29 de Julio 2006

Dios no tiene memoria

Dios nunca se acuerda de llamarnos para contarnos algo, qué se yo, cualquier cosa, como hacen nuestros amigos cuando se sienten solos o aburridos o felices y exultantes. Dios nunca nos llama, ni siquiera cuando está borracho, allí arriba, en su maldita soledad, ahogado en sus propias lágrimas de desengaño por la imperfección evidente de su obra perfecta. Dios no nos avisa de sus planes ni nos consulta. Se reune consigo mismo y, de pronto, caprichosamente, elige devastar una región de África o quemar una parte del mundo. A veces, si está demasiado borracho o cansado, sin fuerzas para desastres mayores, solo hace un gesto con el dedo y nos manda un cáncer o un absurdo atropello, un accidente precoz e inesperado o una desgracia para la que nunca elige a los prevenidos. Dios no nos elige nunca sino para ponernos como ejemplo de su propia ruina.

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24 de Julio 2006

Invisibles

Solitarios o en grupo, tan normales que nadie se fija en ellos: visten de tal forma que no llaman la atención ni por extravagantes, ni por ridículos, ni por ir a la moda, ni por elegantes ni por estrafalarios; se peinan como toda la vida y no se tiñen el pelo; van al teatro y al cine, al futbol, a los conciertos, a la playa, al bar, van a todas partes pero nadie los ve. Trabajan en los mismos sitios y ocupan los mismos puestos que cualquiera. Tienen nombre y pasaporte, libro de familia y hasta carnet de algún club social. Tienen hijos y padres, parejas, tan normales como ellos mismos, viven en nuestros mismos edificios y ciudades, conducen coches o viajan en autobus o metro. Hacen las mismas colas, beben lo mismo, comen igual, gastan su tiempo de la misma manera que todos y sienten igual. Votan y se manifiestan, juegan a la lotería, compran y consumen, te los cruzas en la calle y el portal, a la salida de la oficina y en el supermercado, te rozas con ellos mientras caminas en las calles o vas en el tren o esperas en la cola del servicio. Ven la televisión, hacen zapping, tienen ilusiones y sufren enfermedades. Van a la escuela o al taller, a la iglesia o al hipermercado. Huelen, sienten dolores, se cansan, hablan, sudan, comen, practican sexo y duermen. Algunos llevan gafas, o son calvos, o tienen bigote, o están rellenitos, o son bajitos o todo a la vez o ninguna de todas estas cosas. A veces tropiezan y de pronto los miras y te das cuenta de su existencia por un instante fugaz como la propia anécdota. Otras veces se asoman a tu campo de visión porque de pronto oyes un grito o porque se dirigen a ti para pedirte la hora o porque te han dicho buenos días.
Existen. Son (somos) la mayoría. Personas normales, que no llaman la atención por nada, nunca o casi nunca. No son (somos) noticia ni portada, no hacen (hacemos) declaraciones. Somos (son) y eso nos vale.

