Hace algunos años, el periodista y escritor Vicente Verdú titulaba La Vida súbita a un artículo suyo en el País. Se refería a la aceleración en que vivimos y a que hemos convertido la vida en un espacio de tiempo no mayor de un telediario.
Hoy en día lo que vale no es la trayectoria vital de una persona a lo largo de muchos años, sino el instante, ese mágico instante en que tuvo una feliz ocurrencia, o vivió intensamente una experiencia bestial. Así, las biografías se construyen no sobre una línea coherente de sucesos, conectados por una serie de principios vitales, por una ideología y unos valores, sino sobre los puntos inconexos y desperdigados que representan esos instantes de experiencias intensas, nuevas y no repetidas. Más que una vida parece una refriega, los tiros de un francotirador borracho intentando acertar a una lata vacía al otro lado de la calle.
La vida como proceso cabal, con sentido, labrada cada día con el esfuerzo y el tesón del que tiene unas metas para su proyecto vital, ha sido sustituida por el día a día y sus vertiginosos cambios que llegan sin el más mínimo indicio y se marchan sin dejar más huella ni excusa de su presencia.
Así la muerte, el accidente, el plan, el orgasmo no responden a ningún plan. El trabajo ya no es una carrera sino una secuencia de distintas ocupaciones; la relación de amor se sustituye a cada poco, se cambia, se modifica y se reinaugura. Qué sentido cobra la palabra futuro desde esta perspectiva sino la expectativa sobre lo que puede ocurrir en no más allá de unas horas. Bastaría un día para vivir una vida, para vivir el extremo de la aventura que es una vida. Así es como los animales plantean su existencia, de sol a sol. Y cada día es una vida distinta, sin precedentes, sin una herencia que les de peso más tarde. Son vidas en un instante, sin peso, frágiles e intensas, sobreaceleradas. La vida real se controla mal, pero la vida concentrada en un día es menos complicada y más fácil de guiar. No hay que preocuparse de sus consecuencias, porque la caída del sol se las llevará. No hay futuro y no hay historia. El horizonte ni siquiera es cercano sino inmediato. Es la vida en pequeñas dosis, vidas en las que todo se ha de vivir con tal intensidad gloriosa e hiperbólica que dure una eternidad.
No existe el más allá de las 24 horas. ¿Quién va a ser el insensato capaz de hacer frente a la inmensa longitud de un año?
Bonito post.
Estoy contigo...
Estamos tan ocupados pensando en el mañana que nos olvidamos de disfrutar el instante que vivimos.
Me ha encantado!!
y yo digo: Menos mal!
La vida, mejor dicho mi vida, no la concibo más que como una serie de acontecimientos puntuales, como llenar un album de fotos, fotos de los mejores y peores instantes. Diapositivas que vas guardando en la memoria y que al final serán compiladas en un resumen: "Esto fue mi vida"
La manida frase de : Vive como si fuera el último día de tu vida, no quiere decir que estés exento de responsabilidades por tus actos, sino que nunca niegues una oportunidad a algo que te pueda enriquecer personalmente. Tus valores, ideología, son algo inherente en tí de los que no te puedes despegar aunque lo quieras. El proyecto vital se enriquece más cuanto más te mueve la pasión de vivir
En definitiva: A vivir que son dos días!! (exactamente los viernes y los sábados)
Escrito por hallofon a las 5 de Marzo 2004 a las 07:37 PMHermano, eres mi hèroe, vaya escrito, que conciso: bastaría un día para vivir una vida, ¿quién va a ser el insensato capaz de hacer frente a la inmensa longitud de un año?
Escrito por Carlos a las 21 de Marzo 2012 a las 11:45 PM