30 de Abril 2007

Forasteros del tiempo

“En los soportales, sentado en una silla baja de anea, junto a una columna, había un vendedor de barquillos, reliquia de una profesión y de una golosina que pertenecía a las épocas heroicas, restos de un mundo neorrealista en trance de extinción. Era un pobre viejo, envuelto en ropas anacrónicas y en bufandas pardas, con el cabello alborotado y bohemio, la barba entrecana y el cuerpo arrugado, hecho a las inclemencias de la plaza. Tenía ante él el barquillero, de un rojo antiguo que había adquirido la policromía opaca de los desperfectos y los años, y con el mágico mecanismo de la ruleta en la tapadera. En otro tiempo, los niños se acercaban al vendedor de barquillos en los días de fiesta y pagaban cinco céntimos o diez céntimos (perras chicas, perras gordas) para dar impulso a la ruleta. Los ojos infantiles seguían ávidos e impacientes el giro vertiginoso inicial de la ruleta, la progresiva ralentización y la vacilación final al detenerse, un caprichoso y cansino ir cayendo de número en número, el veinte, el dos, el cinco, el diez, hasta pararse del todo en un número concreto, el premio del azar. Los niños aspiraban al veinte y temían al dos, que eran los extremos de la suerte, y la atracción del número era superior al sabor de los barquillos que recibían a cambio. Pero eso era en otros tiempos, diría el vendedor de barquillos. Ahora los niños no sentían atracción alguna por el barquillero, ni por los barquillos, ni por la ruleta. Y si el vendedor de barquillos seguía sentado junto a aquella columna era por vocación y por derechos adquiridos, porque a su edad no podía darle otro sentido a la vida que no fuera la obligación de ocupar cada mañana su puesto de toda la vida junto a la tercera columna. El forastero lo había visto allí mismo y, acaso como una rememoración de su remota infancia, de los tiempos de albahaca y hierbabuena, se quedó mirando con fascinación el mecanismo de la ruleta. El vendedor de barquillos advirtió la nostalgia de aquella mirada y sonrió con bondad… ¿Es usted forastero, verdad?, le preguntó. El forastero asintió con mansedumbre. No se preocupe, oyó decir, aquí todos somos forasteros…”

Gonzalo Hidalgo Bayal. Paradoja del interventor

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 8:27 PM | Comentarios (18)

27 de Abril 2007

Auge de los fanatismos

La Historia es un tren sin paradas y la del siglo XX fue una carrera desbocada en la que asistimos a la caída del comunismo, del fascismo y de muchas dictaduras, pero también asistimos al surgimiento de nuevos enemigos como el fanatismo religioso, un cadaver resucitado que enterramos allá por la Edad Media y cuyo entierro coincidió con el nacimiento de lo que llamamos Modernidad. Averiguar las causas de dicha resurrección no es cosa fácil, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en sociedades cada vez más tibias en materia de cumplimiento religioso. También es verdad que cuando muchos dejan de creer en las religiones más extendidas, fácilmente caen algunos de ellos en las redes de creencias aun más irracionales y extrañas, rozando la mágica estupidez infantil (videntes, gurús de la new age, sectas e iglesias de nuevo cuño aparecen por doquier para llenar el vacío).
Pero lo cierto es que el auge de dicho fanatismos religiosos (no hay religión que se libre: desde el fundamentalismo protestante norteamericano, a los exacerbados tradicionalistas católicos, junto a los ultraortodoxos judíos o los fundamentalistas musulmanes de cualquiera de las ramas del Islam) hay que interpretarlo como un intento de reconquista por parte de los clérigos de las sociedades modernas laicas que se habían librado de su yugo y se habían secularizado. Cuando por fin parecía que nos estábamos librando de la idea de dios, vienen estos fanáticos y desde sus púlpitos (mediáticos o tradicionales) se lanzan a una campaña inmisericorde de recuperación del poder y la influencia perdidos, sin que les importe la salvación de los creyentes ni lo más mínimo.
Ellos culpan a la Modernidad, ya de por sí tan atacada por el nihilismo de salón postmodernista, de todos los desastres humanos en sus sociedades. No necesitan argumentos racionales ni justificaciones verdaderas (para algo está la fe puesta al servicio de su causa), solo buscan volver a captar a las masas ignorantes y desorientadas. Tampoco quieren la solución para los desastres contemporáneos, puesto que ese es su caldo de cultivo, por lo que si pueden, echarán una mano para que la cosa no solo no se arregle sino que empeore. A la vista de todos está: neocons y teocons dirigiendo la política estadounidense, clérigos y terroristas llamando a la guerra santa en Irak, Afganistán, Sudán, Pakistán, Irán y miles de mezquitas repartidas por los barrios de inmigrantes de las grandes ciudades europeas.
Solo nos queda la esperanza de que nuestros hijos tengan la suficiente inteligencia y bondad para carecer de dioses y sacerdotes.