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21 de Julio 2006

Falsa solidaridad

Los humanos tenemos muchos comportamientos extraños. Dicen los paleoantropólogos que la superioridad del Homo Sapiens Sapiens sobre el Homo Neandertalensis se basó en su capacidad de asociación y de compasión para con los otros miembros del grupo.
Ser solidarios está de moda y hay cadenas de televisión que hasta les dedican campañas a los grandes problemas de la humanidad; eso sí, han de ser doce para que les coincida con el slogan de la campaña: "doce meses, doce causas". Ni uno más ni uno menos. Peor sería si ni siquiera hicieran eso, pensarán algunos. Es probable, pero también es posible que ese tipo de campañas mediáticas lo único que pretendan es lavar cierta imagen frívola del canal o conseguir una audiencia más complacida con la televisión que ve a diario. Es probable que estas campañas mediáticas contribuyan a generar una cierta sensación de que solo las grandes corporaciones y campañas sirven para salvar vidas o mostrar la solidaridad.
Los falsos solidarios han existido siempre. Pocos se atreven a ejercer su solidaridad con la mano derecha sin que lo sepa la izquierda. Y es que para muchos de estos nuevos solidarios la acción social se parece más a una coartada para mantener a raya su conciencia que a un impulso altruista y desinteresado. Así, si ser solidario está de moda, lo mejor es hacerlo en alguna marca de prestigio, que nos permita sentirnos integrantes de un ente que goza de fama y reconocimiento: nada de ejercer una medicina humana en tu centro de salud en el barrio más cochanbroso de la ciudad, mejor apúntate a Médicos sin Fronteras; nada de ser limpios en nuestras salidas al campo, en respetar los jardines, o cuidar el medio ambiente en el día a día de nuestra casa; en vez de eso pagamos la cuota de Greenpeace; y para no ver la mugre que nos rodea, nos hacemos socios de cualquier ONG que se dedique a proyectos de desarrollo en el Tercer Mundo. Yo siempre he pensado que quien no es capaz de ver que a dos manzanas de donde vive la gente se sigue pudriendo de hambre o sida es que tiene puestas unas anteojeras en su conciencia. Me resultan paradójicas las campañas de muchas empresas (farmacéuticas, petroleras, grandes corporaciones de la alimentación, bancos, etc) que dicen que dan un porcentaje de tu compra para ayuda a proyectos solidarios o que cada vez que utilices su tarjeta o bebas su refresco un niño será vacunado de la malaria o del sarampión. Es como si me hicieran chantaje. Pero tambien desconfío de esos artistas y famosos que se hacen retratar cuando visitan una misión en Ruanda o un orfanato en Burundi. Y es que la falsa acción es casi siempre la más espectacular y más fácil de calzar, la que te convierte en héroe y te saca del anonimato, la que lava y limpia conciencias, la que hace tintinear las monedas en la mano antes de echarlas en el cestillo para que todos escuchen el sonido de su compasivo corazón.

Escrito por odyseo a las 5:52 PM | Comentarios (24) | TrackBack

16 de Julio 2006

Vidas mínimas

Estamos rodeados de falsos héroes. La publicidad, el cine, el deporte nos levantan cada día un par de pedestales donde ensalzar la figura de supuestas estrellas mediáticas cuya mayor heroicidad en esta vida ha consistido en protagonizar una película o marcar un gol, en casarse con otro famoso o en haberse acostado con él. Sin embargo, la mayor parte de las personas que hay a nuestro alrededor, en el trabajo, en la comunidad de vecinos, en el autobus o el metro, en la playa o la piscina, nos pasan completamente desapercibidos. Son personas que se esfuerzan simplemente en ser decentes, no hacer daño a nadie y actuar con sentido común. De todos ellos, la gran mayoría, además, se esfuerza por ser buenos padres, buenos profesionales, tener un aceptable círculo de amistades y mantener medianamente saneadas las relaciones con la familia. Los hay incluso que llegan a proponerse no engañar a su pareja, no mentir a nadie bajo ninguna circunstancia, pagar religiosamente los impuestos y cumplir cada cuatro años con sus obligaciones como votantes. Son personas que se abrochan el cinturón cuando van en el coche, que cumplen aceptablemente con el código de circulación y con el de educación, que se preocupan por sus amigos y vecinos, que no roban en los grandes almacenes y ceden su asiento a las embarazadas o personas mayores en el transporte público. Los hay que recogen las deposiciones de sus mascotas cuando pasean por las aceras, que saben esperar con paciencia a que les atienda la dependienta o el camarero, que guardan la cola y que procuran reciclar la mayor parte de sus desechos no orgánicos. Incluso los hay que no se dejan comprar por el partido o el sindicato, por el jefe o por la inmobiliaria, por el banco, el seguro o la compañía telefónica.
Son personas sencillas, mediocres incluso, según los modelos al uso. Tan sencillas que algunos tienen el valor de intentar poner todos los días un granito de arena y hacer de su pequeña parcela en este mundo un lugar más acogedor, más amable, más positivo. Les basta con un saludo afectuoso, una sonrisa, una cara amable, un gesto de acogida; se ayudan con palabras reales que reflejan su pensamiento real, con pequeños gestos que son el más puro reflejo de sus emociones verdaderas; no necesitan mucho más, les basta con la amabilidad y la sinceridad, como únicas armas con las que enfrentarse al enemigo y hacer este mundo un lugar algo menos inhóspito. No cantan, no meten goles, no se pasean en grandes coches ni con hermosos vestidos. No los verás en las fiestas de renombre ni en los más famosos "saraos". No salen en las revistas ni en la televisión. Son invisibles para una sociedad que busca a sus héroes en los estercoleros.

