26 de Febrero 2007

¿Egoísmo o generosidad?

“Tener hijos es un acto de egoísmo”. Así como suena, es lo que oí hace muchos años, cuando aún no me había estrenado en esas lides. La frase sonó en mi cabeza, tal vez más que en mi corazón, como cuando te das un golpe fuerte y quedas aturdido y casi sin sentido. La “perla” venía de una mocita de unos treinta años y que a mis ojos era fea, insatisfecha y acomplejada más que otra cosa. Pero lejos ya en el tiempo aquel atontamiento inicial, y después de haberle dado el acomodo en mi pensamiento que la vida me ha permitido, son muchas las veces que considero que tal vez aquella estúpida compañera de trabajo no lo era tanto y que seguramente le había dado más vueltas al tema que yo, que siempre fui un poco ingenuo. Todos sabemos que ser padres exige entrega, sacrificio, generosidad y que en muchos casos es un acto de heroísmo. Pero es cierto que este saber, como muchos otros, sólo se comprende cuando se viven, y que antes de ejercer de padres difícilmente puede uno ni siquiera barruntar lo que conlleva. Si consideráramos despacio lo que el hecho de existir supone para un ser humano, el sufrimiento que una persona puede llegar a soportar o la angustia que puede padecer y que en última instancia los responsables son aquellos que le trajeron a la existencia, tal vez nos pensaríamos más ciertas decisiones. Si echamos un ojo a nuestro alrededor y observamos el mundo que estamos construyendo para nuestros hijos seguramente lo más sensato sería, después de la insensatez que fue darles la vida, quitársela. Pero este sacrificio tampoco estamos dispuestos a hacerlo, por egoísmo también, pues nuestra propia vida sería aún más difícil de soportar sin lo que ellos nos dan. ¿Difícil situación verdad? Tranquilos, no se me está pasando por la cabeza aprovechando que mis hijos están en la cama aliviarles del madrugón y los exámenes de mañana haciéndoles dormir el sueño eterno. Pero llegados a este punto lo único que está en nuestras manos es dedicar nuestras vidas a la de aquellos que no nos pidieron permiso para tener la suya.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 8:06 PM | Comentarios (13) | TrackBack

20 de Febrero 2007

Máscaras

Cayó el Carnaval y me imagino que no son pocos los que sienten gran tristeza, pues ven estas fechas como una oportunidad única para esconderse detrás de los disfraces, las máscaras y hacer de su capa un sayo. Parece, según cuentan, que son fechas en las que hay una relajación en las normas que habitualmente presiden la vida de muchas personas, y en un estado de semiinconsciencia, permitirse ciertos deslices que por ese motivo parecen justificados. No entiendo muy bien cuáles pueden ser los motivos que lleven a la gente a actuar así, menos aún en sociedades como las nuestras en las cuales la bandera de la libertad ondea sobre cualquier otra, y en las cuales pareciera innecesaria esa liberación de las ataduras de todo el año. Esto me da qué pensar y considerar que tal vez existan muchas libertades formales pero pocas reales, o que tal vez no estemos demasiado satisfechos con lo que somos durante todo el año y que estemos reprimiendo permanentemente deseos, inquietudes o necesidades que sólo seamos capaces de acometer desde una ficticia identidad. ¿O es tal vez ese yo oculto durante todo el año tras nuestro traje de corbata y ahora desatado tras la máscara, nuestro yo más real? Por todo esto siempre me han resultado ciertamente ridículas y desagradables estas celebraciones, pues nunca he entendido que haya personas que necesiten de un disfraz para ser ellas mismas. Pero si considero lo anteriormente expuesto a la luz del quehacer diario, me doy cuenta de que no soy quién para juzgar esos comportamientos, pues tal vez otros hacemos del disfraz uniforme hasta para dormir. Así como quienes en el Carnaval tienen un traje para cada día, seguramente otros cambiemos de antifaz varias veces al día durante todo el año, con personajes tan dispares y contradictorios que difícilmente encontrarían acomodo más allá de la consulta del psiquiatra. A veces las ataduras de los papeles que cada día tenemos que interpretar son tan fuertes, que sentimos la necesidad de pasar al siguiente para que, con otras ataduras de otro papel distinto, seamos capaces de liberarnos del anterior. En fin, que igual es más sano y económico que una vez al año ejerzamos la inconsciencia.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 7:55 PM | Comentarios (11) | TrackBack

15 de Febrero 2007

Breves, preguntas breves

Si resulta que la marca de calcetines que usan los magistrados del juicio por el 11-M es la misma que la que usa el preso De Juana Chaos, entonces ¿quedaría demostrada la relación de ETA con dichos atentados?

