28 de Mayo 2007

Cuerpos gloriosos II

Los verdaderos triunfadores de la celebración de cuerpos gloriosos fueron dos cuarentones que resistieron, que vencieron, y por eso triunfaron un año más, aunque luego haya quien no lo sepa agradecer. Pero el auténtico protagonista en el corazón fue… llamémosle Vicenzo, el cuerpo de la fiesta, pues ronda el uno noventa, y que insulta no ya por su juventud sino por su humildad y nobleza, que no podía celebrar nada de lo que allí se celebraba pues sus años escolares han sido más bien un desastre; sus manos, sus largas manos, inocentes manos, temblarían si tuvieran que sujetar el fracaso de sus notas, pues, de momento, sólo puede ofrecer una mercancía que el mundo, -ese nuevo mundo que los demás celebraban-, no sabe apreciar. A Vicenzo le falta apetito para comerse el mundo. Ni el éxito, ni la fama ni la gloria le espera, no llega ni siquiera a mediocre pues es el fracaso en persona. Da la impresión de no tener metas ni objetivos, cuanto más para plantearse excelencias. Vicenzo no ha tenido que vivir tantos años como mi viejo Odyseo para sentir el dolor del tiempo perdido. Pese a su juventud, tal vez ni siquiera el tiempo por venir juega a su favor, y su naufragio seguramente sea el maldito porvenir, no el pasado. Yo me pregunto dónde le colocará la vida a mi querido Vicenzo. De momento, y sin que él lo sepa, la vida lo metió en el alma de su profesor de filosofía hace ya tres años, desde allí, desde el último pupitre, pues era el único que le permitía desplazar su enorme y delgado cuerpo para así hacer más llevadera la jornada escolar, hasta hoy, visibles todavía las huellas de la celebración del fracaso. Cuando los efluvios etílicos habían hecho su aparición en no pocos de sus compañeros, y la alegría desbordada regalaba apretones de manos, derrochaba fotografías en las que inmortalizar el momento o robaba besos a traición, mi querido Vicenzo, que no tenía nada que agradecer, que no tenía nada que pagar, se le acerca al cada día más cano profesor entre el neón y el decibelio mal acomodado y antes aún de abrir sus enormes brazos, dejando como suspendidos sus casi dos metros en el aire, le dice: “profesor, ¿puedo darle un abrazo?”. Lástima que los abrazos sinceros, las miradas comprensivas, los gestos cariñosos, las almas cándidas, los corazones nobles no sean evaluables, si no tú llevarías matrícula.

El Rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 11:31 AM | Comentarios (7)

25 de Mayo 2007

Cuerpos gloriosos

Se visten con las mejores galas, lucen sus exuberantes cuerpos, insultan con su juventud, inundan con su desbordada alegría salpicada de efluvios etílicos, celebran por fin su ingreso en un nuevo mundo. Han terminado sus años escolares, han finalizado su infancia y sostienen en las manos unas calificaciones que les otorgan entrada al país de los sueños. Porque ellos están hechos de sueños. Piensan que ahora el mundo se ha de preparar porque ellos están destinados a comérselo. El éxito, la fama, la gloria están a su espera. No hay sitio ni para la mediocridad ni para el fracaso. Se sienten destinados a las mayores excelencias y bondades de la vida. La muerte no les alcanza ni se les arrima.
Bastantes años más tarde, con la resaca de su celebración sobre mis espaldas, contemplo sus cuerpos gloriosos, con nostalgia por lo que yo también soñé cuando tenía su edad, con dolor por el tiempo transcurrido y no siempre aprovechado y con envidia de lo que ya está perdido. Ahora vivo rodeado de vestigios de un pasado que se soñó y no se ha cumplido. Los sueños rotos se entremezclan con las experiencias y los fracasos. Quedan restos del naufragio que aun pueden servir. Quizás a otros que, como los de ayer, soñarán con el mejor de sus destinos. La vida se encargará de situarles. Lo malo es que casi nunca lo hará con dulzura.
Mientras tanto, sonrien y beben el vino de sus copas, gozan en su inocencia, brindan a la vida y estallan a través de sus risas felices a la espera de que algún dios les vuelva con el dedo a rozar.

Escrito por odyseo a las 11:38 AM | Comentarios (16)

21 de Mayo 2007

Háblame.... desnudo


"Lo más profundo del ser humano es la piel".
Paul Valery

Le dije: “Desnúdate”.
Y ella me dijo: “¿Tan pronto?”.
Y yo dije: “Entiéndeme; lo que quiero decirte es que me hables de ti”.
Y ella me dijo: “Entonces, mejor será que me desnude”.

