Hay políticos de la excepcionalidad y políticos de la normalidad. Los primeros basan su actuación en acciones imprevisibles porque trabajan en el camino de lo excepcional. Los segundos se dedican a trabajar sobre los hechos normales, las políticas cotidianas de resolver los problemas reales de los ciudadanos. Mientras estos buscan, mejor o peor, soluciones a los problemas reales, los otros no solo no solucionan los problemas reales, sino que añaden nuevos problemas a la lista.
Hay una política de la normalidad que es la que no aparece en las fotos oficiales, en las inauguraciones y exposiciones mastodónticas o en las primeras páginas de los periódicos. Es la política del trabajo continuo y sencillo, bajo el adecuado asesoramiento de técnicos y expertos, bajo el control democrático del resto de partidos en la oposición y, a veces, hasta con su apoyo; lejos de las continuas querellas partidistas y el navajeo barriobajero de los despachos y pasillos.
Es una política más preocupada por dialogar, preguntar, escuchar, que por ordenar, no dudar e imponer. Es una política que no insulta a los ciudadanos ni a su inteligencia, aunque no se esté de acuerdo con las medidas adoptadas. Es la política que trata sobre lo importante para el ciudadano de la calle, no sobre lo importante para los profesionales de la política. Tarda en calar y salir a la luz, pero cuando lo hace, permite admirar a grandes alcaldes, a grandes ministros o grandes presidentes que hasta entonces habían pasado, quizás, desapercibidos.
Se trata, en fin, de la política aplicada a trabajar brillantemente sobre los hechos normales, de la política que se esfuerza por ver la realidad, la de verdad, para transformarla y mejorarla. No se trata, pues, de la política ensimismada, solo preocupada por ocultar la realidad tras un velo espeso de mentiras y manipulaciones. La catadura moral de los políticos se juega en estas lides y es el tiempo quien pone a cada uno en su sitio. El verdadero progresismo es el que se empeña en desarrollar la política de los ciudadanos y dedica sus esfuerzos a transformar la realidad para mejorarla. La ocultación y la mentira son conservadoras por definición.
Personalmente, entre un político dedicado a crear o inventar lo excepcional y otro empeñado en transformar la normalidad, me quedo con el segundo.
El otro día supe de una encuesta que se había realizado a madres estadounidenses. Les preguntaron dos cosas: una, que si les gustaría que sus hijos llegasen a ser presidentes de los EE.UU, a lo que la mayoría contestó orgullosamente de manera afirmativa. La otra, que si les gustaría que sus hijos fuesen políticos, a lo que también la mayoría contestó que ni hablar. Elocuente contradicción.
Me gustaría creer que existe esa política de la normalidad de la que hablas, pero tal vez le suceda lo que al sentido común: que es la menos normal de las políticas.
Bikiños Ody :**********
Escrito por lua a las 29 de Octubre 2004 a las 12:22 AMTRISTANA: no te quepa duda, es la menos normal de todas, pero hay que apreciarla por su valor en sí, y por ser una especie rara y casi en extinción.
LUA: ;-)
Escrito por odyseo a las 29 de Octubre 2004 a las 09:05 AMAmén.
Escrito por Tu rival a las 29 de Octubre 2004 a las 10:30 AM¡Ay! No estaría nada mal que se centrasen en la normalidad; pero creo que el problema radica en que todos quieren pasar a la historia de la excepción.
Escrito por peke a las 29 de Octubre 2004 a las 10:47 AMRIVAL: :-))
PEKE: ese es el problema, cuanto menos vale un político más excepcional es su política... verbigratia Aznar Campeador o Bush el Menor.
Escrito por odyseo a las 29 de Octubre 2004 a las 12:42 PMYo veo que hay políticas (no es el femenino de políticos) que ponen su afán en cambiar o reformar la sociedad. Todo lo que hacen, según quienes las llevan a la práctica, es "nuevo" y este adjetivo se repite en sus actuaciones.
Hay otras políticas que se basan más en servir y ayudar a los ciudadanos que no en querer cambiarlos.
A mí particularmente me molesta que alguien quiera cambiarme. No es necesario. Creo que todos vamos cambiando y me molesta que quieran hacerlo en alguna dirección determinada.
Pues yo no creo en la capacidad de los políticos para cambiar el mundo, ni siquiera la realidad d esu propio barrio. Los que aún creen en sus ideales (aquellos que les hicieron meterse en la política) que son los menos, no pueden mover un dedo porque los de su propio partido los tienen arrinconados... vayamos a joder la marrana y tirar de la manta...
Por eso... el mundo lo tenemos que cambiar los optimistas que creemos que ello es posible, desde nuestra propia pequeñez...
Hay personas de la excepcionalidad y personas de la normalidad.
Escrito por maRia a las 29 de Octubre 2004 a las 03:03 PMOdyseo,
Gracias. Gracias sentidas, gracias de las de Verdad.
Entre tanta catarsis había olvidado un pricnipio básico que tú me has recordado: la heroicidad también reside en los anónimos.
Lo mío son piezas de otro puzzle. Ojalá supiera de cuál. Por lo menos ahora sé que hay tantos puzzles como personas.
Hoy no entro en temas de política. Ya habrás visto que me la cargo en mi post...
Besos voladores ;-)
Escrito por La Mariposa a las 29 de Octubre 2004 a las 04:54 PMFABIAN: no se trata de cambiar a las personas, al menos en el sentido en que lo describes, sino de cambiar la realidad en el sentido deseado por la mayoría, por el bien de esa mayoría y, a ser posible, con el protagonismno de dicha mayoría.
JAIO: es cierto que los buenos están arrinconados o son expulsados o deciden marcharse asqueados del navajeo interno, pero, como tambien dices, hay muchas formas de luchar desde fuera de los partidos.
MARIA: en eso tienes razón, también se puede hacer esa diferenciación respecto a las personas.
MARIPOSA: de nada, todo lo que te he dicho lo creo firmemente.
Escrito por odyseo a las 29 de Octubre 2004 a las 07:44 PM