¿y entonces no habría que exigir la suspensión de dichos jueces y del ministro de Justicia y del Tribunal Constitucional al pleno?

¿y esto no demostraría además la connivencia entre el gobierno de Zapatero, la masonería y HB?

Y entonces ¿no habría que exigir una comparecencia inmediata del Presidente del Gobierno para aclarar estos hechos y tranquilizar a la opinión pública con una declaración solemne de que él no compra los calcetines en la misma tienda que los miembros de ETA ni dialoga con el tendero?

¿y esto no confirma todo lo que la oposición y ciertos medios venían denunciando desde el principio?


Si es que son de un listo!!!!!!!!!!!!

Escrito por odyseo a las 8:36 PM | Comentarios (8) | TrackBack

12 de Febrero 2007

¿Deporte de base o política de base?

Como practicante siempre he entendido el deporte como juego, como medio de diversión, de expresión y como forma excepcional de engañar a la vida, sobre todo cuando ésta se pone puñetera, que no son pocas veces. Como espectador, aunque cada día paso más del tema, mi postura es bastante parecida. Veo espectáculos deportivos fundamentalmente para disfrutar, en el amplio sentido del término, y no sólo ni tan siquiera con la victoria de mis equipos preferidos, que también los tengo. El triunfo para mí, como practicante o como espectador, no tiene absolutamente ningún valor si no es como resultado de la expresión de las excelencias de los participantes, y éstas van más allá de las virtudes propiamente deportivas, abarcando toda una serie de elementos que muchas veces no se dejan ver con absoluta claridad en una cancha de juego. Hoy sin ir más lejos, pese a mis simpatías madridistas y la clara derrota de “mi equipo”, la Final de la Copa del rey de baloncesto me ha parecido un espectáculo, pues ha triunfado el deporte, -pese a lo que estaba en juego para los dos equipos-, incluso en detalles, para mi tan relevantes y tan poco apreciados en las grandes celebraciones, como los abrazos entre los rivales, fundamentalmente entre aquellos que menos han participado en el juego y que tan poco les dice a veces la victoria o la derrota, o el reconocimiento por los entrenadores de los méritos del contrario, independientemente del resultado. Por todo esto hoy podría haber sido un buen día para mí. Pero sinceramente no he podido disfrutar como suelo hacerlo pues durante todo el día me ha rondado una tristeza que no me ha sido fácil alejar. Y curiosamente la causa ha sido otro acontecimiento deportivo. Durante el fin de semana se ha celebrado en Cáceres el Campeonato de España de fútbol infantil femenino por comunidades autónomas. Me cuentan que en el acto de presentación inicial de cada partido, en el que las jugadoras, niñas de doce años, ocupan el centro del terreno de juego junto al árbitro, la selección del País Vasco no saludó a las jugadoras de los otros equipos, salvo cuando tuvo que enfrentarse a la selección de Navarra. La verdad es que uno se queda cuando menos perplejo ante situaciones de este tipo. Al parecer no le ha ido muy bien a la selección vasca. Sin profundizar en el tema, - no quiero que se me agríe más el carácter-, sólo me surgen preguntas, que tal vez sólo tengan valor para mí, pero a las horas en que esto escribo es lo único que me pide el cuerpo: ¿Hubieran saludado al equipo contrario si hubiera sido noruego, o polaco? ¿Qué mérito hubiera tenido ganar, si estaba logrado sobre el desprecio y la desconsideración del rival? ¿A qué les hubiera conducido? ¿Los padres de esas criaturas se podrían sentir orgullosos de sus hijas? ¿Qué sentido encontrarán esas crías cuando el próximo curso se enfrenten a la asignatura de Educación para la ciudadanía y les hablen de la igualdad, el respeto, el concepto de persona, etc. etc.? ¿Le harán pedorretas al profesor? ¿De haberse lesionado y necesitado una transfusión hubieran admitido sangre sin mirar el Rh? ¿Les habrán explicado a esos angelitos en sus escuelas que la diferencia entre lehendakari y bellotari?
A la misma hora que se celebraba la final del mencionado trofeo, jugaba mi hijo, también al fútbol, de la misma edad que las niñas mencionadas, y compañero de equipo de una de las seleccionadas por su comunidad, y la preocupación que tenía no era el partido en sí, sino el no poderse enfrentar al hijo de mi rival , -un tal Odyseo, no sé si os sonará-, que lo hace en el equipo contrario, pues no había sido convocado por su entrenador, y cómo se encontraría su amigo ante la frustración que suponía no poder disfrutar del momento que tanto habían esperando los dos durante toda la temporada. Bueno hijos, siempre os quedara la Play Station, ante la cual también sudáis, os metéis con el árbitro, os dais algún codazo que otro y os cagáis en vuestros respectivos padres, mientras ellos disfrutan tomando unas cervezorras.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 6:19 PM | Comentarios (7) | TrackBack

