Horacio se hizo arqueólogo gracias a su singular capacidad de sondear las profundidades ocultas en el ser humano a través de los objetos cotidianos. Podía coger con su huesuda mano un objeto antiguo que hubiera pertenecido a otras personas mucho más atrás en el tiempo, y sentir con precisión aquello que había sentido el dueño original del objeto al tenerlo por última vez en sus manos. En su cabeza se proyectaba una breve película con la secuencia de imágenes de apenas los últimos diez segundos anteriores a que ese objeto fuese abandonado por su dueño. Pasear con él por calles de viejas ciudades, rincones ya convertidos en ruinas, restos de viejos edificios, se convertía así en una excursión a través del tiempo revivido.
Pero su especialidad eran las fotografías antiguas. Al contemplarlas, su imaginación volaba hasta el instante justamente anterior al disparo del fotógrafo y reproducía los diálogos de los protagonistas, sus anhelos y miserias, sus felicidades y dolencias, sus quebraderos y suspiros, sus sentimientos y preocupaciones con exactitud matemática.
- Mira esta familia me decía entusiasmado-. Todos sentados alrededor de la madre, y el padre detrás con su mano sobre el hombro de la mujer. Vestidos de gala para la ocasión. No todos los días se hacía uno una fotografía. El hijo mayor está impaciente por irse a la plaza en busca de la chica de sus sueños. El pequeño aún está triste por la muerte de su hermana hace unos meses. La madre piensa qué podrá decirle al tendero al día siguiente para convencerle de que le de algo de comida que ya le pagará ella otro día. El marido tiene miedo, dentro de unos días se va a la guerra.
- ¿Cómo puedes saber lo que estaban pensando cada uno de ellos en ese momento? le interrumpí absolutamente sorprendido.
- Porque me meto a través de sus ojos en su interior y ahí es donde miro. No te puedes quedar en la imagen reflejada en el papel amarillento porque la realidad nunca es como una foto de estudio, en la que el fotógrafo coloca a cada miembro del grupo en la postura exacta bajo una luz perfecta. La realidad no es perfecta. Coleccionar fotos a manera de momentos inolvidables y perfectos es ausentarse de la vida y acumular pedazos de ilusión que se unen con el pegamento del dolor diario.
Aquella mañana, al echar mano del mechero en el interior del bolsillo, Horacio se dio cuenta que acababa de morir. Por su cabeza desfilaron las imágenes de sus últimos instantes vivo, mientras me hablaba de aquel hombre de la fotografía que unos días más tarde se iría a la guerra.
A mi me encantan las fotos antiguas en las que las señoras iban con enaguas bajo el vestido y los señores con grandes bigotes :PP
Lo que yo te diga, soy rarita hasta decir: ¡¡¡Basta!!! :PP
Dark kisses
Escrito por lua a las 27 de Junio 2004 a las 01:30 AM"...acumular pedazos de ilusión que se unen con el pegamento del dolor diario." Afloje, Don Odyseo. Eso lastima.
Me preguntaba quién estaría viendo la foto de Horacio en la que le contaba a usted lo que veía en aquel viejo retrato familiar.
Lua. sí, a mí también me gustan. Besos!
Timón: siempre hay alguien mirando por encima, como un viejo demiurgo cansado de sus quehaceres, contemplando como se destruye su obra, o como el omphalos pítico que nunca descansa.
Escrito por odyseo a las 27 de Junio 2004 a las 10:06 AMMe encantan los retratos antiguos, las casas antiguas. Hoy he estado en una, abandonada, y un poco como Horacio, tejía en mi imaginación la vida que debía haber pasado por allí, hace mucho tiempo...
Escrito por Moonsa a las 28 de Junio 2004 a las 12:13 AMMoonsa: cuando tienes esa capacidad, eres capaz de asimilar muchas cosas de la realidad de otras personas que de otra forma no conseguirías.
Escrito por odyseo a las 28 de Junio 2004 a las 08:43 AMPara omphalo, el de Helen Lindes.
(fuera de allí paparazzis! No soy Diana Spencer!).