Escrito por odyseo a las 5:59 PM | Comentarios (18)

25 de Abril 2007

Casualidades de la risa

A modo de presentación:
Hoy se inicia una nueva sección llamada Rizando el Rizo que correrá a cargo de nuestra bien querida amiga de los Rizos, que firmará con el seudónimo de la Adjunta a los Rivales. Escribirá cuando le de la gana sobre lo que le de la gana y de la forma que le apetezca. Aténganse a las consecuencias de leerla y disfrutad.

Los Rivales

CASUALIDADES DE LA RISA, por la Adjunta a los Rivales

"Eran tres, eran tres, eran tres...
eran tres con palomas en las manos...
eran tres y los tres eran hermanos
de la luz, del amor y del saber……" Alberto Cortez

Soy más amiga de las “causas” que de las “casuás”, quizá porque todo tiene un motivo, aunque no sepamos apreciarlo, ni falta que nos haga generalmente.
El azar suele jugar su papel como crupier de sala en la subsistencia, y nos deja atados a sus circunstancias de por vida o, al menos, temporalmente.

Cómo comenzó el “roce” está de más, salvo para cuatro o cinco fisgones de turno aburridos probablemente con su procelosa vida. La cuestión es que desde el principio éramos tres, cada uno en su rincón por separado. Pero que del cruce de unas risas, la complicidad bien entendida entre camaradas, pasaron a ser dos. El resultado es obvio y se puede constatar.

La tercera en discordia rondaba aquel garito o, mejor dicho, por aquel entonces los tres rondaban los mismos garitos. De nuevo una causalidad risueña reajustó el camino en dos direcciones, lo que provocó una leve interacción en el corro. Pasando de la noche a la mañana a ser tres. No sé bien si como las hijas de Elena o como las causas atenuantes de la enajenación mental transitoria. La triada estaba formada.

Lo que ha ocurrido después se veía venir y no me ha pillado por sorpresa, aunque sí me ha dejado por unas horas noqueada en mil planteamientos. Decidirme salir de las bambalinas no ha sido difícil, lo complicado será mantenerme en el entarimado….Sta. Adjunta salga al encerado por favor…Siempre he salido al mismo aún cuando no me supiera la pregunta, qué remedio queda. Además y en este caso, la causalidad es la risa compartida…et voilá… triple salto mortal con doble tirabuzón….

Lo que llamamos casualidad no es ni puede ser sino la causa ignorada de un efecto desconocido. Voltaire

La adjunta

Escrito por odyseo a las 8:15 PM | Comentarios (20)

23 de Abril 2007

Compartir

¿Qué cosas son especiales

y dignas de ser compartidas?

Escrito por odyseo a las 9:29 PM | Comentarios (21)

17 de Abril 2007

Malversación

Me duele malversarme, malversarme de ser como si nada, perder, regalar minutos, segundos, horas, días y hasta semanas, a la nada, a una inconsciencia gratuita y dócil que nos engaña con su inocuidad aparente. Estoy, pero estoy como si nada, entre las cosas, a veces cómplice de la belleza que me atrae a su lecho y me adormece por siglos, a veces cómplice de la muerte que es el porvenir que me grita al oído que nada merece la pena.
Me desperdicio en el tiempo con mis interrogaciones, suntuosos pensamientos que ni siquiera me quitan el sueño. Regalo mi pulso a la vida sin que me de nada a cambio y creo vivir intensamente cuando apenas rozo el sentido de las cosas, la luz sin causa.
Solo soy dueño del tiempo y lo arrojo por la borda de un barco que se mece insatisfecho, que apenas se consuela en su vaivén.

Escrito por odyseo a las 6:59 PM | Comentarios (14)

