Hace tiempo le oí decir a un cura que no se convierte nadie. Y la verdad es que la frase, cada cierto tiempo y en determinadas circunstancias, me golpea la cabeza con la rotundidad de una aldaba, pues si llevamos el pensamiento más allá de la dimensión clerical, cierto es que convencer a alguien de algo es enormemente complicado. Si echamos una ojeada a las relaciones que mantenemos con los que nos rodean nos daremos cuenta que, por ejemplo, nuestra compañera, y después de cientos de argumentos, sigue erre que erre dejando para última hora la preparación del equipaje de vacaciones, y consiguientemente lamentándose durante todo el viaje de los olvidos por su mala cabeza; o que nuestro hermano, que cuanto más esfuerzo ponemos por hacerle ver lo perjudicial que es el tabaco, más empeño pone él en sacarle a las colillas hasta el último miligramo de nicotina; o que nuestro padre, que por más que le insistimos en la conveniencia de una dieta sin grasas, con más deleitación parece saborear esa jugosa panceta a la brasa; o que nuestra hija, que por más de le digamos que los pantalones sirven para vestirse, y que el ayuntamiento ya tiene encargados de la limpieza de las calles, más ahínco pone en convertirlos en abrillantadores del suelo. Y así podríamos alargar los ejemplos hasta cansarnos. Ahora bien, mientras esto ocurre en la distancia corta y respecto a los más allegados, parece suceder lo contrario cuando en lugar de intentar convencer, alguien, y ese alguien puede ser cualquiera, hace la más mínima sugerencia o comentario, para que los cambios aparezcan como por arte de magia. Y de repente, y sin saber cómo, vemos que nuestra consorte entra en una agencia de viajes para preguntar por un fin de semana esquiando, ella , que tiene frío hasta en Agosto; o que nuestro hermano, que no distinguía la velocidad del tocino se convierte en un catador de vinos profesional, o las compañeras de trabajo que siempre habían considerado como marimacho a cualquier fémina que se entregara a la práctica de cualquier deporte que no fuera el ganchillo, como en una iluminación descubren las maravillas del paddel o del billar, según el inquilino de la Moncloa-. Por no hablar de la capacidad de convicción que tienen los mass media para ordenar nuestros pensamientos y conductas.
No sé, tengo la impresión de que razonar, intentar argumentar, son estrategias en desuso, que requieren un esfuerzo que muchas veces no estamos dispuestos a soportar, y de que las razones todas valen igual; que confundimos el derecho a pensar, a razonar o a argumentar que todos tenemos, -faltaría más-, con que los modos de razonar sean igualmente correctos. Y es que no debemos de olvidar el hecho de que aunque todos tengamos la capacidad de razonar, eso no implica que todos sepamos utilizarla.
El Rival de Odyseo
Escrito por odyseo a las 12 de Diciembre 2006 a las 09:17 AM | TrackBackLo de saber utilizarla, te lo cuento especialmente mañana ;-)
Os leo cuando puedo, abrazos.
Me han intrigado muchas veces los ejemplos que citas en tu post, y con la intención de entenderlo, he intentado informarme con la lectura de algunos libros que aunque tampoco aportan explicaciones del todo claras o definitivas, algunas ideas que he creído entender hablan de que en el origen de toda razón, está inicialmente en una emoción; y éstas, están gobernadas por el sistema límbico, que a su vez se nutre de todo lo que acontece de forma subjetiva (la mayor parte de las cosas), al margen de todo proceso racional.
Creo que todos nos hemos dado cuenta alguna vez, que es imposible intentar convencer a nadie de nada mediante argumentos racionales, si no está previamente predispuesto a ello. ¿O es que depende no de la argumentación, sino de quién lo diga, cuándo y cómo para que realmente "lo escuchemos"?
Por último, el hecho de que algunas personas sean más capaces de argumentar o razonar, no significa que los demás le vayan a dar la razón, porque como he dicho antes la mayor parte de las veces son otros motivos ocultos los que están en juego, tanto los de los que argumentan, como los de los argumentados; por eso discrepo un poco del final de tu post de creer que existe una única forma de razonar correcta o darnos cuenta que otros que no utilizan la nuestra, sean realmente más eficaces sin utilizarla. Saludos.
JUANITO: Amigo ¿pero cómo pueden intrigarte ejemplos de una vida tan mediocre? A mí sin emabargo me asombra cómo esos ejemplos pueden suscitarte ese interés por informarte. ¡Si es que hay gente pa`tó" que diría el torero.
Creo que tu comentario no se opone a o lo que yo digo, es más, me parece que lo enriquece bastante. Claro que todos hemos experimentado lo que señalas, pero eso no muestra más que muchas veces los argumentos, aunque sean de "peso", valen poco. Lo que a mi me preocupa es, precisamente,averiguar eso motivos ocultos que están en juego (ineteres, que pueden ser más o menos legítimos, prejuicios, costumbre, capricho,afecto mal entendido, criterio de autoridad, etc) y que no pocas veces triunfan sobre los argumentos, y eso, bajo mi punto de vista no es más que ejercer "violencia" contra la condición humana. Otra cosa distinta es que esas debilidades también sean humanas.
Siempre resulta gratificante discrepar de esta manera en que tú lo haces, aportando razones. Un abrazo.
Me has convencido.
Escrito por Luis Amezaga a las 13 de Diciembre 2006 a las 02:09 PMYa sabes que en este país los conversos están muy mal vistos. Sin embargo, aunque nadie lo reconozca, aquí anda todo el mundo convertido a la nueva religión del consumismo y si no fíjate cómo se llenan las grandes superficies cuando abren los domingos.
Escrito por odyseo a las 13 de Diciembre 2006 a las 07:39 PMLUIS: Eso es porque hoy estás perezoso y no tienes ganas de gresca.
ODYSEO: Algunos andamos ya en la siguiente fase, la de herejes, que estos si que joden.
Escrito por El rival de Odyseo a las 13 de Diciembre 2006 a las 10:55 PM