Un viaje es la vida. Un viaje es un trayecto dentro de un viaje mayor que es la vida. Todo lo que es la vida lo podemos encontrar en un trayecto de un viaje: los encuentros, las sorpresas, las malas noticias, el placer, la ilusión, la desesperación... El viaje te ofrece oportunidad de encuentros ricos y de desencuentros terribles. Por tu ojo atento pasarán miles de seres con sus vidas cargadas a la espalda, seres asomados a sus propias miradas, colgados de su sonrisa y marcados por sus cicatrices.
Vengo de un viaje, un pequeño y hermoso viaje, dentro del otro viaje mayor. Ha sido oportunidad de charlas sosegadas y placenteras, de miradas cómplices y risas demoledoras, de tiempos de soledad y de momentos de agradable cansancio. He compartido mesa frugal e inspiradoras bebidas, instantes fecundos de descubrimiento del otro, de tierna apertura a lo desconocido.
Quedan, como testigos intangibles, la noche, una música, un tranquilo patio, el viejo casino de un pueblo perdido y las calles de mil lugares visitados.
Vengo de un viaje siempre distinto.
Se me ha metido un chino en el blog y ahora no sé cómo sacármelo. No se rían que esto es más doloroso que una simple pestaña en el ojo o una chinita (qué casualidad) en el pie. Los chinos están por todas partes. Lo mismo te los encuentras regentando un café en Venecia que vendiendo pequeños electrodomésticos en Dakar. Son eficaces, trabajadores, constantes, tozudos y amables. ¿Qué más podríamos pedir? Regalan "buenos días" y "gracias" a la menor oportunidad. ¿De qué nos podríamos quejar?
Son la gran fábrica del mundo, van camino de ser los comerciantes del planeta y ya veremos si no terminan dándonos de comer y de beber. En fin, que a nosotros solo nos queda el futbol y los toros. Terrenos ámbos donde la legendaria china aun no ha osado meter sus manos, aunque probablemente esté al caer.
Yo el único problema que tengo no es con el conjunto de la ciudadanía china, tanto en la China continental como en la diáspora comercial mundial. Mi problema es sólo con un chino que se me ha metido en el blog y que deja comentarios que no entiendo y que me obliga a usar la imaginación para suponer que no está haciendo publicidad de unos rollitos de primavera sino que ha dejado una reflexión sesuda sobre todos y cada uno de mis escritos. No sé si se está acordando de mi santa madre o si reproduce una oración en arameo. Lo que si sé es que es constante, tozudo y muy fertil, tanto por la cantidad como por el espacio que abarca.
En fin que desde aquí le digo al dichoso chino que si no ceja en su empeño de adornar mi ventana de comentarios con sus caracteres orientales, que al menos lo haga en sentido horizontal para ocupar menos espacio y no fatigar a mis contados lectores que ya de por sí tienen mucha paciencia conmigo.
Un saludo, camaradas.
Nos vamos, en principio por unos días, de medio vacaciones. Se trata de probar por si nos gusta y decidimos prolongar el experimento. Los que tenemos problemas de adicción es que le cogemos gusto a todo enseguida. De entrada nos vamos de viaje, como no podía ser menos. Dejamos el país y lo dejamos como lo dejamos: con los transportistas cabreados, los usuarios cabreados, con el PP a navajazo limpio, con los obispos esperando a echar cuentas para ver si les llega el dinero para seguir maltratando o tienen que ponerse a pedir por las esquinas o a la puerta de las iglesias, con el PSOE y el Gobierno desaparecidos (que digo yo que igual es que también están ellos de vacaciones), con la Selección española esperando para dar el espectáculo (el de siempre, no se hagan ilusiones), con las Olimpiadas a la vuelta de la esquina y el verano que no se acaba de decidir. Y si ni siquiera el verano está asegurado, ¿qué puede estar seguro? Pues los atascos, la subida de precios, la masificación playera, la canción del verano y poco más.
Les dejo a la espera de nuevos boletines de información. Mientras tanto, sean buenos (y buenas)
"Para ser grande, sé entero: nada
te exagera o excluye.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
en lo mínimo que haces.
Así en cada lago la luna toda
brilla, porque alta vive".
Poesía de Ricardo Reis (1933) reproducida sobre una placa de piedra en el claustro del Monasterio de los Jerónimos de Lisboa.