13 de Abril 2007

Erre que erre

Va ya para tres años y por aquí algunos siguen erre que erre, con una estrategia de mantenella y no enmendalla que les retrata de forma infalible. Insultan a la inteligencia de los ciudadanos, arrasan cualquier indicio de decencia y mínima dignidad, no solo política, sino hasta personal. Mentir ha sido y sigue siendo su oficio, y gracias a sus corifeos que les sirven de altavoz, sus falsedades se propagan como la peste.
Pero no deja de resultar curioso que uno de esos portavoces que tanto han servido a esta causa más que perdida, justo en estos días no haga ni siquiera mención del tema. Me refiero a las declaraciones de la cúpula policial en tiempos del anterior gobierno en el juicio por el 11-M. Mientras el diario El País destaca en su primera página estas declaraciones que confirman lo que ya todos sabíamos: la estrategia de falsedad de Acebes, Zaplana, Rajoy y Aznar, El Mundo pasa en su portada por encima de la noticia desde hace días y no trata el asunto que más interés tiene en la actualidad nacional. Será que quien calla otorga.
Lo que no tiene remedio es la penuria intelectual a la que nos somete el intragable Acebes que niega la evidencia, que dice que dijo lo que justo no dijo, lo que justo ocultó y tergiversó malintencionadamente; la penuria intelectual del pobre tonto de Aznar (si al final va a tener razón el oligofrénico de Bush cuando lo llamaba "ansar") que ahora dice que cómo iba a saber él que no había armas de destrucción masiva cuando nos metió de cabeza en una guerra injusta y cruel... como todas las guerras; la penuria intelectual del chulo de barrio de Zaplana que regalaba turrón a espuertas y derrochaba generosidad entre sus amigos a cargo del erario público; y la penuria intelectual del pobre de Rajoy que hace y dice lo que los otros tres de la banda le dicen que haga o diga.
Triste espectáculo y encima con carácter retroactivo (la derecha en este país no es que sea conservadora, es que es retroactiva).

Escrito por odyseo a las 7:52 PM | Comentarios (9)

11 de Abril 2007

Circus vitae

Le dejé hace quince días a la escucha, a la espera de que la vida le hablara una vez más. Y la vida le habló, según me dijo, para decirle que los viejos fantasmas no habían desaparecido, es más, que se habían convertido en personas, con nombres propios, como en otras ocasiones. Al menos algo le había quedado claro: no estaba loco, como a veces había llegado a pensar, aunque esto no era consuelo para él, pues no se conformaba con la verdad, era ambicioso y también pretendía la felicidad. Dos tareas, dos metas, que parecían no ser buenas compañeras de viaje hacía tiempo. Entendía, -tal vez equivocadamente-, que la felicidad o iba de la mano de la verdad o no podía considerarse tal. Por eso, -o por orgullo incluso-, no entendió nunca los esfuerzos que algunos hacían por mostrarse agradables con él. Consideraba esos esfuerzos innecesarios, pues eran fruto, tal vez, de la hipocresía y de corazones poco limpios o interesados. En un ejercicio de coherencia, él siempre intentó huir de esas formas de proceder. Pese a todo, sabía que el mundo, sobre todo el humano, era grande, diverso y le permitía encontrar a su alrededor ejemplos contrarios, modelos de sensibilidad, ternura y respeto de los que siempre estuvo dispuesto a aprender, pues entendía que esa era una de sus tareas en la vida: aprender, aprender a ser. Tarea en la que se empleaba a fondo siempre que tenía oportunidad. Y la vida le enseñó que cualquier circunstancia es propicia, al menos siempre que estuviera atento, lo cual no ocurría tanto como deseaba, pues su cabeza, pese a tener pocas ideas y ocurrencias a veces parecía un torbellino y quedaba distraída a menudo. Distracciones en las que ocupaba grandes ratos, y que en muchos casos no eran más que lecciones prácticas de los anteriores aprendizajes, eso sí, con sus consiguientes errores. Errores que desaparecían cada vez que, sentado en la sombra, detrás del resto de los músicos de la banda, se ponía a las órdenes del director y daba comienzo la sesión del Circus Vitae. Era allí, en el circo, con las baquetas en la mano, siempre en segundo plano, y con los ojos puestos en la pista central, donde el mundo de verdad se transformaba y donde la magia hacía acto de presencia no sólo en las caras inocentes de los más pequeños, sino en su alma también. Sabía que con sus redobles ayudaba a crear el ambiente necesario para que el esfuerzo del funambulista, el acróbata o el payaso fuera eficaz. Sin embargo, el momento que él esperaba con impaciencia durante toda la jornada y que intentaba retener en su retina y en su corazón hasta la sesión siguiente, era cuando ella, con aquellas piernas atléticas, musculosas y finas al mismo tiempo, saltaba del trapecio para recibir los aplausos del público. Era entonces cuando más suave tocaba, envolviendo con delicadeza cada una de las notas de sus compañeros y los vítores de los asistentes. No quería por nada del mundo restarle protagonismo a ella, la auténtica estrella. Era su brillo, el de su cuerpo, el de su sonrisa, el de sus modales delicados, lo único que de verdad llenaba el cielo de su dicha, y de su desdicha cuando los focos se apagaban.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 7:24 PM | Comentarios (12)