Luciano G. Egido. Cuentos del lejano Oeste.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 12:44 PM | Comentarios (19)

17 de Mayo 2007

Instantes fecundos

Un día es la suma de miles de instantes, la mayor parte de los cuales despreciamos por rutinarios, por mecánicos o por sin sentido. Sin embargo, vale sólo un instante, fugaz y casi imperceptible, de alegría, de felicidad, de dolor o de tristeza, para que el día se transforme en algo distinto. Y al cabo de los años, nuestros recuerdos se parecen a un album de instantáneas donde se acumulan momentos cuya duración fue tan escasa como un segundo, pero el sentimiento que nos procuraron aun perdura en el fondo de nuestro corazón.
Quizás por eso me gusta tanto la fotografía, no solo la que puedo hacer yo, sino la fotografía de otros, antigua si es posible, porque recogen casi la totalidad real de aquellos pasados instantes, sonrisas que ya se perdieron, miradas que se posaron sobre otras miradas que quizás ya ni siquiera existen. Desde niño me ha impresionado contemplar entre mis manos una de esas fotografías antiguas, en las que podía ver, por ejemplo, a mi abuelo cuando tenía doce años, vestido junto al resto de su familia para la ocasión. Siempre me pregunté qué estaría pensando y sintiendo mi abuelo, con aquella edad, en aquel preciso momento en que mira al fotógrafo con la picardía y la inocencia de los doce años. ¿Imaginaría él todo lo que años más tarde le tocaría vivir? ¿Sería su vida después tan extraordinaria como soñaba en aquel momento?
Instantes.... míos o apropiados, inmensamente cotidianos y normales para quien los mira desde fuera, pero fecundos e inmensos para quien los guarda en su memoria. ¿Cuántos instantes de nuestras vidas han merecido una existencia entera? Quizás muchos nos acerquemos a la sensación que pudo tener el viejo califa cordobés que repasando su vida pasada, casi al borde la muerte, comprobó en su diario que sólo había apuntado catorce días como plenamente felices. Quizás parezcan poco, pero si realmente merecieron la pena...

Escrito por odyseo a las 8:16 PM | Comentarios (24)

14 de Mayo 2007

¿Cuestión de idiomas?

Llama la atención la gran importancia que está cobrando la enseñanza de los idiomas, sobre todo del inglés, el idioma del imperio, del imperio del dinero, me supongo. La verdad es que hay que reconocer que teniendo en cuenta el mundo en el que nos movemos, el aprendizaje de varios idiomas es importante. He podido comprobar en mis propias carnes, en una reciente visita al extranjero, lo limitado que puede llegar a encontrarse uno en determinadas condiciones ante la imposibilidad de comunicar lo que uno desea. Este hecho también me ha permitido experimentar algo que ya intuía y es que ante cualquier dificultad lingüística y anterior a todo ello, está el interés por el otro, la preocupación por el que tienes enfrente y la sensación de que hay personas con las que ni siquiera el idioma es problema, a veces, a la hora de comunicar, pues tiene uno la certeza de que hay un lenguaje íntimo que expresa lo que las palabras ocultan. Y lo considero íntimo, en la medida que muestra lo que verdaderamente somos, sentimos o deseamos. La existencia de este lenguaje íntimo, que tampoco sabría determinar exactamente su forma de expresión, es lo que permite, al menos a mí, considerar que hay personas con las que uno habla el mismo idioma. Un idioma que llamaría del corazón, pues independientemente de lo comunicado, del grado de acuerdo o desacuerdo, está una forma de sentir común que hace posible el milagro de la comunicación auténtica, aquella en la que el alma humana siente que no está sola, pues hay otras almas que saben a qué atenerse en presencia unas de otras, ya que lo primordial queda manifestado. Lograda la intuición primera de lo íntimo, resulta luego enormemente placentero y gratificante ahondar por separado y conjuntamente en el fondo siempre insondable de ese misterio que es el hombre para el hombre. Este lenguaje del sentir común sólo es posible cuando la confianza en el otro es total, y cuando es mirado con la nobleza que exige salir de uno mismo al encuentro de los demás. Son muchas las veces que todos hemos experimentado el hecho de personas con las cuales la comunicación es casi inviable por mucho que hablemos, y otras con las que una mirada, un gesto, una sugerencia es suficiente para llegar al entendimiento. Probablemente el idioma necesario para comunicar entre los hombres nada tenga que ver con ninguna de las lenguas habladas en el mundo y sí mucho con lo que en lo más profundo del corazón humano podamos encontrar.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 7:53 PM | Comentarios (20)

