30 de Enero 2008

Sexo y codicia

Según los últimos informes sobre el tema, la sexualidad de nuestros adolescentes va camino de convertirse en una nueva disciplina olímpica. Resulta que van al grano antes de haber ni siquiera desenvuelto el paquete. Resulta que de nuevo se empiezan a poner de moda las iniciaciones en casas de mal vivir y que algunos tras dejar a la novia en su casa se van con sus amigos de putas porque les resulta más excitante y divertido. Nuestros adolescentes, y no tan adolescentes, solo han recibido información sexual a través de revistas, películas porno y comentarios entre los colegas. Para ellos las relaciones sexuales son algo puramente genital, absolutamente exentas de un componente moral o, tan siquiera, sanitario. Es decir, nuestros adolescentes se han librado de la pesada carga religiosa y moral que hemos sufrido los demás, pero en ese camino han perdido también el componente afectivo de la sexualidad. Piensan que el sexo es solo una cuestión muscular, física, de mete y saca, una especie de desahogo corporal que se puede practicar con cualquiera, en cualquier momento y lugar, incluso en pleno botellón entre cubata y cubata. Luego adornan sus relaciones con la aureola de la leyenda fantástica o el drama sangriento: ellas agarran al chico deseado por el polvo y ellos usan a las chicas deseadas por la piedra. Han perdido el erotismo y se han quedado en la genitalidad. Los aventurados, lo mismo se lanzan por un puente agarrados por una goma que mantienen relaciones con cualquiera sin esa goma. Sexo como riesgo, sexo como competición sumativa de velocidad más que de resistencia. Algunos, para dar la talla, tras varios cubatas y pastillas diversas, necesitan de la pastillita azul para lograr una erección. No es que la cosa sea muy diferente entre los mayores, pero al menos ellos tienen la excusa de la edad. El sexo es la nueva mercancía y nos lo venden en bruto y sin envolver, de saldo y sin posibilidad de devolución.
Lo mismo da con dos que con cuatro, mañana no recordarán ni su nombre. Lo mismo da si son de este o de aquel palo mientras se muevan. Desprovistos del armazón sentimental, su cuerpo queda a la intemperie de las hormonas y la fisiología.
Lo que mueve al mundo ya no es el sexo, sino la codicia. Y eso sí que es pornográfico y obsceno.

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25 de Enero 2008

Caricaturas

A partir de aquel día pasó a ser conocido como “el caricaturas”. Y aquel día fue el primero en el que se despegó, -aunque sólo materialmente-, de las faldas de su madre y empezó a ganarse la vida por su cuenta, pero a costa de los demás, pues para ello se instaló en mitad de la plaza con una silla, un cuaderno, una caja de lápices y un letrero que rezaba: “Se hacen caricaturas. Precio: la voluntad”. La plaza era grande, la vida larga y no faltaban viandantes a los que exagerar un rasgo, muchas veces apenas indicado, cuando no imaginado, para garabatear aquellas cuartillas y lograr un retrato único, por llamarlo de alguna manera. Y ciertamente únicos eran aquellos dibujos pues nadie, ni siquiera él, conocía el criterio que utilizaba para seleccionar en sus modelos aquellos aspectos tan invisibles para todos menos para él. Había que reconocer que como fisonomista no tenía precio. Lo que llamaba la atención realmente, de aquel amplio muestrario de personajes que habían pasado por sus manos, era que lo exagerado, acentuado o deformado de sus semblantes no era ni esa nariz chata o aguileña, ni esos ojos saltones o extraviados, ni aquellos labios carnosos o viciosos, ni aquellos dientes despistados o perfectamente uniformados, sino los aspectos de la personalidad menos favorables, o los defectos que como personas todos tenemos, o aquellos comportamientos morales más cuestionables, o aquellas debilidades humanas tan comunes a todos. De esta manera el que no le salía envidioso, le salía soberbio, o celoso, o avaricioso, o cobarde, o suertudo, o inútil, o vago, o insolente, o cruel, o poco sensible, o mentiroso, o adúltero, o ridículo, o… Fue tal la perfección que adquirió en el “arte” de la caricatura que se convirtió en un auténtico maestro, pero del retrato, mejor dicho, del autorretrato, pues en cada una de sus láminas lo que aparecía no era más que un pincelada de su propia alma. Fueron muchas las caricaturas que realizó y vendió a lo largo de su vida, pero fue incapaz de vender esa obra maestra, su propio retrato, al que terminó abrazándose en las duras noches de la vejez cuando ya nadie posaba para él.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 10:56 AM | Comentarios (7) | TrackBack

22 de Enero 2008

Poema para un epitafio

Poema a un joven atleta moribundo

Cuando ganaste la gran carrera
el pueblo entero salió a aclamarte.
Jóvenes y ancianos te vitoreaban
mientras a hombros te llevábamos.