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12 de Julio 2006

El dolor

La sociedad de la que formamos parte activa es una sociedad hedonista. No voy a repasar ahora todas las versiones del concepto que se han dado desde Aristipo de Cirene hasta Stuart Mill, pasando por Epicuro o Hobbes. Lo importante es que seamos conscientes de lo que somos. Una sociedad hedonista, en su versión más material y simple, es una sociedad que solo vive para el placer más material y simple. Con lo cual, su talla moral se sitúa casi a la altura de sus instintos. Una sociedad hedonista es aquella que rechaza el esfuerzo como fuente de consecución de las metas, y de paso, rechaza las metas que suponen o requieren algún esfuerzo. Pero sobre todo, una sociedad hedonista es la formada por personas que huyen continuamente de la realidad. Si algo les altera el ánimo, se toman alguna sustancia que les devuelva a la semiinconsciencia en la que viven; si algo les duele, se toman un analgésico; si algo necesitan lo buscan con ansiedad y lo acaparan. Es una sociedad donde no existen relaciones auténticas de amistad o amor, pues todo se rige por el interés.
Tan solo el dolor, ese dolor inesperado, sopresivo, que te golpea y te da un zarpazo cuando menos te lo esperas, nos sitúa en la realidad de nuevo, nos despierta del sueño hedonista y autotranquilizador, nos zarandea, nos ataca y nos hiere, nos produce daños casi insufribles y nos destroza por dentro. Si conseguimos recuperarnos, volvernos a levantar y respirar, comprendemos que la vida estaba ahí, pero nosotros nos habíamos salido de ella, nos habíamos querido ocultar, esconder, para no sentirla, para no verla ni vivirla. La vida nos da miedo y por eso emprendemos tantas veces esa inútil huida de los sentidos. Nos da pavor entender que la vida no nos va a tratar mejor que a los demás, que no va a tener mejor consideración con nosotros. Nos estremece saber que no somos nadie ante la vida, que nuestro apellido o nuestra cuenta bancaria o nuestros títulos o reconocimientos, no valen para nada.
El placer es lo único bueno que tiene la vida, pero no podemos buscarlo a costa de perder la vida misma. El placer es el sentido de la vida, pero si nos olvidamos del dolor, corremos el riesgo de alienarnos, de perder nuestra esencia humana y de desperdiciar la vida en el fragor de lo insustancial. Y sobre todo, no podemos olvidar que hay muchos tipos de placeres y mientras unos nos hacen mejores, otros simplemente nos adormecen y nos devuelven a la vieja condición animal.

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10 de Julio 2006

¿Héroes?

Acabó el mundial de fútbol e independientemente del resultado final y de nuestras simpatías por unos u otros, todavía en caliente, la sensación de tristeza que invade a los aficionados al fútbol no es pequeña, pues el “mago del balón”, un tal Zinedine Zidane, -¿os suena?- ha sido expulsado a pocos minutos del final por una acción claramente antideportiva. La verdad es que la idea que tenemos de él como una persona humilde, cordial, buena gente, que diríamos, choca con lo que hoy, y otras veces, le hemos visto hacer en un campo de fútbol. Es unánime la opinión de los comentaristas deportivos de que no se merecía acabar así su carrera deportiva. Pero ¿por qué?: me pregunto yo. Con demasiada frecuencia olvidamos que estos individuos son humanos, a veces demasiado humanos, que no son héroes al modo clásico de considerarlos, como nacidos de dioses, y por tanto considerados más que hombres y cuasi divinos. No, no son dioses, por más que algunos se lo crean u otros muchos así les consideren. Tendríamos que preguntarnos también porqué se ha llegado a esa situación, cuál es la hazaña o virtud por la que estas personas ocupan el Olimpo no sólo futbolístico. Detrás de todo esto hay, entre otras cosas, una consideración de la virtud muy sui géneris, y que personalmente no comparto. Estoy más próximo a aquella idea de M. De Fontaine para el que “la virtud no consiste en hacer grandes cosas, sino en hacer bien las pequeñas, su grandeza no se ejercita en lo grande, sino en lo mediocre”. La grandeza del señor Zidane en lo futbolístico no admite discusión, pero para consagrarse, para convertirse en un héroe de verdad, hoy le ha faltado una cosa muy sencilla, aparte de ganar, que era lo de menos. Le ha faltado hacerse el sordo. Pero bueno “el mejor escribano hace un borrón”.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 10:32 AM | Comentarios (12) | TrackBack

