Se me ha metido un chino en el blog y ahora no sé cómo sacármelo. No se rían que esto es más doloroso que una simple pestaña en el ojo o una chinita (qué casualidad) en el pie. Los chinos están por todas partes. Lo mismo te los encuentras regentando un café en Venecia que vendiendo pequeños electrodomésticos en Dakar. Son eficaces, trabajadores, constantes, tozudos y amables. ¿Qué más podríamos pedir? Regalan "buenos días" y "gracias" a la menor oportunidad. ¿De qué nos podríamos quejar?
Son la gran fábrica del mundo, van camino de ser los comerciantes del planeta y ya veremos si no terminan dándonos de comer y de beber. En fin, que a nosotros solo nos queda el futbol y los toros. Terrenos ámbos donde la legendaria china aun no ha osado meter sus manos, aunque probablemente esté al caer.
Yo el único problema que tengo no es con el conjunto de la ciudadanía china, tanto en la China continental como en la diáspora comercial mundial. Mi problema es sólo con un chino que se me ha metido en el blog y que deja comentarios que no entiendo y que me obliga a usar la imaginación para suponer que no está haciendo publicidad de unos rollitos de primavera sino que ha dejado una reflexión sesuda sobre todos y cada uno de mis escritos. No sé si se está acordando de mi santa madre o si reproduce una oración en arameo. Lo que si sé es que es constante, tozudo y muy fertil, tanto por la cantidad como por el espacio que abarca.
En fin que desde aquí le digo al dichoso chino que si no ceja en su empeño de adornar mi ventana de comentarios con sus caracteres orientales, que al menos lo haga en sentido horizontal para ocupar menos espacio y no fatigar a mis contados lectores que ya de por sí tienen mucha paciencia conmigo.
Un saludo, camaradas.