Sabio aquél que sabe escapar pronto
allí donde la gloria no perdura.
Pues aunque pronto crece el laurel
mucho antes que la rosa se marchita.

Pero tú no seguirás el camino
de aquellos que malgastaron su gloria.
Corredores cuya fama se extendió
aunque su nombre perduró menos que ellos.

Ante esa jóven cabeza laureada
contemplarán tu cuerpo inerte
y descubrirán entre los rizos de tu pelo
una guirnalda aún sin marchitar.

Alfred.E.Housman

Escrito por odyseo a las 10:13 PM | Comentarios (17) | TrackBack

17 de Enero 2008

Adagio

De la mañana a la noche brilla fuera la luz y no sabe que es luz.
Altos árboles respiran silencio y no necesitan descubrir
Cuál es la esencia de la naturaleza arbórea. Llanuras vacías
se tumban para siempre sin pensar en la tristeza de su vacío. Las dunas vagan y no
se preguntan hasta cuándo ni por dónde ni hacia dónde.
Toda esta asombrosa existencia es asombrosa
Pero no se asombra. Roja sale la luna, igual que un ojo
Arrancado, abrasando la oscuridad del cielo,
sola pero no desolada. Un gato dormita en una tapia.
Dormita y respira. Nada más. Noche tras noche el viento
Vira y sopla sobre bosques y colinas. Vira y se va. Sopla.
No piensa y no reclama. Sólo tú, polvo y jugos,
Te pasas la noche escribiendo y borrando,
Buscando una razón, buscando un arreglo.


Amos Oz. El mismo mar

Escrito por odyseo a las 8:20 PM | Comentarios (12) | TrackBack

13 de Enero 2008

Intelectuales ausentes

En cualquier época y lugar, las élites intelectuales han jugado un papel primordial, no solo en el campo científico, filosófico, artístico o literario del que fueran especialistas, sino en el terreno más común, pero no menos importante, de la política. Un intelectual, no solo tiene el deber de desarrollar el saber del que tiene conocimientos, sino que tiene la obligación de servir de conciencia crítica del mundo que le ha tocado vivir. Por eso, lo primero que tenemos que preguntarnos sobre la intelectualidad de nuestra época es sobre su paradero. ¿Dónde están los intelectuales en este país, o en Europa, o en el llamado mundo occidental desarrollado? Porque yo aquí solo oigo a unos obispos carcomidos y y unos tertulianos paniguados que mal saben de lo que hablan.
El intelectual de hoy vive cerca del pesebre que la Administración le cede y de los espectáculos mediáticos con los que aumenta el precio de su obra. Y como se debe a sus dueños, el intelectual de hoy calla más que habla y no tiene opinión conocida sobre los grandes dilemas de nuestro destino inmediato o de nuestro presente más real y trágico.
No es que haya muchos, y los que hay no es que sean muy buenos, salvo muy honradas y magníficas excepciones. Eso también es fruto de un sistema educativo burocratizado y corporativizado, además del control ejercido por los medios para solo abrir el grifo a determinados conocimientos.
Como dice Eduardo Subirats, el intelectual de hoy se ha transformado en un "performer del espectáculo y clérigo profesional de la maquinaria y los usos de la Administración estatal". Y como buenos clérigos, administradores de una verdad oficial única, ellos se encargan de plantear convenientes preguntas y sus respuestas y evitarnos así el triste (pero productivo) deber de producirlas nosotros; y además se han encargado de perseguir y acallar a los otros todos que no comparten su particular visión del espectáculo. La maquinaria educativa ha disgregado los saberes, la gran industria controla las agencias de investigación y sus medios de publicación. El intelectual se sustituye por el experto, menos peligroso y con gran capacidad acomodaticia: el experto y sus técnicas nunca son responsables sociales de nada. Ellos solo son responsables de la rentabilidad. La cultura pasa a ser mera mercancía, muchas veces hasta simulada.
Por eso cada día es más necesaria una nueva élite cultural, científica, artística y política, que destruya todo este falso sistema de conocimiento postmodernista y nos devuelva la conciencia crítica para cambiar el mundo.