11 de Mayo 2007

El opio del pueblo

Decía Marx que la religión era el opio del pueblo, pero el opio no es la droga de moda en estos tiempos. Ahora se llevan más las drogas de diseño y los polvos blancos. Y es que ya se sabe que en el mundo empresarial, tan competitivo, sobre todo a nivel de los consejos de administración y los altos ejecutivos, la tensión es muy grande y no acaba nunca. La libre competencia le está sentando mal a algunas empresas y no digamos la globalización. Sin ir más lejos, la Iglesia Católica se ha visto obligada a mandar a su presidente a Brasil porque según los últimos informes bursátiles, las acciones católicas allí están yendo a la baja de forma imparable. La culpa por lo visto es de ciertos advenedizos pentecostalianos o evangelistas que con canciones y musiquilla le están quitando clientela a la vieja y elegante empresa romana.
El negocio de la salvación (o condenación) está en plena efervescencia. Antes para ir al cielo bastaba con cumplir los mandamientos y aguantar el sermón semanal de un clérigo cuyos ojos veían pecado por practicamente cualquier rincón del corazón humano. Hoy, por ejemplo para algunos musulmanes, no basta con seguir los preceptos de Mahoma, sino que si tienen prisa por llegar al cielo, se tienen que atar dinamita a la barriga para hacer saltar por los aires a los usuarios de cualquier transporte público. Previamente han recibido alentadoras palabras de ánimo por parte del imán de su mezquita que con todos sus años de vida aun no ha sentido la prisa por seguir semejante camino. Los católicos tienen que soportar a diario a algún cura pestilente y afeminado que ha hecho el milagro de la conversión del amor en solo sexo. No, el amor ya no existe ni en su vocabulario y sus mentes solo están preparadas para el sexo. El negocio es el negocio y a la clientela o la convences o la acojonas, pero aquí no se permite que se escape nadie. Por todos lados del ancho pasillo de las religiones que se autodenominan cristianas (sean protestantes o sumisas), se impone la moda de la música pachanguera, los gritos alucinados y la repetición convulsiva de consignas tipo Dios me ama. No te arreglan nada pero te dan vidilla y sale uno de estas sesiones, a mitad de camino entre una sesión de aerobic y un ritual de magia negra, con el corazón henchido de alegría y felicidad, como cuando te fumas tres porros seguidos. Está claro que el opio ya no se lleva, pero los camellos del cielo y la salvación siguen repartiendo mercancía barata en la puerta de los templos. Lástima que nadie se atreva a coger el látigo para echarlos a todos.

Escrito por odyseo a las 7:33 PM | Comentarios (19)

9 de Mayo 2007

Amantes

Déjame que me acerque, que suavemente acaricie tu dorso.
Que hablen mis manos por tus líneas y entresijos.
Déjame que con cadencia soñadora, tus notas, se enreden en el sentimiento.
Háblame flojito y cuéntame, tú sólo recítame.
Vénceme sin miedo y arróllame.
Siénteme, mientras suave, te dejas caer sobre mi pecho.
A fuego y pasión involúcrame. Y méceme, tan sólo acúname…

Que nos encuentren dormidos la envidia y el tiempo…


La Adjunta de los Rivales

Escrito por odyseo a las 5:59 PM | Comentarios (22)

