10 de Marzo 2008

Semblanza

Esperando la muerte se encontraba ya hacía tiempo cuando el más pequeño de la casa le enfrentó la mirada y descubrió que en aquellos ojos cansados, llorosos, resignados y deprimidos se escondía un mundo sin igual. Detrás de aquella mirada triste latía un corazón en el que parecía no haber anidado jamás el rencor. Contaban de él que nunca de su boca salió un insulto ni una mala palabra pese a que su vida no fue fácil, ni más ni menos que la de muchos contemporáneos que enjuagaban la resaca de la guerra en aquellos bailes de salón a ritmo de fox tross. Tiempo pasado que rara ver evocaba, pues el presente parecía ser su auténtica medida, ya que del futuro tampoco esperaba nada. Un presente que él se encargaba de teñir de un color cada día más gris, pues esa sensibilidad tan suya producía un efecto sobre la realidad enormemente ambiguo, pues los sucesos más cotidianos o insignificantes podían ser vividos con una dicha sin igual o bien podían ser ocasión del mayor dolor. Su mundo fue siempre limitado y estrecho pues su inteligencia tampoco permitía grandes ideas, teorías o proyectos, pero esa carencia era inversamente proporcional a lo que su bondad era capaz de procurar, aunque rara vez él comprendiera el efecto de sus palabras, sus presencias o sus ausencias. Sólo cuando encaraba al más pequeño, y sus miradas quedaban prendidas por ese hilo que traspasaba el alma, la luz se adueñaba de sus ojos hasta devolverlo a su olvidada infancia. Infancia colgada siempre a un carretillo, como él mismo relataba; época en la que inexplicablemente debió aficionarse a la zarzuela así como a hilvanar palabras con finales parecidos,-que por supuesto jamás supo que se llamaran rimas-, hasta componer un poema que año tras año regalaba al amor de su vida, aunque fueran recibidos como cursis y sensibleros y rara vez valorados. Era Saulo, el más pequeño, cuyo nombre le sonaba al viejo a poesía, a gloria, a amor el que producía el milagro de volver al abuelo a la vida cada vez que tenía la oportunidad de abrazarlo.

El rival de Odyseo

Escrito por odyseo a las 10 de Marzo 2008 a las 06:40 PM | TrackBack
Comentarios

Precioso texto.

Escrito por peke a las 12 de Marzo 2008 a las 12:28 PM

Me alegro que te haya gustado. Gracias.

Escrito por El rival de Odyseo a las 12 de Marzo 2008 a las 04:00 PM

¡Qué bonito sabeis contar! Me recuerda al abuelo Palancas y, por supuesto, a quien me lo recomendó.Un buen regalo.También a abuelos y abuelas cercanos, que no han tenido una vida fácil y, no sé si precisamente por eso, transmiten sabiduría, confianza, una verdad, que cada día me admira más.
Un abrazo!

Escrito por amalia a las 13 de Marzo 2008 a las 06:06 PM

Destacaría de tu narración costumbrista la vivencia y presencia constante del presente,del ahora y aquí,alejándose del pasado y del futuro de tu personaje.Vivir y sentir el día a día porque el ayer ya pasó y el mañana todavía está por llegar.Esta filosofía es bastante buena de llevarla a efecto y ya lo decía,entre otros Agustín de Hipona.Observo que nuestra amiga ,sus palabras, están arriba,un saludo.Y a tí una buena semana santa.

Escrito por giorgiano a las 13 de Marzo 2008 a las 10:30 PM

AMALIA: Una alegría volverte a encontrar. De esos mayores nos quedará siempre el ejemplo y el intento por aproximarnos a esa sabiduría añeja y auténtica.
Un abrazo grande.

GIORGIANO: El presente, ¿Es ese el auténtico tiempo? Lo que me asombra y me molesta enormemente es lo mal que gestionamos muchas veces ese presente con miradas equivocadas hacia el pasado y el futuro.
Pues sí, volvemos a coincidir los tres: Amalia, tú y yo, aunque en circunstancias distintas cada uno en apenas unos meses. El tiempo compartido por los tres fue excaso, pero auténtico, y eso es lo que cuenta.
Un abrazo.

Escrito por El rival de Odyseo a las 14 de Marzo 2008 a las 12:12 AM
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