8 de Febrero 2007

Oposición, corrosión

Oposición, corrosión, corrupción, mala baba, componentes todos ellos de una derecha que de pronto ha recuperado su pasado más cainita de la boca de un disminuido con merecida fama de mentiroso compulsivo (Acebes) y de un trasnochado chuleta de tez tostada y artificial (Zaplana). Estoy harto, hasta llegar a un punto en que cambio de emisora si voy en el coche escuchando la radio o de cadena si estoy sentado delante del televisor, de escuchar a estos dos bobos de tres al cuarto insultar a la inteligencia de todos los españoles con sus truculentos, fantasmagóricos y soeces argumentos; estoy harto de su falta de ética, de su continuada forma de gánsteres faltando a la más mínima y decente verdad. Mi estómago se resiente cada vez que he de aguantar un extraño reflujo altamente indigesto que se produce automáticamente, nada más llegar a mis oídos la francamente repulsiva voz de vicetiple con frenillo neuronal del ex-ministro de Interior o la no menos repugnante voz de dominguero al volante de un supermirafiori 131 en medio de un atasco en la carretera camino de la playa de Gandía del otro ex de tantas enfangadas cosas públicas.
Y como éramos pocos, hoy vuelve a reaparecer ese extraño fenotipo con bigote y cara de mala leche que fue nuestro presidente en los gloriosos años del PP para decirnos que que lástima que no fuera tan listo como para saber que realmente no había armas de destrucción masiva en Irak. Y se queda tan pancho. Lo que yo digo, que deben pensar con su raquitismo cerebral que los demás somos tontos. Su "no saber" nos embarcó en una guerra que nadie quería y está costando miles de muertos, mientras él se sonríe tras el bigote para ocultar sus colmillos de perro carnicero.
Y todavía habrá algún "micrófono de oro" que le ría la gracia y pretenda exculparlo con el argumento de que esto forma parte del plan de la conjura preparada entre Otegui, Zapatero y Bin Laden, todos juntos, para desprestigiar antidemocráticamente a los defensores del Estado de Derecho (as).
Lo siento pero no soporto ver cómo ejercen una oposición absolutamente infame, que vierte su ácido corrosivo por doquier; lo mismo les da el Tribunal Constitucional que la Presidencia del Gobierno, el Ejército que la Guardia Civil, el Ministerio del Interior como el Parlamento en su conjunto, su ponzoñosa actitud lo ensucia todo hasta provocar el asco de cualquier ciudadano con dos dedos de frente.