7 de Mayo 2007

Carta abierta a la muerte

Tal vez sea una frivolidad, o incluso una temeridad (no vayas a tomar venganza por mis palabras) ponerte ahí, frente a frente, en una página en blanco, y señalarte de cerca para decirte lo que, tal vez, cuando me tengas en tus manos no haga falta, pues te mostrarás como eres y el misterio habrá desaparecido. O no, ¿quién sabe? Antes que nada, y por puro egoísmo, rogarte que cuando decidas hacer acto de presencia, lo hagas en mí antes que en mis seres queridos. Mi vida sin ellos sería mi peor muerte. No obstante, no tengas prisa, mi vida, aunque a veces esté exhausto y cada día haya cosas que me cueste más trabajo entender e incluso aceptar, merece la pena vivirse.
Cada día pienso en ti, y no poco, por cierto. A veces es poner el pie en el suelo al despertar y ya te tengo frente a mí. Aunque bien es cierto que hace tiempo, no mucho, la verdad, dejé de tenerte miedo. Cuando en ti pensaba me invadían tales temores y angustias que a veces no podía soportarlo. Ahora, cuando he empezado a entender que vivir y morir no son cosas tan distintas, y que no soy tan importante como para que a mí no tengas que visitarme, soy capaz de echar esta parrafada contigo, hoy, precisamente hoy, el día de la madre, que para mí lo son todos los días del año. Sé que hace tiempo me rondas, pero cuando te asomes a la ventana me gustaría que la música que oyera, a ser posible, no fuera el Clavelitos, aunque tampoco está mal. Preferiría algún concierto de CAMEL, eso sí en directo, sólo aceptaría un play-back si tu presencia también lo fuera. Si estamos en serio, estamos en serio, y tú cuando actúas no andas con tonterías, pues la música lo mismo. Por supuesto, por mí no quiero que doblen las campanas, no hay motivo para el luto, se lo tengo dicho a los míos, no quiero llantos ni pesares. Tú llegada tiene que ser motivo de fiesta por doble motivo. Los que me han querido y he querido se han llevado lo mejor de mí y, sobre todo, yo de ellos. Y los que no me han querido, que los habrá, quedarán a gusto. Tampoco quiero grandes lápidas y mármoles, esos lujos no son para mí. Un puñadito de tierra valdría. Tampoco quiero epitafios, ¡qué mal gusto, Dios mío! De todas formas el amigo Odyseo me regaló uno hace días que no me disgustó, sobre todo por lo castizo que era, más que por la verdad que pudiera contener. ¡Ten amigos para esto! ¿Y para qué mejor?, digo yo. Precisamente, junto al viejo Odyseo se fraguó parte de este post, y me da la impresión que también su último escrito sobre la confianza, en silencio los dos. Allí arriba, sobrevolando los Alpes y el Lago Le Mans pensé en la muerte, y lo minicelebramos con esas minicervezas aéreas. Ya en tierra, las cervezas tomaron tamaño natural y celebramos la vida y la muerte como Dios manda, no se despachaba menos de medio litro. Me da que el Dios que nos mandaba por lo menos era Dionisos.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 6:59 PM | Comentarios (13)

5 de Mayo 2007

Confianza

Se tiene la sensación (de manera creciente conforme pasan los años) de que la gente es cada día más desconfiada y de que vivimos en un mundo cada vez más áspero e inquietante, sin embargo, no somos conscientes de la cantidad de confianza que destinamos cada día a las personas de nuestro alrededor y que gastamos con mayor alegría de la que en principio se puediera pensar.
Desde que nos levantamos no hacemos otra cosa que confiar en los demás: confiamos que no nos envenenaran en los bares o restaurantes unos cocineros resentidos o unos camareros a los que se les puede haber ido la cabeza; confiamos en todos y cada uno de los conductores que nos vamos cruzando en calles y carreteras y confiamos en que no les va a dar por hacer un giro brusco cuando pasan a nuestra altura para empotrar su vehiculo contra el nuestro; confiamos que la viejita que vive en el piso de abajo no se va a despistar dejando el gas abierto; confiamos en que la receta del médico es la correcta, confiamos en el cirujano que nos abre en canal y suponemos que ese día no viene bebido y que ha descansado ocho horas al menos; confiamos en el dentista y su costumbre de lavarse las manos, en que el mecánico no se olvidó de apretar bien todas las tuercas, en el carnicero que nos despacha siempre carne de animales que han sido controlados y reconocidos; confiamos en el policía que no va a liarse a tiros con su pistola, en la chica de la guardería donde dejamos a nuestros hijos, en el que nos paga con un cheque, en el cajero del banco donde ingresamos nuestros ahorros; confiamos en que ese que viene por la misma acera a altas horas de la noche es otro como nosotros que va camino de su casa y que no va a sacarnos una navaja, confiamos en el conductor del autobus o del metro, en el piloto del avión y hasta confiamos en que su mujer no le ha echado algún veneno en el café del desayuno presa de los celos y que éste no le hará efecto justo a los diez minutos del despegue; confiamos en los perros, sobre todo si llevan collar y dueño, confiamos en todos nuestros órganos internos y estamos convencidos de que cada uno seguirá haciendo puntualmente su función sin tardanza y con el mismo entusiasmo que el primer día; confiamos en nuestras parejas, en nuestros hijos, en nuestros amigos y familiares, confiamos en que si descolgamos el teléfono abrá señal y línea, confiamos en los que sortean todas las loterías sean o no ciegos, confiamos en la Televisión y los maestros, en los libros y hasta en internet.
Somos confiados, más de lo que pensamos. Algunos hasta se fían de su sombra y algunos otros, incluso, se fían hasta de quien les dice que de nadie se han de fiar.