6 de Julio 2006

La leyenda de cuartos que va camino de ser la leyenda de octavos

El mundial está a las últimas y nuestro nivel de patrioterismo todo a cien ha iniciado el período de las rebajas. Cada cuatro años (a veces incluso menos, si se cruza una eurocopa por el medio) el nivel de amor patrio sube varios enteros. Se adorna con banderas nacionales tatuadas con la esfinge del toro de Osborne, no sé si porque adivinan el futuro taurino que nos espera o porque aquí confundimos el culo con las temporas, pero para el caso es igual. Cada cuatro años, y esto no tiene nada que ver, por dios, con las elecciones o los tempos parlamentarios, España como sentimiento vuelve a ser algo en las venas de muchos vecinos del patio. El futbol tiene la insoportable virtud de subirnos el sentimiento de lo territorial hasta cotas tan solo alcanzadas por la imbecilidad del nacionalismo. Basta un partido para que muchos conmpatriotas opten por el look banderita en la cara, en el brazo y hasta en el culo.
Menos mal que aquí se cumple aquello de que "mal de muchos consuelo de...". Porque viendo las lágrimas de Miss and Mister Beckham al perder su eliminatoria (menos mal que ellos son de los que al menos llegan a cuartos) y la de tantos miles de aficionados que, tras comprobar que su selección ya tenía preparado el billete de regreso a casa, se lanzaban a una desenfrenada carrera por desarrollar la lágrima más grande de este continente, uno se pregunta si verdaderamente los primatólogos estarán en lo cierto y nosotros somos el fruto más avanzado de la evolución. Sin ir más lejos, hoy se puede leer en el periódico la entrevista a Frans de Waal sobre los bonobos, una especie de monos muy similar a los chimpancés. Resulta que tienen la sana costumbre de arreglar todos sus asuntos y disputas mediante el sexo, practicado en todas sus modalidades, combinaciones y momentos. Y es que los hippies no inventaron nada con aquello de haz el amor y no la guerra. Hasta unos monos han sabido vencer el instinto de territorialidad, tan básico, mediante las relaciones de grupo basadas en el entendimiento, la sexualidad y el placer. Algunos lo achacan a que, en sus grupos, los bonobos son dirigidos por las hembras y no por los machos. Aquí nos tenemos que contentar con el futbol.

Escrito por odyseo a las 7:20 PM | Comentarios (12) | TrackBack

3 de Julio 2006

Evaluación final

Hace ya casi ocho meses que Odyseo me metió en este lío de la blogosfera y en la tesitura de tener que escribir todos los lunes un artículo. Tengo que reconocer que no siempre me ha resultado fácil esta pequeña tarea. Antes de ponerme a ella siempre me he planteado qué podía resultar de interés para uno lectores “desconocidos” para mi. Al final, casi siempre, he escrito sobre lo que a mi me interesaba. Hoy, después de todos estos meses, a veces soy capaz de identificar vuestros comentarios antes de conocer al autor del mismo. Cada uno de vosotros, los asiduos a este lugar, habéis logrado dejar vuestra huella de manera significativa con cada apreciación, sugerencia, apostilla, reflexión e incluso con vuestra forma de expresaros. Siempre me he planteado qué puede ser aquello que, a personas tan dispares en edad, ocupaciones, lugares de procedencia, etc., les haga ponerse a pensar, a reír o a emocionarse conjuntamente. Creo que aparte de hacerme replantear muchas cuestiones, esta lechuza de los lunes, también ha supuesto para mí un”encuentro” inimaginable con una serie de personas que de una forma u otra han colaborado en un conocimiento más apropiado de mí mismo. Siempre he considerado que los demás representan para nosotros un espejo que refleja lo que somos, y en este sentido, vuestra ayuda es impagable. Estamos a final de curso, pensando ya en las vacaciones, y es el momento de evaluar, de considerar qué ha supuesto cada una de las cosas que nos han pasado, y en este sentido, el “guiño de la lechuza” ha sido para mi un medio de conocimiento de realidades distintas a las mías, que va más allá de lo que en un principio podía suponer, aportando cada una de ellas un matiz, un color y una perspectiva que me han permitido fundamentalmente dos cosas: en primer lugar, el saber que no estoy solo en el mundo, que los demás existen, y que incluso a veces a esos otros les puedes importar, en la medida que sea. Y en segundo lugar, el conocer que pese a la diversidad, tan enriquecedora por cierto, hay un núcleo común que nos identifica y nos unifica y que es el que nos permite poder ponernos en el lugar del otro. Gracias a todos.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 11:09 AM | Comentarios (21) | TrackBack