de la vida si con cuatro años ya le ha tocado estar tras la alambrada?
No se debe olvidar que tras la imagen está la vida real de unos seres humanos, que hoy son ellos, pero que podríamos ser nosotros, quizás mañana. Dios y Bush no lo permitan.
La fotografía se puede ver en : http://www.worldpressphoto.nl/contest/winner.jsp
Abandonemos el equipaje y caminemos desnudos sobre el tiempo. El largo viaje de la vida es la odisea particular de cada ser humano. Aprendamos y compartamos, caminemos juntos mientras nuestros pasos lo requieran. Vivamos con ganas, disfrutando de sus placeres y luchando contra sus adversidades e injusticias. Volemos. Sintamos. Soñemos.