Escrito por odyseo a las 6:18 PM | Comentarios (22) | TrackBack

5 de Febrero 2007

Escucha a Dios

Si os dais cuanta lo único que deja absolutamente claro en el post anterior el combativo Odyseo es que el rival tiene dios, así, con minúsculas y en negrita, para que se vea bien. Bueno, pues como lo que busca es que entre al trapo voy a ello, y además intentando “hacer amigos”. Después de leer el artículo anterior y los comentarios, tengo que reconocer que estoy en minoría, -cosa que no me importa, voy acostumbrándome poco a poco, incluso a veces demasiado de golpe-. Estoy en minoría no porque tenga Dios, -lo siento, no me sale escribirlo con minúsculas- sino porque soy el único que está liado de verdad, pues todos tenéis más o menos claro vuestro ateísmo o agnosticismo (sufrido o no), las cicatrices que os hicieron y los miedos que os metieron como consecuencia de un Dios que habéis descubierto como “entelequia superior”. Yo, sin embargo, no tengo claro, ni mucho ni poco, nada, absolutamente nada. Me pasará como a Unamuno, del que me parece que se cuenta que se levantaba creyente y se acostaba ateo, o viceversa. Tal vez no sea casualidad que, precisamente, sea uno de sus libros, San Manuel Bueno Mártir, de los que más huella hayan dejado en mí.
Tu rival tiene Dios. ¿Y qué Dios tiene tu rival, si ni él mismo lo sabe? Tal vez habría que concebirlo a la manera del “daimon socrático”, que le aconsejaba lo que debía hacer. Una exposición de este estado de ánimo propicio para oír al daimon figura en un artículo de Unamuno donde afirma: ”¡No, mi buen amigo no! Muchas de estas ocurrencias de mi espíritu que te confío, ni yo sé lo que quiero decir, o, por lo menos, soy yo quien no lo sé. Hay alguien dentro de mí que me dicta, que me lo dice. Lo obedezco y no me adentro a verle la cara, y si me dijese su nombre me moriría yo para que viviese él”. El Dios del rival en todo caso es una fuerza interior que le pone en contacto con lo divino de la realidad, que lo tiene, un dios que no da órdenes sino que convence o propone, que me sitúa en el ámbito de la búsqueda, -a veces ni siquiera sé de qué-, y que me aleja del intento (muchas veces pretendido) de hallarme en posesión de la verdad absoluta. En este Dios creo, a este Dios amo, este Dios se me escapa de las manos como el agua y no me deja que lo aprisione y lo abrace por más que quiera, pero otras veces lo siento dentro de mí a través de una mirada, de un abrazo, de la brisa de la mañana, de unas cervezas compartidas, de unos proyectos comunes, de unos sentires parecidos, de opiniones no compartidas pero respetadas, del rostro del necesitado y en el momento que esto escribo Dios me habla a través del guitarrista Vinnie Moore.
Me temo que algunos de vosotros estáis más cerca de mi Dios que yo mismo. Aquí os dejo una joya, de cuyo autor aún se respira su espíritu en la tierra que me vio nacer:

LA ORACIÓN DEL ATEO

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes
a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande
para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.

Miguel de Unamuno

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 6:22 PM | Comentarios (16) | TrackBack

2 de Febrero 2007

Crecer sin dios

Hablando con Mi Rival esta mañana y al hilo de un comentario suyo, me surgió la pregunta de cómo sería crecer sin haber conocido el concepto de dios. Porque el que más y el que menos, crea en lo crea, tiene un concepto de dios, basado en una cierta tradición cultural cuyas raíces filosóficas y religiosas no voy a detallar, y basado en una cierta tradición familiar más o menos fuerte. Luego, con los años y las vivencias, uno ha profundizado en sus creencias o se ha convertido en un ateo, o mantiene un sufrido agnosticismo. Puede que incluso, con el tiempo, uno se haya convertido. En cualquier caso, hemos nacido y hemos crecido con el concepto de dios siempre presente y nos hemos enfrentado racional y emocionalmente a él para bien o para mal. Es decir, somos lo que somos y pensamos como pensamos, entre otras muchas cosas (y resalto lo de entre otras muchas cosas porque indudablemente hemos crecido con mil factores más que nos han influido) gracias a nuestra personal forma de situarnos frente a la trascendencia. Tanto los que nos hemos convertido en unos ateos descreídos como los que conservan y acrecientan su fe a cada día que pasa, el concepto de dios (no confundir con dios) no nos ha sido indiferente.
Por eso me pregunto qué será crecer sin ese concepto. Para algunos eso habría supuesto haber crecido sin el miedo atroz a la culpa y al pecado; para otros, quizás habría supuesto crecer sin una fuerza impulsora que le inclinaba hacia el bien o la caridad; para otros habría supuesto un descanso, para otros un tormento. Sinceramente no me lo puedo ni imaginar, sobre todo porque hoy comprendo que en gran medida, mis valores, mi caracter, mi filosofía acerca de la vida, mi forma de mirar el mundo, son las que son gracias a que llevo toda mi vida luchando con ese concepto de dios. Aunque al final haya sido para llegar a la conclusión de que no existe. Pensar hoy que dios es solo un concepto y que éste es perfectamente prescindible es lo de menos. Lo importante es todo lo que ha hecho que me planteara y reflexionara, lo que me ha obligado a trabajarme y asumir. Es como el que ha ido a una guerra: haya vencido o haya sido derrotado, si ha sobrevivido para contarlo, seguro que no podrá decir que todo seguirá dentro de si mismo igual que antes. Su experiencia de la guerra lo habrá cambiado de forma inexorable. Aun así, nadie desea que haya una guerra (también es algo prescindible).
Si yo no hubiera tenido que hacer todo eso y vivirlo con una cierta profundidad, seguro, hoy no sería el que soy. Pero tampoco sé si sería mejor o peor. Qué lío.

Escrito por odyseo a las 7:59 PM | Comentarios (26) | TrackBack