Escrito por odyseo a las 10:06 PM | Comentarios (14)

3 de Mayo 2007

Viajes Martínez

Todos tenemos un Martínez en nuestras vidas. Incluso en alguna ocasión nosotros seremos un Martínez para otros. A mi Martínez particular lo conocí hace… ¿Tantos? Bueno lo conocí un día y punto, no pienso auto-flagelarme en este momento. Martínez es ese tipo agradable, algo insulso, bueno de caerse y demasiado inocente, pero que dan ganas de abrazarle cada vez que abre la boca por lo tierno que es…también de arrearle capones, porque saca de quicio al más paciente, pero esa es otra historia.
Junto a él he vivido sus enamoramientos, sus arrepentimientos, su novia formal, su boda y su estrepitoso divorcio. Incluso hemos llegado a trabajar en la misma oficina, lo cual en ocasiones ha sido…eso, ha sido. Comenzó en la oficina estrenando su divorcio junto con el de la sin par Ofelia, mi amiga del alma, y compañera de trabajo. Era enternecedor verlos suspirar por los rincones, despechado él, despechada ella. Yo fui el efecto de su feliz encuentro. La causa no fue otra, que un peculiar deseo egoísta para que me dejaran de utilizar como pañuelo de lágrimas con sus cuitas. Ahora son una pareja estable, feliz y con planteamiento de viaje a Irlanda para dentro de treinta años, mes arriba o abajo.
Esta vez la causante del entuerto no fui yo. Ellos tuvieron planeado el viaje al milímetro en su momento. Incluso Cucho, su fiel labrador, tenía casa durante el asueto de sus amos. Pero todo se fue al garete por la falta de pericia de mi Martínez. ¡¡Este chico no me aprende y no se fija en nada!!! Misterioso y compungido me llamó una tarde, Ofelia le había amenazado con separarse formalmente.
- Pero si no estáis casados ¡Martínez, por favor!
Entre cafés y nervios, me detallaba la rareza de su Ofelia.
- Ofelita ya no es la misma
- ¡¡Sin diminutivos Martínez que te arreo!!
Tras los detalles que esgrimía, realicé un pequeño tercer grado sobre los hábitos de compra de Ofelia en los últimos meses. Martínez es el proveedor oficial de la casa. Se empezó a encender la lucecita roja con sirena incorporada. Lo dejé sentado hasta mi vuelta y me marché sin dilación a reunirme con Ofelia. Dos tazas de té más tarde, cuando la susodicha pasó de la risa al llanto y de éste, al enfado en décimas de segundo, tras aullarme ante mi atenta observación de sus nuevos modales adquiridos:- ¿¡Tengo monos en la cara!? Supe perfectamente donde estaban los monos. Precisamente no estaban en la cara y desde luego no eran de feria. La dejé con una buena excusa, previo encargo al camarero de una tila doble. Martínez seguía esperándome. Cuando me vio aparecer con una sonrisa y un pequeño paquete en las manos suspiró agradecido. Sabía que traía una solución para su mal. Eso creía él. Casi tuvimos que llamar a urgencias. El par de patucos que le había comprado para que a su vez se los regalara a Ofelia, como pareja observadora y atenta, aunque no se entere de la misa a la media, fueron el detonante. Balbuceaba el pobre frases inconexas:
- ¿Cómo?... ¿esto?... ¿¡pero ha ocurrido!?
- Pues muy fácil cuando papá y mamá se quieren…¡¡Martínez, que no tienes cinco años!!
- No puedo creer…es... No... las cuentas.. salen
-¡¡Martínez!! Como pronuncies la palabra menopausia te pateo la quinta esencia varonil
Don Eulogio confirmó el estado días más tarde. No tuve que patear nada. Ofelia se congració de nuevo con Martínez por detallista y pinturero. Todo volvió a la normalidad…Bueno, todo lo que se dice todo, no. Pero eso lo relataré otro día…

(Continuará…)

La adjunta de los Rivales

Escrito por odyseo a las 8:57 PM | Comentarios (6)