Escrito por odyseo a las 9:36 PM | Comentarios (7) | TrackBack

9 de Enero 2008

Luces y sombras

Decir que todos tenemos luces y sombras es una perogrullada, pero lo realmente importante es saberse luz, reconocerse como tal, pues todos tenemos mucho bueno que aportar, no ya a los demás, que también, sino fundamentalmente a nosotros mismos, pues reconocer la propia valía es un elemento imprescindible en nuestra realización. El problema para muchas personas es que no saben apreciar la propia luz y por tanto no admiten a su alrededor el más mínimo destello de otros por si pudiera restarles luminosidad. Como ocurre en la mayoría de los casos, la equivocación radica en un error en el juicio sobre lo que somos, pues jamás el brillo de otros resta esplendor a lo que uno es. Las personas situadas en este error difícilmente pueden llegar a ser felices, pues viven más pendientes de los demás y sus logros que de ellos mismos, están habituadas a intentar apagar la luz de los demás, a buscar la parte más oscura de los otros, en lugar de procurar encender y abrillantar la propia. Y es que la felicidad tiene como punto de partida el conocimiento y valoración de lo que uno es y tiene. Ya sabemos que las personas con poca luz suelen tener mala sombra.


El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 1:19 PM | Comentarios (11) | TrackBack

2 de Enero 2008

ADMIRACIÓN POR EL CONTRARIO

Se envidia lo que no se tiene y se admira lo que nos llama la atención. Esta observación algo simplista no está exenta de razón. Aunque discutible por otra parte.

Hace unas horas he sido envidiada sanamente por un mérito exento de tal honor. Más que envidia lo que quizá haya causado sea admiración. Ciertos porcentajes en el campo de la hematología causan admiración y/o envidia según de quién provenga. A ciertas edades ya se sabe, o ponemos las barbas a remojar o terminamos con un pastillero con alarma y GPS incorporados a razón de los tiempos que corren.
Pero dejemos los estudios clínicos personales y ajenos y centrémonos en los sentimientos hacia los contrarios. ¿Qué es la admiración? ¿Existe realmente ese sentimiento? ¿Qué nos causa admiración? ¿Por qué admiramos a ciertas personas? Es más, ¿realmente sentimos admiración por algo o alguien?
Todas absolutamente todas estas cuestiones, tienen respuesta por cada uno de nosotros acorde a nuestros planteamientos personales. La admiración para mí, al igual que un sinfín de términos, me produce una sensación ambigua. Y no llego a sostener nunca una respuesta clara y contundente. Con el paso de los años –benditos ellos- he ido evolucionando en la respuesta. Mi trabajo me ha costado, no crean. Lo admirable de los veinte, a los treinta era inadmisible, a los cuarenta risible y ahora a medio camino próximo a los cincuenta completamente fuera de lugar.

Tampoco acierto a comprender si verdaderamente he admirado algo o a alguien “a fuego y sangre”. Aunque sí he notado esa sensación placentera cuando más de uno me ha sorprendido grata e inesperadamente con algún gesto profundamente escondido en el gabán de su personalidad. De la misma manera que he sentido estima por aquellos cuyas cualidades innatas son juzgadas como extraordinarias. Pero todo ello sin demasiadas alharacas.
Por eso esta mañana y frente a un hecho insignificante en su fondo pero admirable en su forma he vuelto a recordar las sabias palabras de mi progenitora.
En una de esas colas que todos padecemos más de una vez. Un señor dos puestos hacia delante en la meta de llegada, molesto con su problemática a cuestas, ha alzado la voz pero no ha gritado. Ha hablado con educada claridad y sin insultos. Y ha hecho valer su derecho de réplica frente a un desvarío burocrático a los que tan acostumbrados estamos. Todo ello sin despeinarse ni uno solo de sus blancos y perfectamente recortados cabellos. Mientras el señor salía del lugar el resto de la cola dejó de centrarse en su persona para avanzar de puesto en la insidiosa carrera a ninguna parte. Todos menos yo, que lo observaba atentamente. Abrió la puerta en exceso malhumorado pero sin que por ello, el elemento de acceso sufriera daño alguno. Y con la misma elegancia cerró la puerta. Sin un ruido, sin un portazo. Se cumplieron las palabras que mi progenitora me decía cuando entonces me peinaba con trenzas y vestía uniforme a cuadros azules y verdes, “Para ser, mi querida niña, hay que saber estar” Quizá sin saberlo hoy haya sentido admiración por el caballero. Nada que ver seis pasos adelante, una vez ya en la calle, cuando otro señor con su prisa a cuestas me ha dejado empotrada en el tronco de un árbol que adornaba la calle. Creo que en ese momento he empezado a comprender el sentimiento de odio….

La chica de los rizos

Escrito por odyseo a las 1:03 PM | Comentarios (6) | TrackBack