2 de Septiembre 2004

Hagamos memoria

De vez en cuando, conviene detenerse en el camino y volver la mirada hacia atrás para contemplar con la suficiente objetividad el pasado más inmediato. Si lo hacemos con la historia reciente de este país, convendremos en aceptar que, a grandes rasgos, hemos avanzado bastante en estos últimos veinte o treinta años.
España ha dejado de ser aquella especie de cuartel maloliente administrado por codiciosos curas y militares de taberna; ha dejado de ser un país sometido al raquitismo intelectual mediante la jibarización de mentes y almas. Nuestra atrofia intelectual, espiritual y moral proviene de aquellos tiempos, que para algunos no han terminado.
Lo cierto es que este país parece haber salido de aquel oscuro tunel y su sociedad es hoy una sociedad dinámica, sometida a las grandes contradicciones de todas la sociedades modernas, alejada de planteamientos doctrinarios inflexibles e infantiloides, alejada del control de los púlpitos y con la mejor formación académica e intelectual de toda la historia. Otra cosa es el cómo se aproveche esa ventaja respecto a tiempos pretéritos y cómo se vivan esos avances sociales indiscutibles.
Las tensiones entre la oligarquía, siempre dispuesta a controlar a las masas para su propio provecho, y los intentos de algunos grupos políticos por someter a la población a un proceso de vuelta a las cavernas, no han tenido éxito hasta ahora. Pero las alternativas tampoco han conseguido un mayor apoyo. Digamos que la sociedad española, como toda buena sociedad burguesa que se precie (sobre todo si hace poco que disfruta de los dulces placeres de la burguesía), está ahora lamiendo la miel y se olvida de las heridas. Esa miel se administra a diestro y siniestro a través de la Televisión y los medios de comunicación de masas, a través de un sistema educativo que iguala por el lado de la torpeza y la vagancia, y, sobre todo, a través de la publicidad. Somos y nos comportamos como los nuevos ricos cuando llegan por primera vez a la urbanización de lujo.
Los diferentes gobiernos, según el color del collar que lleven al cuello, admitirán más o menos derechos civiles para los ciudadanos, serán más o menos estrictos en determinados temas (sobre todo aquellos que dan más votos en las elecciones) pero no osarán matar a la gallina de los huevos de oro.
En nuestras manos está saber y decidir qué haremos con esa herencia, con ese asombroso pero insuficiente cambio experimentado por la sociedad (y por tanto por la mayoría de sus individuos) en los últimos años. La responsabilidad no es de los demás. Es nuestra y tenemos el deber de ejercerla, porque de no hacerlo, otros aprovecharán la ocasión para hacer su particular agosto y vendernos un mundo que no deseamos.

Escrito por odyseo a las 2 de Septiembre 2004 a las 08:40 PM | TrackBack
Comentarios

Vale que tienes razón, toda la razón, pero visto lo visto yo prefiero vivir en este país con todos sus defectos, lo que hay por ahí fuera no me gusta

Dark Kisses

Escrito por lua a las 2 de Septiembre 2004 a las 10:55 PM
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